jueves, 4 de febrero de 2010

Espera

Querido S:

Vaya que es cierto:
espera es el comienzo de la palabra esperanza. Aunque también -y precisamente esta tarde en que el sol a duras penas le gana a la lluvia- coloco espera justo en medio de otra palabra: desesperanza.

La espera es la entrada a un limbo donde el tiempo no funciona como de costumbre. No es temprano ni tarde: al esperar no se sabe si el momento preciso del encuentro está por venir (ya casi, ya casi); o si -¡maldición!- pasó de largo, como quien busca sin querer encontrar; o si, por algún despiadado arreglo del destino del cual obviamente no somos partícipes, ese momento esperado nunca va a ocurrir. Esperar no es futuro, presente, ni pasado: es un hueco infinitivo porque infinita parece la espera.

La espera debiera calificar para ser medida en sus propias unidades. El necio e ininterrumpido recorrido de las manecillas del reloj no la contiene; tampoco el súbito cambio fluorescente de un número a otro en una diminuta pantalla. Uno lleva esperando, por ejemplo, dos tazas de café, cuatro cigarrillos y diecinueve páginas de una novela. Después de haber cruzado y descruzado las piernas tres u ocho veces, se pueden llevar once cambios de postura esperando. Esperar también es contar, pero en números que implican otras dimensiones, números que nada recuerdan al tiempo: cuántas veces me he pasado los dedos por el cabello –veintidós-, cuántas veces me he secado el sudor de las manos –cinco-, cuántas veces he creído verte entre la multitud –siete-, sin ser tu a quien miraba. Parece que esperar, que esperarte, podría medirse en terrones de azúcar, en bocanadas de humo, en puntos y comas, en incomodidades y efímeros descansos. Ahora mismo llevo doscientas ochenta y cinco palabras esperándote.

Esperar es agotarse en una lucha (perdida de antemano) entre la promesa y el hartazgo: desear verte ya y nomás no verte. Es un sentimiento amplio, como el amor, que se angosta en pequeños suspiros. Esperar es imaginarse lo peor: el trágico accidente que te impidió llegar a la cita o tu previsible fuga con otra mujer. Imaginar que no estoy en el sitio, el día y la hora que acordamos y que tu ya esperaste y desesperaste en otro tiempo y lugar. Y, naturalmente, imaginar que ya te has ido.

Espero el fin de mi espera: paciente, intranquila, desalentada, esperanzadamente. No creo que el término de mi espera coincida esta vez con tu llegada. Terminar mi espera es deshacerme de la certidumbre (¿a caso la tuve?) del encuentro. Levantarme e irme. Asumir que espacios y tiempos compartidos no sucedieron esta vez. No para nosotros, no hoy ni aquí. Tomaré los fragmentos de las novelas que leí esperándote, los accidentes que nunca ocurrieron (espero...) y las ganas de verte y las reservaré para mí. Las guardaré para otra espera, no la tuya.

Espero (hasta en la despedida sigo esperando…) que, si llegas, encuentres esta carta. Ella explicará mi ausencia.


6 comentarios:

Alex dijo...

muy muy muy lindo!!!! ojalá que ya no estés desesperada...

Aura Sabina dijo...

La espera es un dulce martirio donde la incertidumbre, el ensayo de la sonrisa ( para que se vea natural)las uñas que atrofian las uñas y el no concentrse en un libro que s epretende leer desde hace 20 minutos.Pero también es fortaleza.INdependientemente de que nuestro "sujeto (objeto) de deseo acuda a la cita (formulada o no)es importante ese momento de soledad com herrameinta para facilitar el análisis)

Sebastián Áli dijo...

parece como si publicar este bellisimo realto fuera una advertencia de que tendremos que esperar mas tiempo del acostumbrado para que nos deleites con nuevos posts... ya dinos algo, no? jijiji.

Muchos besos, ¿como van la tesis y la ponencia veneciana? chambeele, eh?! mas besos.

Kurumo MI dijo...

Creo que en algún lado, donde me parece que ya lo he escrito y por lo que también tengo la impresión de que lo has leído, compartí la historia del supuesto amor de mi vida.

Ja, tan trillado mote, ¿no crees? Pero lo que en sí quiero comentar es que me hiciste pensar, nuevamente, en él -con eso de que lo ando recordando tan seguido-, pero, de alún modo, un tanto más mortal y desidealizado...

Anónimo dijo...

Una pregunta... ¿tú escribiste esto?
Si es así, creo que te lo están fusilando en otro blog...
Saludos!

Montserrat Algarabel dijo...

Anónimo: Ohhh, claro que escribí esto y desde el 2006. Esta es la versión más reciente del texto original. Gracias por avisarme del plagio, pero me queda una duda: ¿dónde, si puede saberse, para armar la trifulca?