miércoles, 29 de diciembre de 2010

Ramificaciones

He recibido una "propuesta indecorosa". ¡Vaya término el que se usa para una invitación que, de aceptarla, tendría ramificaciones complicadas, incluso embrollosas! Ramificaciones, simples ramificaciones, como todo lo que se decide o no hacer. Indecorosa porque habría que echar por la borda el "decoro" -noción digna del Manual de Carreño- para aceptarla, lanzar por la ventana ese "pudor" y esa "decencia" impostores que los Carreños le meten a una hasta la médula. Un hombre casado, con quien trabajé hace tiempo y a quien quiero y respeto muchísimo, me propuso escaparnos por ahí. Robarnos el aliento. Un hombre, a quien llamaré T, quince años mayor que yo, me propuso perdernos y encontrarnos bajo las sábanas. Un hombre brillante, con una trayectoria muy reconocida. Un hombre cuya invitación me dejó boquiabierta porque nunca la hubiera imaginado.

No es una salvedad moral (entendida a lo Carreño) lo que hasta ahora me ha impedido darle una respuesta inequívoca a T. No creo que escaparme con él sea bueno o malo; tampoco creo que robarnos el aliento sea un acierto o un error. Y, al mismo tiempo, decidir en esta encrucijada es un acto eminentemente moral: las ramificaciones de un si, como las de un no, apuntan hacia quién soy, hacia qué quiero, hacia qué valoro y cuánto. Incluso la forma y vía que la respuesta tome será producto de un acto moral. La clandestinidad de la aventura, una ramificación del si, no me asusta; el placer perdido (tan efímero como pudiera ser), esa ramificación del no, tampoco me acongoja. Podría pensarse (¿lo leerá así T?) que esta indecisión mía es mero disimulo, mera estrategia para cocinar a fuego lento el deseo o para hacerme pendejísima y evitar así la responsabilidad de una negativa frontal. No es el caso: es genuina indecisión. Dudo porque deseo -ay, ¡el bendito y abrasador deseo!- y también temo. Temo porque vislumbro las ramificaciones de rendirse al deseo: la amorosa afición desmedida de la que ya he sido presa antes.

Supongo que esta indecisión mía deja las puertas abiertas de par en par entre T y yo: puede entenderse como un aplazamiento momentáneo. Puede indicar que, de encontrarnos dada una feliz casualidad, no habrá decoros, pudores, ni decencias que eviten nuestra huida en la misma dirección. Puede entenderse así, pero no hay como tener claridad para decidir y, así de clara y honestamente, hacerlo saber; claridad que, al menos hoy, se me escurre entre los dedos. Me voy: es hora de responder el más reciente mensaje de T que dice, palabras más, palabras menos:

Te mando hartos besos, deseándote lo mejor. Cariños, T.
PD atrevida. De mis deseos de año nuevo: tú...

sábado, 18 de diciembre de 2010

Cultura, divino tesoro: sobre la Primera Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumo Culturales

El pasado 15 de diciembre se dieron a conocer los resultados de la primera Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumo Culturales que el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA) encargó y pagó a la empresa Defoe Experts on Social Reporting: más de 7 millones de pesos se fueron en aplicar 35 mil entrevistas cara a cara y en sistematizar la información recabada. Tales resultados han sido fuente de sorpresa para algunos y causa de indignación para otros porque apuntan, precisamente, hacia una flagrante obviedad: en México, la "cultura" es un pequeño lujo al que una abrumadora mayoría de los mexicanos y las mexicanas no tiene acceso. Un lujito que, según Defoe, carece de interés masivo (salvo la tele, eso sí) en un país donde la supervivencia es el común denominador de millones de habitantes. Y si: díganme, por favor, quién tiene tiempo de pensar en el teatro, la danza y la literatura cuando, tiro por viaje, hay que estar esquivando golpes, balas y porrazos en todos los frentes.

