lunes, 3 de enero de 2011

La verdadera libertad religiosa, o cómo tratar de convencer de la Verdad a quienes viven en el error

El semanario Desde la Fe, de la Arquidiócesis Primada de México (APM), publicó un editorial ayer que tiene a varios, como yo, pasmados y, a decir verdad, un poco escandalizados. En el texto, la APM acusa a "algunas" autoridades del Gobierno del Distrito Federal (GDF) y a "algunos" miembros de la Asamblea Legislativa (ALDF) de ser "verdaderos talibanes laicistas" dadas, entre otras cosas, las reformas a las leyes que permiten el aborto y las uniones de personas del mismo sexo en el Distrito Federal. Además, la APM dice que ciertos funcionarios del GDF y ciertos legisladores de la ALDF son, a todas luces, "intolerantes, fundamentalistas, inmorales e incapaces", ya que atentan contra la familia (monogámica y católica, por supuesto) y contra lo que explican es su libertad religiosa...

Con declaraciones como éstas, la verdad, una no sabe si morirse de la risa o del coraje. De la risa porque la idea que la APM tiene de libertad religiosa es obviamente decimonónica, privativa de los católicos y excluyente de esos seres perdidos en la mundanidad, es decir, los no creyentes; y del coraje porque esa misma idea es compartida por cientos de miles de católicos quienes, al leer el editorial de Desde la Fe, segurito encontraron argumentos para sustentar sus prejuicios contra el aborto, la homosexualidad y las familias diversas.

Así las cosas, frente a la risa y el coraje que hoy me invadieron gracias a Norbertito, sólo queda una cosa por hacer: presentarles queridos y queridas lectores y lectoras el texto íntegro del más reciente editorial de Desde la Fe y darme la libertad laica de comentarlo -destrozarlo pues- en este espacio. He aquí lo que a la APM se le ocurrió publicar ayer en azul [1], acompañado de mis (espero) sesudas, desenfadadas, cínicas y hasta ateas [2] impresiones entre corchetes y en negro (como mi sucia consciencia, ¡ja!):

La verdadera libertad religiosa [porque, no se hagan bolas, nomás existe una y es esta, ¿ok?]

El año que ha terminado se caracterizó en todo el mundo por un crecimiento de la hostilidad hacia las expresiones religiosas. En algunos lugares, se registró una verdadera persecución a los católicos, causando la muerte de inocentes
[casi casi como en el circo romano o las cruzadas, pa' que se den una idea] por el solo hecho de querer vivir su fe. Irak ha sido escenario de una de las agresiones más escandalosas y vergonzosas, pero las agresiones son interminables en todas partes. En ciertos países, la persecución es más sutil [¿como la de los padrecitos que acosan sutilmente a sus fieles para después echárselos al plato?], tratando de anular ideológicamente a quienes buscan orientar la vida con base en los valores religiosos [ay, ¡malditos valores seculares!]. En este sentido –¿quién lo diría? [oh, por Dios, ¡quién! Por favor no me incluyan signos de interrogación donde no van...]– destaca todo el continente europeo, donde se ha desatado una campaña fanática y furiosa contra los signos religiosos y contra cualquier participación de las personas, con convicciones de fe [porque aquí y en la China, la fe es católica o no es fe: eso que quede bien clarito], en las políticas públicas, con el pretexto de la defensa del Estado laico, cuando en realidad se trata de la dictadura del laicismo [teman ateos, que se va a ir directito al infierno por andar de chimoleros seculares politizados] sobre una gran parte de la población que vive con principios religiosos y con una concepción trascendente del ser humano [como si la idea de trascendencia nomás viniera disfrazada de redención o caridad cristianas y no fuera también abordada por infinidad de corrientes filosóficas].


Siguiendo estas modas europeas -carentes de todo respeto a las auténticas libertades y derechos humanos [¿cómo? Ora resulta que siglos y siglos de reflexión política y filosófica (léase liberalismo en general) son nomás tristes modas autoritarias e inhumanas]- podemos citar lo que ha estado sucediendo en la Ciudad de México, con algunas autoridades y miembros de la Asamblea Legislativa, quienes no sólo se enorgullecen de lo que deberían avergonzarse [arrepiéntanse ¡pérfidos infieles desvergonzados!], aprobando leyes inmorales e injustas, sin ningún sentido moral y ético -por la falta de respeto a la vida humana y a la institución familiar fundamental para la sana convivencia social [porque de todos es sabido que el aborto, la homosexualidad, la unión gay y las familias diversas son unas cosas horribles, inmorales e impensables, ¿que no?]-, sino que han desatado una verdadera persecución ideológica contra quienes, con base en sus principios religiosos y valores, se oponen a estas leyes [otra vez la burra al trigo...].

Esto no ocurre en ninguna otra parte del país [gracias a Dios existe el feudo siempre fiel de Guanajuato, donde saben muy bien cuán perverso y cochino es que los "niños" anden con los "niños" y que a las "niñas" se les ocurra hacerse tatuajes y perforaciones], sólo en el Distrito Federal donde las autoridades han hecho del laicismo una “religión” única e intolerante, realizando ritos "laicos" contra las verdaderas religiones [bueno, por lo menos usan aquí el plural...]. Se ha llegado, incluso, al colmo de pretender callar y amenazar mediante “demandas” ante los tribunales y la Suprema Corte de Justicia de la Nación, a quienes expresan sus desacuerdos, por el solo hecho de ser sacerdotes católicos y tener convicciones inspiradas en los principios cristianos [o sea, ¿cómo? ¿Los magistrados son sacerdotes disfrazados? ¿Qué demonios quisieron decir aquí? ¡Aguas con las comas!].

