¿Cómo se hace para no caer en una provocación producto del glitter morado? Supongo que frente a esta brillante agresión, el señor Orta ha de haber tenido que ejercer una templaza extraordinaria para no aventarle lentejuelas a tan peligrosas provocadoras. No caer en provocaciones en este caso, ¿implica aguantarse las ganas de criminalizar a quienes protestan con brillantina? Parece que no, porque ya se abrieron varias carpetas de investigación. Ah, ¡qué justicia tan diligente y expedita cuando se trata de brishitos y vidrios rotos!
¿Por qué las instituciones -por no decir Claudia y Ernestina- se sienten en posición de contenerse y no actuar frente a sucesos que perciben como agravios? Supongo que porque piensan que el glitter morado (que no rosa, como se ha reportado) y los vidrios rotos merecen una respuesta contundente y, a todas luces, disciplinaria, ¿veá? Pero en su magnanimidad, se muestran benévolas al no caer en provocaciones. Pos, ¿qué estaban pensando hacer? ¿Darles lección, con dedito acusador y toda la cosa, a estas perniciosas mujeres? ¿Darles unas muy correctivas nalgadas a tiempo para, tal vez, prevenir insubordinaciones futuras? Otra vuelta las mujeres son las que necesitan corrección y no los pinches policías abusivos cuyo crimen inició todo este desmadre. Ah, pero hablar de patriarcado es una pendejada, ¿veá? Pareciera que la retórica de Claudia y Ernestina se remonta a su pasado de oposición. Eso de "no caer en provocaciones" es lo que comúnmente aconsejan hacer quienes protestan contra el statu quo y enfrentan sus represalias. Ahora resulta que el statu quo se apropia del dicho al sentirse amenazado por el gran poder de la brillantina morada y de una puerta de cristal hecha añicos.
Romper una puerta de cristal a patadas sí es muy violento, aunque no es una provocación: supone una reacción entendible y hasta menor, mucho muy menor frente al estado de violencia y terror que tiene presas a la gran mayoría de las mujeres en este país. ¿No les parece indignante que indigne más un reguero de cristales que la violación de una menor de edad a manos de cuatro policías? Pero, ¿por qué echarle glitter en la cabeza a un señor masculino singular se equipara a una provocación violenta? A lo mejor la brillantina morada tiene un poder simbólico que más que lastimar físicamente pega directito en el ego. ¿Será que la masculinidarks del señor Orta quedó teñida para siempre? ¡Vaya tragedia! ¿Será algo más mundano, como el cuentononón de la tintorería o la cita urgente en una peluquería carísima? ¡Ni que le hubieran echado pintura, sangre, gas pimienta o polvos picapica! ¡Ni que hubieran usado la cabeza de Orta para romper la famosa puerta de cristal! ¿Será que unos cuantos brishitos vulneran el poder del Estado? ¿Será que el Estado tiene una muy mala conciencia (si es que eso es posible) y percibe un puñado de glitter como un categórico madrazo en su ineptitud rampante?
Provocaciones -constantes, graves y peligrosamente normalizadas- las del sistema de justicia en México (aliado a quienes se erigen como voceros de los mandatos de género) y su tratamiento de las mujeres cuando son objeto de todo tipo de agresiones: si no denuncias, mal; si te tardas en denunciar, muy mal. Y si sí denuncias, peor, porque -y he aquí una larga letanía de pretextos y sandeces que escuchamos en los medios un día sí y otro no- "no hay elementos para proceder", "no hay pruebas, así que ve tú a buscarlas", "no hay recursos, así que una lanita nos caería muy bien", "segurito tú tuviste la culpa de lo que te pasó", "hubieras cerrado las piernas", "eso te pasa por andar provocando a los hombres", "pero si ya sabías cuan riesgoso es salir de noche", "no seas exagerada, si ni te pasó nada, ¡sigues viva!", "no sigas insistiendo que te va a ir peor", "esto te lo buscaste tú misma por andar de necia insistiendo". Ah, pero decir que las mujeres -su dignidad, integridad, bienestar, derechos, seguridad- siempre están al final de la jerarquía de prioridades del sistema de justicia es paranoico, ¿verdad?
Y al final de esta cadena de verdaderos agravios, si protestas porque denunciar parece no servir para nada e incluso ser contraproducente y hasta peligroso para quien denuncia, te espetan: "¡esas no son formas, muchachas!" ¿Cuáles son las formas correctas, me pregunto? ¿Las de la moral y las buenas costumbres? ¿Las que no hacen ruido, ni olas, ni nada? ¿Ahora resulta que Claudia y Ernestina nos van a enseñar cómo sí protestar y cómo no hacerlo? ¡No mamen! Y encima osan decirte: "regrésate a tu casa" -con mucho cuidado, eso sí, porque en esta ciudad hay policías violadores sueltos y en activo, entre la fauna de agresores impunes que pulula por doquier- "y quédate encerradita y calladita que así te ves más bonita y nada te va a pasar". Para violencias y agresiones, las de varias instituciones que sistemáticamente revictimizan a las mujeres y parecen estar del lado de los agresores, una y otra y otra y otra y otra vez como éste y muchos casos más ejemplifican. Ah, pero decir que la justicia es patriarcal es un alucín sin fundamento.
La ligereza del glitter y las astillas de los vidrios rotos no se comparan con una violación, mucho menos con la frustración y coraje que han de sentir las incontables mujeres que denuncian y comprueban que, al hacerlo, las instituciones las dejan aún más vulnerables y desamparadas de lo que ya estaban. Vergüenza mil con estas instituciones y con Claudia y Ernestina, a quienes ya se les olvidó la noción de digna rabia. Cero estrellas. Pésimo servicio.