A pesar de que los numeritos y su lenguaje nunca me han parecido atractivos (e incluso creo que tienen mucho de perniciosos), los resultados de la Encuesta dan muchísimo de qué hablar. Es preocupante que, según Defoe, al 91.1% de los encuestados (de entre 13 y 18 años) no les interesaría estudiar alguna carrera o taller relacionado con el teatro; que sólo el 33% haya asistido, alguna vez en su vida, a un espectáculo de danza (presentaciones escolares no incluidas); y que del 18% que ha comprado libros en los últimos doce meses, 5% de sus compras hayan sido libros de superación personal. La cifras, como las imágenes, no mienten, dicen por ahí. Pero, ¿de veras las relucientes y carísimas cifras de Defoe dicen algo sobre la "cultura" en México? ¿Pueden los hábitos, prácticas y consumo culturales comprenderse a través de meros porcentajes? ¿No debiera haber realizado Defoe un estudio cualitativo para responder más profunda y reflexivamente a las cuestiones sobre el sentido y el significado de dichos hábitos, prácticas y consumo? Y, sobre todo, ¿cómo diablos y con qué criterios se crearon estas cifras?

En primer lugar, es vergonzoso que en la presentación de resultados de la Encuesta -207 láminas de PowerPoint y ni un texto introductorio, ¡chale!- sólo 2 láminas estén destinadas a explicitar la metodología y que brillen por su ausencia definiciones de términos como cultura, hábito cultural, práctica cultural y consumo cultural (ya ni qué decir sobre la problematización de estas definiciones inexistentes). En segundo lugar, es alarmante que por ningún lado aparezca el concepto industria cultural porque, dado el perfil de las preguntas de Defoe (aglutinadas mayoritariamente en torno a frecuencia de asistencia y empleo de recursos -tiempo y dinero- en actividades "culturales"), pareciera que el tema de la Encuesta se vincula directamente al de las industrias culturales. Me pregunto si los analistas y encuestadores de Defoe hicieron algún tipo de taller, debate o mísera reunión para desentrañar los misterios de un término tan complejo y debatido como lo es cultura o, por lo menos, para consensar una definición operativa de ésta que guiara el trabajo. Me pregunto si, de plano, en Defoe construyeron y aplicaron la Encuesta en un vacío teórico que, lógica y previsiblemente, fue llenado de prejuicios. Una consultoría seria, en cualquier ámbito de investigación, no se avienta como el Borras a hacer trabajo de campo, es decir, no se lanza felizmente a hacer encuestas en todos los estados de la República sin una arquitectura conceptual (aunque sea en obra negra), mucho menos si está lidiando con un concepto tan denso como cultura. Y, en un escenario así, mejor ni opino sobre los problemas epistemológicos del "análisis" e "interpretación" de datos (porque, además, no encuentro análisis ni interpretación alguna que refutar en las 207 láminas de la presentación).

Otra cosa que me pregunto es por qué el CNCA encomendó la Encuesta a Defoe, teniendo a mano, por ejemplo, todos los institutos y facultades de la Universidad Nacional Autónoma de México, los tres grandes campus de la Universidad Autónoma Metropolitana y los Centros de Investigación CONACYT. ¿Por qué dejar en manos de la "primer empresa boutique de estudios de mercado y opinión pública en México" -como se denomina Defoe en su cuenta de Twitter- un proyecto como éste? De puritita casualidad, esta "empresa boutique" ¿se habrá puesto en contacto con Néstor García Canclini (por mencionar solamente al investigador más renombrado en temas de cultura de los muchísimos que existen en este país) para hacer la Encuesta? No lo creo. La razón según Ernesto Piedras, director de The Competitive Intelligence Unit, otra consultoría de investigación de mercado, es que ninguna universidad habría podido financiar un estudio de esta envergadura. O sea: la Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumo Culturales es cuestión de cochino dinero y no de competencia académica. Por eso estamos como estamos; luego por qué uno está convencido de que la "cultura" en este sexenio es botín político e ideológico (como se vió en los festejos del Bicentenario), suntuoso ornamento o simple producto, enajenable y enajenante, cuyo valor se tasa nomás en signos de pesos (o dólares). Vivimos en -si me permiten la broma- la burda incultura del Felipato, un reyno violento y sin futuro, en el que las instituciones públicas regalan cantidades obscenas de dinero a las empresas privadas de sus amigos, familiares, socios o aliados: resulta que el dueño de Defoe Experts on Social Reporting, Rafael Giménez Valdés -con estudios en Ciencias Sociales en el ITAM y maestría en "Public Opinion Research" por la Universidad de Connecticut- fue Director General de Investigación y Análisis Estratégico en Los Pinos y actualmente es el coordinador de Opinión Pública de la Presidencia. Ya salió el peine: seguramente le asignaron a Defoe la Encuesta porque ora resulta que su equipo de trabajo es muchísimo más chingón que los y las mismísimos/as investigadores de la UNAM y de la UAM y de los Centros CONACYT juntos...

