Este blog se pinta de rojo y no es porque se haya manchado con la sangre del post sobre Bastardos sin gloria. Se trata del rojo combativo del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME). Ayer fui a la marcha del SME contra su extinción a manos de nuestro flamante presidente del empleo. Según los organizadores, asistieron más de 300 mil personas que abarrotaron todo Reforma, Juárez y Madero, desde la Diana hasta el Zócalo. El Gobierno del Distrito Federal había calculado que irían unas 150 mil. Independientemente del número de asistentes, la marcha del SME me pareció de verdad impresionante. Supongo que esta impresión se debió en parte a que hacía más de una década que no iba a una marcha: la última a la que fui (antes de esta) fue la del 30 aniversario de la masacre del 2 de octubre. El pequeño izquierdoso que llevo dentro ya se me estaba oxidando. Da gusto ver que todo tipo de gente tome las calles para hacer oir su voz, a pesar de los inconvenientes que esto causa. Creo que es pecata minuta pasar varias horas atascado en un embotellamiento cuando miles de personas han sido despojadas de su trabajo y por eso salen a manifestarse. He aquí una crónica de lo que pasó ayer...
Claudia, Erick y yo abordamos un Metrobus rumbo a Reforma. Son las 4 de la tarde. Después de un par de estaciones, un chavo con una gorra del SME se sienta junto a Claudia. Es un joven electricista que desde los 18 años ha trabajado en Luz y Fuerza. Comenzamos a platicar sobre las razones de su descontento: ¿cómo es posible que de la noche a la mañana se decrete que miles de personas pierdan su empleo? Otro chavo en el vagón también se une a la plática: es de la UAM Iztapalapa y comenta que cerca de su universidad la PFP (Policía Federal Preventiva) desplegó anoche su fuerza amenazante. El va a la marcha para defender los derechos de los electricistas y también porque está harto de la intimidación, de que se amedrente a quienes buscan ser solidarios. El Metrobus solo llega hasta la Glorieta de Insurgentes porque ya no hay paso. El chavo electricista nos agradece el apoyo y nos da un manojo de volantes, propaganda del SME para repartir en la marcha: "¿Existe en México un verdadero Estado de Derecho?", se preguntan las hojas mimeografiadas. No lo creo.
Desde el momento en que bajamos a la Glorieta se siente ya esa energía particularmente intensa que desprenden las multitudes. Con tanta expectación en el ambiente, hasta pienso que es posible la existencia de un contingente emo en la marcha, pero no: a esos chicos y chicas nada parece motivarlos. Sobre la reja de la estación del Metrobus alguien ha pegado un cartel "Hoy es el SME, mañana ¿quién?". Ya en plena Zona Rosa, un conglomerado de estudiantes vestidos de rojo y negro recorren las calles hacia Reforma. Al verlos, unas señoras salidas de una oficina no pueden evitar el comentario: "Ash... deberían ponerse a estudiar en lugar de andar de alborotadores...". Los estudiantes gritan consignas: "Educación primero al hijo del obrero, educación después al hijo del burgués". Porque esta marcha no solo es de los electricistas ahora desempleados, sino también de todo aquel que siente que este gobierno no procura sus intereses y más bien parece estar contra el bienestar de la gran mayoría.
Al llegar a Reforma se me pone la piel de gallina: justo a la altura del Sheraton hay gente, gente y más gente, a la izquierda, a la derecha, frente a nosotros, detrás de nosotros. Columnas interminables que ondean mantas y pancartas. Sobre un amasijo de puños alzados y caras indignadas vuelan unos cuatro helicópteros que no se salvan de recibir sonoras mentadas de madre. Esto no es una fiesta: es la expresión del hartazgo. Entre la multitud alcanzo a ver a una muchacha que lleva colgado un cartel: "Antes mi papá manejaba un camión y llevaba luz a muchas personas. Ahora, no tiene ni para comprarse una pinche Coca Cola". Claudia y yo nos ponemos a tomar fotos; Erick graba el paso de la marcha: hay que documentar, aunque sea modestamente, la magnitud de la marcha porque con el tipo de medios de comunicación que tenemos en México muy seguramente se minimizará la asistencia. Erick se adelanta: quiere llegar al Zócalo para ver qué está pasando.
