En el estilo de Por mi madre, bohemios, legado del Monsi para quienes pensamos que la ironía y el humor son salvavidas en el naufragio de un mundo absurdo, dejo aquí una suerte de cronología -y unas cuantas moralejas- del pastelazo que le dieron a la crítica de arte Avelina Lésper tras un diálogo que ella misma convocó sobre graffiti en el Museo de la Ciudad de México.
Todo empezó en marzo de este año cuando Avelina declaró en el finísimo [sic] programa de radio Dispara Margot, dispara, y cito: "El graffiti no es arte. El graffiti es un acto vandálico de subnormales." Y Horacio Villalobos, abonando al muy ilustre [sic] diálogo [más sic] que siempre se entabla en el mencionado programa, remató diciendo: "No, [mejor] rayen sus nalgas." ¿Por qué no me extrañan nada, nadita estas opiniones lapidarias, muy ilustradas [recontra sic], decimonónicas, esteticistas y, encima, clasistas? Porque son las típicas opiniones que estila y propaga Avelina, a la menor provocación, en su papel de paladina no oficial del deber ser estético, de las buenas conciencias a favor de lo mejor del arte y en contra de la contaminación visual y hasta espiritual. ¡Todo sea por establecer la dictadura de la belleza, chingau!
Moraleja: no está chido agredir verbalmente a la banda y mucho menos hacerlo al aire. Eso también es violencia.
En julio [tal vez antes, una nunca sabe, susurra la R.] apareció un graffiti en la Calle 4 Poniente, esquina Periférico Sur, que, de acuerdo con la evidencia visual en el propio blog de Avelina, tenía la siguiente consigna: "¡Avelina Lésper me la pelas!". Avelina explicó en su blog que estaba buscando al autor o autores del graffiti para platicar, así casual, y la cito, "acerca de cuál es la finalidad de estas pinturas [¿qué no era obvio, Avelina? ¡Te la estaban refrescando por tus comentarios!] y sobre las diferencias de calidad entre ellas, en qué limite esto puede ser arte urbano o simple vandalismo [porque siempre es pertinente teorizar, echarle reflexión sesuda al asunto y delimitar las fronteras estéticas y morales del arte, ¿verdá?]."
Moraleja: la que se lleva, se aguanta.
Moraleja: no está chido agredir verbalmente a la banda y mucho menos hacerlo al aire. Eso también es violencia.
En julio [tal vez antes, una nunca sabe, susurra la R.] apareció un graffiti en la Calle 4 Poniente, esquina Periférico Sur, que, de acuerdo con la evidencia visual en el propio blog de Avelina, tenía la siguiente consigna: "¡Avelina Lésper me la pelas!". Avelina explicó en su blog que estaba buscando al autor o autores del graffiti para platicar, así casual, y la cito, "acerca de cuál es la finalidad de estas pinturas [¿qué no era obvio, Avelina? ¡Te la estaban refrescando por tus comentarios!] y sobre las diferencias de calidad entre ellas, en qué limite esto puede ser arte urbano o simple vandalismo [porque siempre es pertinente teorizar, echarle reflexión sesuda al asunto y delimitar las fronteras estéticas y morales del arte, ¿verdá?]."
Moraleja: la que se lleva, se aguanta.
Huelga apuntar que la disparidad de los medios que se emplearon -radio versus una solitaria pared- para realizar este intercambio de palabras habla de un claro privilegio de una, Avelina, frente a la carencia de tal privilegio concreto de otros, los hasta ese momento anónimos artistas que hicieron el graffiti en cuestión. Ah, pero se me olvidaba que para hablar del arte, impoluto, exquisito y estetiquísimo, las relaciones de poder y dominación no existen. Porque cuando se habla de arte [o de cualquier otra cosa] nadie, nunca ha opinado, opina u opinará desde una posición de privilegio, no sean ingenu@s, ¡caray!
Supongo que a Avelina no le molestó tanto el mensaje porque hasta pidió a su amigo el Irrompible López, quien descubrió el graffiti, que le tomara una foto junto a éste [la foto, ¿será o no arte? ¡Vaya misterio!]. Avelina subió esta foto a su blog en varios, no uno, varios posts [la R. enfática] y tras enterarse de quiénes hicieron el graffiti, Mufo y Neón, a Avelina se le ocurrió una idea genial [porque nunca está de más capitalizar todo potencial escándalo. La R. muy previsora]: convocarlos a un evento. Es más: convocar a tod@s l@s graffiter@s de la Ciudad de México a un evento que tendría por nombre, de acuerdo con su propio cartel, Debate en torno al grafiti ¡Avelina Lésper me la pelas! Si vas a hacer algo que lleve tu nombre, tipo Guggenheim Fellowship o Nobel Prize, pos hacerlo en grande, ¿que no?
De tal suerte, la foto de Avelina junto al graffiti se transformó en ilustración para el cartel del encuentro cuyo objetivo era, y cito su blog de nuevo, proponer "un diálogo sobre lo que implican estas intervenciones y en qué sustentan su valor para considerarlas arte". Pero es menester señalar cómo enmarcó Avelina su invitación al diálogo -abierto y sin intermediarios [¿de veras? A la R. le entra la duda]- y para ello vuelvo a citar su blog, con todo y gazapos de redacción: "La llamada de atención de Mufo y Neon [WTF!!! La R. anglófila, como de costumbre] deberá ser un punto de partida, me interesa mucho escuchar y conocer los distintos puntos de vista [neto, Avelina, ¿no te interesa más aleccionar a la banda, apuntar hacia sus transgresiones estéticas y morales y, ya entrada en gastos, tal vez recibir una disculpilla de pasadita y como no queriendo la cosa?], que la comunidad graffitera puedan [sic] llevar la responsabilidad de su autoría más allá de la clandestinidad y que expresen las ideas que pueden existir detrás de cada graffiti." Esta llamada de atención [como de maestra de primaria, por cierto] fue una de las razones por las cuales el colectivo Escritores de graffiti declinó, de manera legítima e inequívoca, la invitación a participar en el evento, como explicaron en una carta abierta.