El Papa Benedicto XVI, siempre atento a los grandes problemas del mundo [como defender curas pederastas, por ejemplo], siempre oportuno en su reflexión, siempre buscando soluciones [ah, que Benedicto tan conciliador...], ha dedicado su mensaje con motivo del Día de la Paz 2011 -que la Iglesia celebra el primer día del año- al tema urgente de la libertad religiosa. El título es ya toda una propuesta: “La libertad religiosa, camino para la paz”. Y es que la verdadera libertad religiosa compromete a todos, creyentes y no creyentes, a un respeto mutuo sobre las distintas convicciones y a valorar los diferentes puntos de vista [también a un respeto por y valoración de todo lo "laico", incluida la legislación y los derechos de los "otros", aunque sean gay, no se hagan], sin lo cual no es posible una auténtica democracia, respetuosa del pluralismo. Con mucha agudeza [veamos cuanta], escribe el Papa: “La misma determinación con la que se condenan todas las formas de fanatismo y fundamentalismo religioso [y de intolerancia ante la diferencia, le faltó, ¡qué mañoso!], ha de animar la oposición a toda forma de hostilidad contra la religiosidad, que limitan el papel público de los creyentes en la vida política y social. No se ha de olvidar que el fundamentalismo religioso y el laicismo son formas espectaculares y extremas de rechazo del legítimo pluralismo y del principio de laicidad [perdón pero ya no entendí: ¿están a favor o en contra de qué exactamente?]”.

Efectivamente, encontramos en algunas autoridades del Distrito Federal a verdaderos “talibanes laicistas”; es decir, a personajes intolerantes a la crítica, fundamentalistas en sus principios inmorales [no, pos si empiezan descalificándolos, ¿así cómo se va a dialogar], incapaces de aceptar el reto del diálogo con la racionalidad y el derecho [derecho canónico, hay que precisar]. El autoritarismo y la intolerancia (que rayan en la falta de respeto y la vulgaridad [porque es ampliamente conocido que el buen gusto siempre será bueno... y católico]) con que se manejan, no es un buen augurio para futuras responsabilidades públicas de quienes hoy ejercen la autoridad en la Ciudad de México. El legalismo en que se amparan es sólo una muestra más de su intolerancia.

Si el respeto a la libertad religiosa es camino para la paz, quiere decir que todo ciudadano creyente [y ciudadana atea y agnóstica y musulmana y budista y comunista y anarquista y gay y bisexual y transexual y...] tiene derecho no sólo a vivir personalmente conforme a sus principios religiosos, sino a que éstos se le respeten [y que también se respeten su integridad y derechos, no se hagan los que la virgen les habla] para que pueda colaborar positivamente en la construcción de la sociedad a la que pertenece.

Conviene escuchar una vez más lo que el Papa señala [¿están seguros? No nos vaya a confundir aún más...] sobre el respeto a las convicciones religiosas en su reflexión con motivo de la Jornada Mundial de Oración por la Paz: “Es innegable la aportación que las comunidades religiosas dan a la sociedad [eso que ni que]. Son muchas las instituciones caritativas y culturales que dan testimonio del papel constructivo de los creyentes [no sólo los católicos, hay que anotar] en la vida social. Más importante aún, es la contribución ética de la religión [ay, ¡como si quienes no tienen religión, por añadidura, no tuvieran ética!] en el ámbito político [ah, bueno, se han de referir a los cristianos fanáticos tipo Bush o a los musulmanes intransigentes de Afganistán, los talibanes esos]. No se le debería marginar ni prohibir sino considerarla una aportación sólida para la promoción del bien común".

NOTAS
1. Encontré el editorial de Desde la Fe (después de mucho buscar debido al horror que es esta página) en el sitio del Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México, SIAME. Pícale aquí si quieres hallar la fuente virtual original del texto y embarcarte en la emocionante aventura (¡yujuyyy!) de buscarlo.
2. He de confesar que soy creyente, muy creyente: fui acogida, desde hace casi 11 años, por la Orden Sufi Jalveti Yerraji de México. Si, soy musulmana, pero dada mi educación laica alcanzo a distinguir entre lo que, en mi fuero interno, considero moral, correcto y demás y los deberes públicos de un Estado Laico (que, con este tipo de dimes y diretes y otras circunstancias diversas, se encuentra cada día más y más vulnerado). Las opiniones aquí vertidas no atentan contra los valores cristianos: como cualquier musulmán con dos dedos de frente, yo también los comparto. El quid de este post yace en criticar la pretensión de que la interpretación de esos mismos valores que hace la Iglesia Católica es la única válida y deba, por lo tanto, ser compartida por todos y sin chistar en el ámbito público. La utilización política de la fe me parece inaceptable: la fe, pues, no tiene la culpa, sino quienes la hacen compadre...

1 comentario:

Moy dijo...

Creo que lo terrible de la Iglesia Católica es que se ha autoproclamado como la verdadera fe y ha contribuído (pasiva o activamente) a causar mucho daño a la humanidad (particularmente en Occidente). Es terrible cómo muchas personas no se dan cuenta de todas las contradicciones de los líderes católicos, porque sí, una cosa es la creencia en sí y otra es la institución que se beneficia "administrando" esa creencia. Yo la verdad dudo que la mayoría de los sacerdotes, obispos, cardenales, monjas e, incluso, el Papa se crean todo lo que dice su Biblia.

Me parece que este tipo de declaraciones las hacen para escandalizar a sus fieles, porque se han dado cuenta que poco a poco van perdiendo adeptos, es decir, contribuciones económicas. Sin embargo, todavía quedan muchos creyentes que no cuestionan ni tantito lo que les dicen estos líderes y muchos son jóvenes (fresh meat).

A veces veo Mariavisión porque me hace reír bastante.