ADVERTENCIA Si ya viste Los herederos y te gustó, este post no es para ti: en él escribo desde el hígado -algo así como una interpretación hepática- mis objeciones sobre el documental de Eugenio Polgovsky. Si no lo has visto, tampoco leas las líneas a continuación porque revelan el final de la cinta y no me gustaría ser culpable de arruinarle la película a alguien.
Últimamente he decidido que si voy al cine prefiero que el dinero de mi boleto se quede en la Cineteca en lugar de Cinemex o que vaya a los bolsillos de alguna productora o distribuidora mexicana [1] y así impedir que se alimente aún más el sobrealimentado emporio de la industria hollywoodense. Para ver películas tan malas y tan gringas como La huérfana (Orphan, Jaume Collet-Serra, 2009) mejor las bajo de internet y asunto arreglado. Estamos en tiempo de escasez y hay que hacer algo al respecto, por más mínimo que sea y aunque parezca que el único beneficiario directo de estas medidas "extremas" sea mi propio bolsillo. El domingo pasado, como parte de dichas medidas de apoyo activo al cine mexicano, fui a la Cineteca a ver el documental Los herededores de Eugenio Polgovsky. Qué gran decepción...
Hacía mucho tiempo que no salía tan indignada del cine como sucedió el domingo después de ver Los herederos [2]. En primera instancia, el hecho de que se explote a menores de edad -generalmente indígenas que viven en condiciones de pobreza extrema- para realizar labores agrícolas o trabajos manuales mucho más allá de sus fuerzas es indignante. Es una obviedad decir que los niños y las niñas debieran estar en la escuela en lugar de estar trabajando. Oh, pero ¡no es necesario ver Los herederos para saber esto! Con leer los periódicos es suficiente. Ah, me olvidaba de que casi nadie lee los periódicos en este país. Con un antecedente como este, comprendo que a Polgovsky le parezca importante visibilizar las condiciones de marginación en que viven estos niños y niñas mexicanos que conforman uno de los sectores más vulnerables de los millones de nuevos pobres que la más reciente crisis mundial ha dejado a su paso. En ese entendido, también resulta comprensible que a quienes vieron Los herederos en Berlín o Venecia les haya parecido un documental fascinante y revelador. Es cierto que no es lo mismo leer las frías cifras sobre la pobreza en México que observar las pobres y devastadas caritas de estos niños y niñas, pero ahí es donde para mi la cosa se pone color de hormiga: el hecho de que a los niños y niñas que vemos trabajar de sol a sombra en Los herederos se les haya negado la voz que pudo habérseles dado me parece indignante. El viejo truco de que una imagen dice más que mil palabras...
Los herederos no tiene diálogos [3], solo la música de la Banda Mixe de Oaxaca y el sonido grabado en directo de las locaciones, en el cual se cuela una que otra conversación que casi no se entiende; no se si esto es porque quienes aparecen en la cinta hablan alguna lengua indígena y se decidió no poner subtítulos a lo que dicen [4] o por un sonido deficiente. Eso si: en una escena del documental se escucha perfectamente bien un promocional de Lorena Ochoa -la millonaria y famosa golfista mexicana-, proveniente de algún radio o televisión perdido por ahí, en el cual la jaliciense motiva al campo mexicano para que sea un "campo ganador": hay que reconocer la genial ironía que Polgovsky procura con esta inserción.
Pero después de ver una y otra vez la entremezcla [5] de los distintos momentos en la jornada de trabajo de la infancia en Guerrero, Nayarit, Sinaloa, Oaxaca, Puebla y Veracruz -un niño ladrillero, una niña tejedora, un niño que hace alebrijes, unos niños y niñas que cosechan tomates, ejotes y pepinos, otros niños que recogen leña, una niña que hace tortillas en un comal enorme comparado a su pequeña estatura- el espectador necesariamente se pregunta: pero, ¿quiénes son estos niños y niñas? ¿Qué no tienen nombre o qué? Me parece que despojarlos de su nombre es despojarlos de su identidad, es solamente colocar varias caras sin ton ni son para ilustrar a los sin rostro y sin voz de los que hablan los Zapatistas. ¿Para qué darles un rostro si se les niega la voz que también exigen? Me escandaliza pensar que si estos niños y niñas no dicen nada es porque alguien pensó que, efectivamente, no tienen nada que decir, que con verlos trabajar y trabajar sin descanso basta para causar una impresión de ¿solidaridad, indignación, empatía, tristeza? en el público. Como si no importara saber de dónde son y dónde viven, si tienen familia o no, si van a la escuela o no, si les gusta o no lo que hacen, cuáles son sus sueños, miedos, gustos, disgustos...
