Para Gilberto, por un estupendo reencuentro.
Desde que Avatar de James Cameron se estrenó en cines ha hecho de las suyas. La gente que ya la vio llora, se emociona, aplaude y, con justísima razón, se maravilla ante una película visualmente impecable y extremadamente atractiva. Si: Avatar es el novamás del uso de la tecnología al servicio de la creación fílmica. Pero (el negrito en el arroz sale al quite), hay ciertas cosas de Avatar que, por lo menos a mi, no me convencen y que, para variar, tienen que ver con mis malformaciones ideológicas.
ADVERTENCIA. El presente post, como tantos otros publicados en este espacio, está escrito desde el hígado. Contiene algunos spoilers que, si no has visto la película, pueden arruinarte el goce de la misma. Léase a discreción pues, porque será el sereno pero no me gusta agüarle el cine a nadie...
En un futuro (no muy) lejano en que la Tierra han sido devastada por sus propios habitantes, el marine paraplégico Jake Sully (Sam Worthington) llega a Pandora, una de las lunas del planeta Polifemo, en misión científico-militar para explorar aquéllas tierras exóticas y extraterrestres. Resulta que Jake es el único que puede operar el carisisísimo avatar de su hermano gemelo asesinado, por lo que acepta el trabajo a cambio de una cirugía que le permitirá volver a caminar. A pesar del genuino interés humanista de la Dra. Grace Augustine (Sigourney Weaver) por conocer y comprender a los nativos de Pandora, los Na'vi, a través de los avatares -híbridos creados a imagen y semejanza de ellos a partir de material genético humano-, la única intención del cínico administrador corporativo del lugar, Parker Selfridge (Giovanni Ribisi), es utilizar los avatares para negociar lo más diplomáticamente posible la explotación del muy lucrativo unobtainium de Pandora y, si por las buenas los Na'vi no se dejan despojar de su riqueza, el pendenciero y mamón Coronel Miles Quaritch (Stephen Lang) está ahí para obligarlos a la mala.
Mediante el avatar que controla, el espía Jake se integra al clan Omaticaya de los Na'vi: después de tres meses de convivencia aprende su lengua, sus costumbres y, de paso, se enamora de Neytiri (Zoë Saldaña), quien resulta ser la hija de Eytucan (Wes Studi), líder del clan. Obviamente Jakesully muy pronto se da cuenta de que los Omaticaya no están dispuestos a ser desplazados de su hogar, a ser despojados de su forma de vida, por lo que Quaritch responde de la única manera en que un militar saber hacerlo: destruyendo el Árbol Sagrado en que viven para forzarlos a emigrar. Tras el devastador ataque, Jakesully se pasa del lado de los Omaticaya y se convierte en el caudillo que los Na'vi habían esperado, organiza la resistencia armada ante los invasores y termina por darles una patada en el trasero a los terrícolas belicosos que son exiliados de Pandora para siempre (o hasta nuevo aviso si es que Cameron ya planea una secuela).
No voy a negar que a pesar de sus más de dos horas y media, Avatar me pareció una película muy entretenida y nada aburrida. Tampoco menospreciaré el hecho de que Avatar lleva a las famosas CGIs (imágenes generadas por computadora) a un nivel de maestría y perfección inconcebibles. El problema es que tanto preciocismo, tal despliegue tecnológico, da por resultado un producto esencialmente hollywoodense, diseñado para arrancar lágrimas y dólares (llámenme insensible o retrógada, pero ante la espectacularidad prefiero abogar, como lo hiciera Lars Von Trier hace un tiempo, por el Voto de Castidad del Dogma 95). Además, la historia que Avatar cuenta ya la hemos visto infinidad de veces: en Danza con Lobos (Kevin Costner, 1990), en El último samurai (Edward Zwick, 2003), en La Misión (Roland Joffé, 1986) y en un nutrido etcétera. Avatar explota de manera efectista el leitmotif del extranjero que se torna aborígen y sucumbe a la tentación etnográfica de ser uno con ellos, con los otros, de trascender el mero "estar ahí" que Clifford Geertz tanto defendió; el extranjero que, seducido por tanto exotismo, prístinamente se integra a la tribu para, encima, ser el elegido que guiará a los nativos en su lucha por la emancipación (cualquier alusión etnocéntrica en ello parece no ser mera coincidencia). Avatar realiza lo que para algunos es la imposibilidad antropológica por excelencia -la asimilación total- llevada hasta sus últimas consecuencias: el final de la cinta en que Jakesully deja de ser un inválido mercenario gringo e irremediablemente se convierte en un Na'vi con todas las de la ley tras un ritual nativo que le permite habitar el cuerpo, el corazón y la mente de su avatar alienígena.