Para terminar este post, incluyo un novísimo Top Ten (aplausos) en el cual enumero los 10 bochornosos gazapos que, a ojo de buen cubero, encuentro en los resultados de la Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumo Culturales. Si los quieres bajar (los resultado de la Encuesta) en pdf, pícale aquí para buscarlos en la página de CONACULTA.

1. Preguntar: ¿Alguna vez usted ha ido: al cine / a un espectáculo de danza / a una presentación de música en vivo / a un concierto de música clásica / a ver una obra de teatro / a una zona arqueológica / a un museo / a una biblioteca / a una librería / a alguna exposición de artes plásticas / a algún espectáculo de artes visuales? La Encuesta, ¿también incluye una suerte de dimensión diacrónica o nomás fue una simple ocurrencia de alguien, sin echarle más coco al asunto, hacer este tipo de preguntas?

2. Comparar algunos de los resultados de la Encuesta en México con cifras de Francia, España y UK (que, por cierto, en español debe escribirse RU, de Reino Unido, y no UK de United Kingdom, no sean presuntuosos...). Parece que alguien cortó y pegó a tontas y locas cifras que sólo Dios sabe de dónde salieron y si son o no comparables a las cifras mexicanas. Eso les pasa por andarle poniendo crema importada a sus tacos...

3. Usar indistintamente el usted y el tu en la formulación de las preguntas. Ser sistemático no le cae mal a nadie, sobre todo si te dedicas a sistematizar grandes cantidades de información.

4. Creer que la música clásica es sinónimo o equivalente de música sinfónica y música de cámara. Clásicos hay muchos y muy variados. Existen otras maneras más creativas para indagar si los encuestados han escuchado en vivo la Sinfonía No. 10 de Mahler, el Cuarteto para oboe y cuerdas K 370 de Mozart, o si fueron a ver The Division Bell Tour de Pink Floyd o a Paquita la del Barrio en el Blanquita.

5. Pensar que quien estudia Antropología lo hace porque se interesa en explorar las zonas arqueológicas nacionales y otros vestigios del pasado. Resulta que infinidad de antropólogos no nos dedicamos a eso...

6. Suponer que la escenografía es un tipo específico de espectáculo en el área de las artes visuales. Y, por otro lado, eliminar a la instalación de las preguntas en la Encuesta porque nomás no encontraron en qué categoría incluirla. Esto es, sencillamente, incomentable.

7. Preguntar: En los últimos doce meses, ¿usted ha realizado algún viaje con motivos culturales? ¿Alguien puede explicarme qué tipo de viaje es este? De veras, la pregunta no me hace mucho sentido. ¿Se estarán refiriendo a viajes como el de la Gaviota y Copetitos al Vaticano? ¿A viajes con hongos o aceites? ¿O a los viajes que tienen que hacer quienes viven en el Estado de México si quieren llegar a la Cineteca Nacional?

8. Presentar los resultados de la pregunta: (cuya puntuación original no corrijo, nomás pa' que vean el nivel) ¿Podría decirme, 2 palabras que asocie o relacione con la palabra cultura? con una triste gráfica de barras en la cual "Otros" y "No contesta" son los valores más altos, con 19 y 11%, respectivamente. Mejor no haber preguntado nada.

9. Preguntar: ¿Qué tan interesado está por lo que pasa en la cultura o en las actividades culturales (teatro, danza, cine, literatura, conciertos)? Como si el interés por lo que "pasa" en la "cultura" (¿?) pudiera circunscribirse a la mera asistencia a actividades y sólo las del tipo que se menciona en la pregunta. Además no se dice qué tan sino cuán...