Me doy aquí el permiso de hacer una digresión chiquita, muy chiquita y muy, pero muy ñoña: si hablamos de autoría, ¿hablamos de arte? ¿O no siempre es así? La autoría, ¿se refiere sólo al discurso de una obra o también a la producción de la obra y, por extensión, a la obra misma? Y si ya le estamos dando estatus de obra a algo en función de que vehicula un discurso, ¿esa obra es arte, no lo es, en qué contextos sí puede ser arte y en qué contexto no? Si la obra de arte, como ha dicho Avelina repetidísimas veces, debe explicarse a sí misma y no necesita intérpretes externos, ¿qué no este graffiti significa, claramente, una mentada de madre? O sea, si el graffiti ¡Avelina Lésper me la pelas! es autoexplicativo de su significado, ¿esa característica le da, automáticamente, el estatus de obra de arte? [La R. muy reflexiva que trata de dar respuestas concluyentes a estas preguntas, por supuesto sin éxito, para caer súbitamente en el sospechosismo total...] Tal vez lo que está a discusión aquí no es el arte ni sus límites; tampoco si el graffiti es o no arte, sino deslindar responsabilidades frente a un agravio: saber por qué alguien hizo algo e invitarles [como yo solía decir el siglo pasado cuando era maestra de primaria] a tener el valor moral de asumir las consecuencias de sus propios actos y bla, bla, bla...
Moraleja: no está chido convocar a la banda a platicar en un evento con la intención [supongo] de dar lección, con todo y dedito acusador por delante, o de nomás lucirse al protagonizar dicho evento [vuelvo a suponer].
El sábado 4 de agosto de 2018 se realizó el ahora fatídico encuentro [la R. con lagrimita y ojito Remi frente a otro fracaso de la comunicación] entre graffiter@s y Avelina con el resultado del cual much@s ya nos enteramos. Del diálogo, que pueden ver casi completo [porque falta el principio] aquí, solo diré una cosa: si el interés central de Avelina era escuchar y conocer distintos puntos de vista de la comunidad graffitera, en lugar de iluminarnos con su monumental arsenal de conocimiento acerca del tema [#not de la R. anglófila y noventera], debería haberse sentado entre el público y no en la posición de privilegio del estrado, cerquita del micrófono, como acostumbra. A Avelina, me atrevería a decir, le tocaba el papel de espectadora, de escucha, y no de ponente. Porque es más que conocido lo que Avelina opina sobre el graffiti y el arte en general [¡muchas gracias, Dispara Margot, dispara por tantas horas de claridosas opiniones de Avelina!].
Moralejas: no está chido tratar de transformar un diálogo en monólogo para la autopromoción o, siquiera, en diálogo de sordos, ni tampoco está chido agredir pasteleramente a la banda.
Entiendo las ganas terribles de empastelar a Avelina. [Y, en mis días más grinch, hasta las comparto, aunque luego se me pasan. La R. muy sincerota.] Pero es obligación -al menos mía y, sobre todo, en este trinche país tan violento- no avalar la violencia, aunque se trate de pasteles, gelatines o flanes y no de balas o golpes. Que quede claro que echarle pasteles a la banda, aunque sea pura cremita Chantilly, no está chido, además de que es un desperdicio de comida. Sin embargo, eso de los pastelazos es mucho más complejo y simbólico de lo que parece: es indispensable precisar que este tipo de agresiones -porque sí son agresiones, sí tienen el propósito de herir- duelen mucho más en el ego y no tanto en la cara. Lanzar pasteles a gente en posiciones de poder ha sido toda una estrategia transgresora anti-establishment, de la cual me enteré gracias a un post en Facebook de Imuris Valle quien, por cierto, sí sabe acerca del graffiti, sí estuvo presente en el evento y sí participó en él.
No creo tener nada más que decir. Podría comentar el más reciente post [del domingo 5 de agosto, la R. muy precisa y cronológica] en el blog de Avelina, cuyo título hace las veces de resumen / consigna / queja express: NO ME CALLARÀN COBARDES [las mayúsculas son de Avelina, el grito y la tilde coqueta también]. En este post, Avelina escribe sobre "el chantaje del victimismo social" en que están instalad@s l@s graffiter@s y que les impide responsabilizarse de sus actos. Supongo que Avelina habla del pastelazo y no del graffiti que inició todo este mere(quete)ngue. Pero se autovictimiza a lo largo del texto y, encima, exclama que fue objeto de represión y, agárrense por favor, ¡víctima de la maldita censura! [¡Santa Niña de Atocha! ¿Neto, Avelina? Snif... Aunque la R. muere de ganas por desmenuzar este falsísimo argumento de Avelina, tiene cosas apremiantes que hacer.] Me da pereza seguir escribiendo, por no decir hueva. Mejor lean lo que Imuris dice sobre este diálogo fallido. Su texto sí apela al intercambio de ideas y a la escucha y no supone los prejuicios, cerrazón y actitud permanentemente impositiva características de Avelina.