Pero esto no es todo: el virtuosismo visual y el final feliz de Avatar hasta cierto punto alienan al espectador promedio de la realidad de la explotación en la Tierra (a partir de este momento doy la palabra al pequeño rojillo que vive dentro de mi). ¿A poco es imprescindible representar a los Condenados de la Tierra de Franz Fanon como extraterrestres de rasgos felinos, cola y enormes ojos para poder vincularnos afectivamente con su infortunio? ¿Neto estamos tan enajenados del dolor humano que nomás con alienígenas sufrientes nos podemos sensibilizar? ¿A poco es indispensable imaginar que, por ejemplo, la Selva Amazónica es un deslumbrante lugar fuera de este mundo para indignarnos con su destrucción diaria? Si los estilizados, carismáticos y azulados Omaticaya se llamaran lacandones, vietnamitas, afganos o cubanos talvez la identificación fílmica no surtiría efecto. No es necesario irse hasta Pandora para tomar consciencia: las escenas en que los Omaticaya se conduelen por la muerte de los suyos recuerdan el drama de la historia de Panamá, Argelia, Nicaragua o Irak, reales víctimas de la expansión capitalista y su incesante búsqueda de nuevas formas de esclavitud.
Si bien Avatar parece criticar la barbarie del imperialismo y la falta de sensibilidad y respeto hacia la vida en todas sus manifestaciones no creo que el "mensaje" de la cinta sea leido unívoca y exclusivamente en este sentido. Sobre todo porque me parece que situar la masacre de un pueblo con todo y su ecosistema para aprovecharse de sus recursos en un lugar a años luz del aquí y el ahora convierte el horror del genocidio en ciencia ficción que, lamentablemente y para una gran mayoría, es más ficción que nada y en la peor de sus acepciones: es el equivalente de irrealidad, fantasía, apariencia. Para reflexionar seriamente sobre el insolente despliegue del poder absoluto prefiero mil veces Vals con Bashir que Avatar. Claro, el gusto se rompe en géneros y, como siempre, quien me manda pedirle peras al olmo...
Trailer, cortesía de machinima
Foto, cortesía de http://history1900s.about.com/library/photos/blyviet55.htm
5 comentarios:
Querida Montse:
Esta vez vengo a decirte que no te leí.
No quiero saber nada de esta película... hasta no verla y como tú eres líder de opinión nomás vine a apartar mi huequito para volver una vez vista y para dejarte muchos besos de año nuevo.
pues en definitiva si viene del higado si.... no hay error en los comentarios mas yo creo que perdiste en el impetu de tu naturaleza humana el deleite y union en la naturaleza del ecosistema por parte de estos habitantes de un planeta tan desarrollado que animales plantas y habitantes pueden tener una verdadera conexion sensorial interminable....
segun yo esta ahi el eje conductor de muchos de los argumentos de la pelicula... en ningun momento a mi entender se deja eso de lado para hablar exclusivamente del trato entre individuos....
ademas de que en efecto cumple la pelicula con todos los parametros de su realizacion hollywoodense debiste notar tambien que cada dialogo del malvado malisimo estupidamente cruel asesino de la pelicula son textos identicos a los mas famosos discursos de el ahora icono GEORGE BUSH... asi que una vez que el señor salio del poder se volvio representante de lo mas asqueroso de la raza humana a los ojos de su propia industria sin necesidad de aparecer solo en el cine independiente de arte o crítico sino ahora en la pelicula mas cara y que mas dinero recaudará en mucho tiempo.....
pues eso... a quien le importan los humanos si no pueden vivir en la naturaleza.... ahi esta la diferencia a mi entender en el argumento de la pelicula.... no es el rito lo que logra que el humano cambie y sobreviva , sino la intima comunicacion con la naturaleza de raza que el ahora pretende la que lo realiza, son los arboles, las plantas y los animales a su derredor lo que se los permite... ¿ O NÓ ?
animo.
Já... AVATAR... ¡qué risa!
