La culpa y el remordimiento, queridos lectores, no olvidan ni descansan y, tarde o temprano, pasan caro su factura. Ari Folman (Haifa, 1962) lo sabe muy bien. Vals con Bashir (Waltz with Bashir, Israel / Francia / Alemania / Estados Unidos / Finlandia / Suiza / Bélgica / Australia, 2008) es su manera muy personal de saldar esa factura a propósito de la masacre de Sabra y Shatila, ocurrida en Beirut entre el 16 y el 18 de septiembre de 1982.
La historia del llamado Medio Oriente siempre me ha parecido endiabladamente compleja. Comprender a profundidad los avatares de las alianzas, traiciones y guerras entre los países y organizaciones árabes y el Estado de Israel en los últimos 50 años requiere otros 50 años de estudio. A pesar de la dificultad, ahí les va un diminuto background del momento histórico que compete al corazón narrativo de Vals con Bashir: el 6 de junio de 1982 Israel invade Líbano que, desde 1975, sufría la devastación de una guerra civil. El pretexto de la invasión fue el atentado contra el diplomático israelí Shlomo Argov, ocurrido en Londres y perpetrado por la Organización Abu Nidal, un grupo terrorista árabe. Esta invasión, bajo el nombre de Operación Paz para Galilea, también permitía a Israel combatir a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) que había lanzado varios ataques contra objetivos israelíes desde territorio libanés. Entre junio y agosto, las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) sitiaron Beirut para erradicar a los combatientes de la OLP allí asentados y durante este sitio Bashir Gemayel, un muy joven político cristiano maronita, fue elegido presidente del Líbano con el apoyo de Estados Unidos e Israel. El 14 de septiembre de 1982, menos de un mes después de su triunfo, Bashir fue asesinado: una bomba, de procedencia siria, explotó mientras daba un discurso a los miembros de su partido, los Falangistas. Éstos decidieron que alguien tenía que pagar por la muerte de Bashir: los civiles del barrio de Sabra, pobre y musulmán, y del contiguo campo de refugiados palestinos de Shatila. Al abrigo de las FDI, los Falangistas realizaron una de las masacres más sangrientas en la historia reciente del Líbano, cuyo número total de víctimas fatales oscila entre 2,000 y 3,500.
Folman, a sus 20 años, llega a Beirut como parte de las FDI. Veinticuatro años después parece haber olvidado por completo esa etapa de su vida hasta que Boaz, un compañero de armas suyo, le cuenta un sueño que ha tenido recurrentemente: 26 perros enfurecidos lo persiguen demandando respuestas, 26 perros asesinados durante la invasión al Líbano. La secuencia inicial de Vals con Bashir es sobrecogedora y deslumbrante y definitivamente marca el tono de este documental animado que es -y no exagero al decirlo- el epítome de lo bello y lo terrible. Con la esperanza de reconstruir su pasado y determinar cuál fue su papel en los hechos, a lo largo de dos años Folman platica, principalmente, con viejos amigos y camaradas quienes, a través de sus historias de guerra, fragmentarias y a veces contradictorias, lo conducen hasta aquellos oscuros días de septiembre de 1982. Las anécdotas que despliega Vals con Bashir transitan de entre lo onírico, lo absurdo y lo sublime, pero nunca dejan que el espectador olvide el drama humano de éste o cualquier otro conflicto armado. La secuencia final -escenas reales tras la matanza de Sabra y Shatila- es sencillamente devastadora. Hacía mucho que una película no me conmovía tanto.
De una factura impecable, Vals con Bashir es una reflexión sobre las razones de la desmemoria frente al absurdo de la guerra (que me recuerda a esa otra película animada, entrañable y magnífica: Persépolis de Marjane Satrapi). Tal vez mi único y gran pero es que Folman, tan preocupado por el asunto de la responsabilidad, no exhibe ni se cuestiona en Vals con Bashir sus razones para haber participado en la Operación Paz para Galilea: en aquel 1982, ¿era un patriota israelí, un fanático antimusulmán o un hombre muy joven que fue enlistado a la fuerza sin saber qué le deparaba Beirut? Como espectador, el no saber su postura política entonces exime de culpa, hasta cierto punto, a Folman, cualquiera que sea su postura política ahora. El desconcierto de la guerra no aniquila en sus protagonistas la toma de partido, al contrario: la magnifica. A pesar de que las imágenes de Vals con Bashir son demoledoras, me resultan un poco asépticas al ignorar su procedencia ideológica. En fin, salvo mis obvios prejuicios de rojilla musulmana, esta cinta es una joyita de lo estupendo. No se la pueden perder. El trailer es cortesía de Pandora Film Verleih.
1 comentario:
La vi en el FICCO. Lo shuevitos co chocolate que me estaba comiendo se me agriaron en la secuencia final que pasa de la animación a la realidad.
Muy muy buena peli, crudota.
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