Ya en el Ángel, cinco vivaces personajes posan para la foto. Parecen super héroes con disfraces hechos de papel. Una vestida con un traje rojo es el centro de atención. Los electricistas que pasan frente a ellos les chiflan y aplauden: "¡Ese apoyo si se siente!", comienzan a corear. Las consignas, como siempre, son creativas y mordaces. Mi favorita: "Señora Hinojosa, ¿por qué parió esa cosa?". A lo que respondemos: "Señor Calderón, ¿por qué no usó condón?". Varias banderas gay ondean; los colores del arcoiris destellan entre las banderas rojas del SME. Los enormes ojos de un Zapata ploteado en una gran manta observan a la multitud diversa: chavos con máscaras de luchadores, punketos, amas de casa con sus familias, mineros y electricistas de todas edades y complexiones, tambores batientes de la ENAH, contingentes de facultades, escuelas, prepas y cchs de la UNAM, del IPN, de la UACM, de la UAM: todos rumbo al Zócalo.
Pero llega un momento, casi cerca de la Alameda, en que Claudia y yo nos damos cuenta de que no llegaremos a nuestro destino. Hacia atrás, la marcha se extiende hasta la glorieta de Colón y a lo largo de todo Madero ya no cabe ni un alma. Claudia llama a Ronaldo, amigo suyo fotógrafo de AFP. Nos encontramos en la esquina de Madero y Balderas. En un dramático cambio de contexto, entramos al mall Plaza Alameda. Musiquita ininteligible de fondo, escaparates relucientes, aire acondicionado: un oasis de consumismo y evasión. Ronaldo y Henry, colega suyo de Reuters, tienen que enviar a sus respectivas redacciones las fotos que han tomado de la marcha, por lo que usan la conexión de internet en el Starbucks del mall. Mientras las fotos suben lentamente, la noche cae: ya son las 8pm. Desde el Starbucks se aprecian todavía varios contingentes que marchan hacia el Zócalo, pero no se escuchan sus consignas. Los gruesos ventanales del mall aislan el sonido de la calle. Estamos en una especie de pecera fortificada y, además, resguardada por tres uniformados. Interesante metáfora para la condición de varios sectores de las clases media y alta en México: a través de sus ventanas pueden ver lo que sucede en las calles, pero no escuchan las razones de un despliegue público que seguramente les parece molesto y absurdo.
Si bien el sindicalismo mexicano se ha calificado, con justa razón, de charro y corrupto; si bien muchos sindicatos son hervidero de aviadores y malos manejos; si bien es imborrable el recuerdo de las fechorías de Fidel Velázquez, novamás del liderazgo sindical (ese pobre hombre que en las últimas ya parecía momia), los electricistas, como sucedería con cualquier otro gremio, no están de acuerdo con que masivamente se les prive del empleo. Lo que ayer me pareció emotivo e impresionante fue la asistencia de miles de personas ajenas al mundo de los sindicatos que se identificaron y solidarizaron con la lucha de los electricistas. Porque hoy es el SME, pero mañana solo Dios sabe a quien le tocarán los palos.
4 comentarios:
Que buena crónica! casi me sentí ahi! muy visual y vivaz.
¡Genial la crónica!
Pude imaginarlas ahí marchando, casi como antes pero con los piens más cansados.
Besos!
Estuvo muy buena jajaja. YO vivo justo sobre Reforma y me chuté todo el proceso. Y la foto de mi blog, en donde se veía poca gente, es de cuando apenas estaban llegando las personas.
¿Qué puedo decir? Impactante ver a tanta gente; impresionante tu crónica; impensable que el gobierno federal promueva el desempleo -con todo y q en campaña promovían lo contrario-; increíble que sean tantos los afectados, pocos los interesados en el asunto, y muchos los que aplauden estas acciones cuasidictatoriales...
Dicen que cada quién tiene lo que se busca... Pues, ¿qué será eso que buscamos los mexicanos?
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