Coincido, mi querida Montse, en que esta peli es una hermosura, la tecnología aplicada al cine hicieron que el filme tuviera un arte impresionante, pero... no es divertida, pues aún pagando $85 por una función en 3D, me dormí en el cine -sin pena-.
Hollywoodense hasta la médula, un mero western, pero ahora con personajes azules. Un guión pésimo -chico gringo conoce a chica exótica, amor imposible, valor del chico y conquista el amor eterno- ... una historia como cualquier otra.
Por otra parte, y siguiendo con los comentarios a tu post, creo que sí estamos muy distantes de la realidad. Todos criticamos lo que pasa en el mundo, todos tenemos una opinión al respecto del imperialismo, las guerras y la naturaleza, a pesar de ello la realidad no es lo suficientemente explícita –al parecer- para poder tomar un poco de conciencia al respecto, sin embargo unos alienígenas azules tienen el poder que la vida real parece no tener.
Esperemos que los próximos proyectos cinematográficos no sean simplemente una joya para nuestros ojos, sino también para nuestras mentes. No hay que conformarnos con un arte visual increíble, pues una buena cinta (a mi parecer) es la que también cuenta una buena historia.
Besi
El ser humano ha alcanzado una capacidad técnica y tecnológica impresionante con la que es posible realizar prodigios que aquellos que murieron hace 100 años no hubieran podido imaginar, sin embargo estas técnicas han sido dirigidas (y financiadas) bajo el puño de ideologías vorazmente colonialistas, furiosamente imperialistas, ambiciosamente vanidosas, glotonas y virulentas, soporíferas del verdadero intelecto.
El tipo de ideologia que guía el uso de la maravillosa técnica que hemos alcanzado nos da como resultado acciones vergonzosas que en última instancia nos llevan a un suicidio masivo disfrazado de paraíso plastificado, de comodidad virtual, de una libertad que de tan chata y simplona es mas justo llamarla conformismo somnoliento.
Avatar es un gran ejemplo de los síntomas de la enfermedad que nos aqueja. Su técnica es impresionante, la tecnologia usada inimaginable. Lograron crear un paraiso virtual lleno de nuestro anhelo de conexión con la naturaleza, en el cual viven seres que representan a una humanidad extraterrestre mas humana que la nuestra.
Ténicamente es impecable, visualmente es bellisima; lástima que ideológicamente sea la misma gringadera de siempre.
Anecdóticamente es un escupitajo en la cara (por decir lo menos)a los paises del tercer mundo: ninguno de entre todos ustedes puede salvarse sin la ayuda del imperio, aunque sea a través de un renegado proveniente del imperio pero no por sus propios medios.
¿Por qué un soldado gringo es el elegido de un pueblo al cual no pertence? Y podemos extender aun mas el asunto preguntándonos por qué éste pueblo alienígeno funciona con el deforme dogma cristiano gringo de "el elegido" "el mesias" "el heroe que vendrá a librarnos de la responsabilidad de salvarnos a nosrotros mismos".
Avatar aparentemente critica el imperialismo euroamericano, pero no lo lleva a sus últimas consecuencias, es una crítica laxa, no hay un verdadero reclamo y no lo hay por que es una película hecha por la industria gringa para sus gringuitos y nosotros: sus agringados bien mansitos.
Lo que si hay es una clara repoducción del cuento de pocahontas, mito aberrante que justifica la mórbida invasión, hay una reporducción cínica de los valores cristianos ultraderechistas que guían la creencia de que no podemos salvarnos solos del asesino despiadado, que nos dicta que tenemos que sentarnos a llorar por nuestro triste e irremediable destino hasta que el militar gringo salga de su estupidez para darse cuenta de que ha sido un culero y que al fin tenga las ganas de salvarnos y convertirse en uno de nosotros.
Esta peliculita pudo haber sido un peliculón, el nivel técnico necesario para ser una obra maestra ya lo tiene, el gran vacío espiritual del que padece lo convierte en una mediocridad mas de nuestros tiempos, es un monumento mas a la vanidad del dictador, es una muestra mas del arte (en su mas esencial acepción de técnica) al servicio de los discursos del poder.
No es nada maravilloso para aquellos que estamos hartos de la lentejuela, del plástico que brilla como oro y la manipulacion emocional que dia dia nos invade a través de la caja idiota, el celuloide hollywoodense y el ojo de internet que todo lo ve.
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