Tal vez estas observaciones sean demasiado antropológicas y el documental de Polgovsky ciertamente no es de corte etnográfico. Pero siento que Los herederos no presenta, a pesar de tanta imagen, un componente indispensable para empezar a comprender la situación de estos niños y niñas: su historia de viva voz, sus pensamientos, sentimientos y opiniones. Y al final del documental vemos a los niños jugar y bailar [6], como si la única conclusión posible fuera que a pesar del trabajo extenuante al que son expuestos a diario -lo único a lo que Los herederos se acerca con esa cámara no intrusiva que nomás está ahí, capturando frenéticamente miradas, gestos, manos y pies- estos niños, en el fondo, siguen siendo niños, ¿no? Me fue imposible evitar la comparación de Los herederos con ese documental tan entrañable sobre otros niños, también pobres, también explotados, también víctimas de la indiferencia: los protagonistas de Nacidos en el Burdel de Zanna Briski y Ross Kauffman. Creo que la gran diferencia entre ambos documentales es que la película de Briski y Kauffman si abre la puerta hacia la interioridad y subjetividad de los niños y niñas que retrata en la zona roja de Calcuta, mientras que el documental de Polgovsky se queda afuera, mirando y haciéndonos mirar el indignante exterior de las condiciones de vida de millones de niños y niñas en el campo mexicano.
NOTAS
1. No sé exactamente cuánto dinero llega a manos de los directores y sus equipos, creo que es nada más un 10% del total de la taquilla...
2. Otro momento cumbre en mi indignación fílmica ocurrió en 2002 cuando vi Irreversible de Gaspar Noé: ¡qué entripado monumental me hizo hacer!
3. No creo que la decisión de privarse de algún elemento típicamente cinematográfico para realizar una película sea necesariamente en detrimento del resultado final de la misma; o sea: no estoy diciendo que no me gustó Los herederos solamente porque no tiene diálogos. Un ejemplo de cómo las restricciones impuestas pueden dar por resultado cosas excelentes es The Five Obstructions (De fem benspaend, Lars Von Trier y Jorgen Leth, 2003), un documental en que Von Trier reta a Leth a filmar de nueva cuenta su corto The Perfect Human (Det perfekte menneske, 1967) cinco veces con cinco diferentes tipos de limitaciones o parámetros creativos. Si no han visto esta cinta, es super recomendable.
4. Al inicio del documental se escucha una canción de cuna en náhuatl cuyos subtítulos si se aprecian en pantalla.
5. Gracias a una edición un poco atropellada, diría yo: cortes a abruptos que pareciera funcionan para que el espectador no se duerma.
6. Hasta donde alcancé a ver, solo son niños, más no niñas, quienes festejan al final de la película. La feminista que llevo dentro se pregunta por qué en Los herederos vimos niñas haciendo de comer y lavando trastes y no niñas jugando...
El trailer es cortesía de MIRADOOR1.
6 comentarios:
me encantó tu crítica, y ya estoy de acuerdo contigo sin ir a mirar la peli. ya no sé si tengo ganas de verla. toy trabajando para los jornaleros agrícolas migrantes... y preferiría ahorrarme el entripado... y gracias a tí creo que lo haré. estuve a punto de verla el sábado; pero mejor entré a ver Bastardos Sin Gloria... así que jue buena la disyuntiva: ¿niños sufriendo o sangre a la Tarantino?
Le traía ganitas, pero el póster no me daba la impresión que sería una cinta sentimentaloide. Afilada y buena tu reseña, me gustó. Y si le quitan la voz a los niños, el documental desmerece, pues usualmente en este tipo de trabajos las opiniones del ronco pecho de los chamacos ilustran la situación que se plantea de una forma muy claridosa.
Ok... descartada, optaré por cinema europa.
Salud!
Enorme. Supongo que es lo que pasas cuando los grandes exponentes de la industria cinematográfica de un país aprendieron a hacer cine actuando de niños en telenovelas, como Gael, Diego y Eugenio. Tal vez Eugenio se sintió explotado de niño, je, je. Es un poco como una señora de Santa Fé que de repente descubre que hay pobres del otro lado de Santa Fé y hasta se preocupa. Y no es una cosa de resentimiento social mío, porque Visconti era Conde y vaya que supo filmar a los miserables. El problema creo que es bien simple. Lo que le falta es cine. El cine no se hace con chantajes. Se hace con conflicto, y eso va mucho más allá de la simple historia. Puede no haberla, incluso. Los diálogos qué. El sonido debería ir mucho más allá de eso. Si el sonido no estructura sentidos y además le quitas los diálogos, entonces sí no queda nada.
Me encanta un crédito que viene creo que en Vivir su vida. Dice "Pensada¨ por Jean Luc Godard. Ese crédito le falta a tantas, tantas películas.
Lich: si estas chambeando con los jornaleros no la veas, porque el entripado será masivo y seguro. Y si, Tarantino resultó mejor opción...
The fool: Justamente esos han sido los polos del debate, los que encontraron la peli melosa y sentimentaloide y los que la encontramos indignante...
rf: Por eso me gusta Godard...
Un saludo, n.
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semelokertes marchimundui
Anónimo: say what????????????
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