10. Dedicar dos solitarias diapositivas al tema Valores, entendidos éstos como el acuerdo o desacuerdo con posturas conservadoras/liberales en torno a la permanencia/renovación/incorporación de ideas (¿cuáles? sepa la bola) y valores (o sea, ¿cómo?), su impacto en la vida futura y las emociones, escogidas a priori -un epic fail barbarísimo-, que los encuestados y las encuestadas sienten por México. Parece que esto también responde a la afamada y chafísima técnica del copy-paste que emplea Defoe, esta vez a expensas de La Brújula Política, el sitio de un proyecto británico para explorar posturas ideológicas de quienes deciden responder a una muy interesante, esa si, batería de preguntas.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Sobre El General de Natalia Almada

Existimos personas -no sólo historiadores y psicoanalistas- a quienes el pasado y, sobre todo, la memoria que de éste se crea y recrea constantemente nos parecen temas fascinantes, vitales e incluso aterradores. Ya antes aquí había escrito un poco alrededor de mi amor por los archivos de problemático uso; había escrito en torno a las lagunas, los faltantes y los olvidos, impuestos o no, a los que uno se enfrenta cuando recuenta la historia o, por lo menos, cuando trata de contar algunas de las historias, propias y ajenas, que por azares del destino le interesan. Porque el pasado se reconstruye al narrarlo: adquiere matices, pierde algunas de sus coordenadas y habla en la medida en que le hacemos las preguntas correctas, como diría John Berger. Ahora que recién vuelvo de ver una película estupenda, que literalmente me hipnotizó durante 83 minutos, estas problemáticas se refrescan, se poetizan y se convierten en un buen pretexto para escribir el presente post.



Todo pareciera indicar que El General (Natalia Almada, México/Estados Unidos/Argentina, 2009) es un mero documental sobre Plutarco Elías Calles: El Jefe Máximo, "El Quema curas", "El Turco", quien fuera presidente de México de 1924 a 1928 y de quien se tiene un recuerdo por demás desdichado. El trailer alude al hecho de querer presentar a Calles desde una perspectiva íntima, una perspectiva que lo humanice frente a quienes, si bien nos ha ido, sabemos de él gracias a la Historia General de México de El Colegio de México (o a través de otros textos). Pero, por fortuna, esta película no resulta simplemente eso.

El General
es un ensayo sobre la memoria y el poder en el cual Almada, a partir de las grabaciones de audio que hiciera su abuela, Alicia Calles, reflexiona sobre los engarces entre pasado y presente. Así, este documental resulta un delicado y excepcional tour de force que igual recorre las calles del México D.F. contemporáneo para platicar con vendedores, estibadores y taxistas, que se pregunta por la efectividad de los mítines políticos de ayer y hoy y por la pertinaz continuidad de la devoción guadalupana y la Lotería Nacional. Como hace Yulene Olaizola en otra magnífica y muy recomendable película mexicana, Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo, Almada no repara en presentarse frente al espectador como la voz en off que devela los testimonios de su abuela, sus dudas y titubeos; la voz que generosamente cuestiona sus propias motivaciones para recrear ciertos episodios de la historia mexicana reciente, al tiempo que, con finura y destreza, liga retazos de un remoto pasado familiar a impresiones sobre un presente abrumador y caótico.

El General es una obra bellísima -en la cual el diseño sonoro de Alejandro de Icaza y la fotografía de Chuy Chávez se llevan gran parte de las palmas-, una sutil crítica de la persistencia oculta (y no tanto) de una forma de hacer política y de ser "ciudadanos" (más bien súbditos) que pareciera no haberse modificado un ápice -a pesar de décadas de inconformidades, intentos y muertes- desde que Calles fuera presidente de la República.

Si de dar estrellas se trata, de 5 le doy 5.
Trailer, cortesía de WMMNYC.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

52 Muestra Internacional de Cine. Sobre You will meet a tall dark stranger de Woody Allen

Desde que empacó las maletas y dejó Nueva York, las películas de Woody Allen de verdad que no tienen desperdicio. Hace cinco años inició su estancia cinematográfica en el viejo continente con Provocación (es decir, Match Point), a la que siguieron, entre otras, Los inquebrantables (Cassandra's dream) y Vicky Cristina Barcelona, tres soberbias películas [1]. Si bien El Ciego (Hollywood ending, 2002) es una brillante, divertida y ácida crítica de la industria de cine gringa, me da la impresión de que en la Gran Manzana Allen ya se estaba mordiendo la cola: hacer religiosamente una película por año desde 1982 [2] agota la creatividad de cualquiera, por lo que el dramático cambio de locaciones -que no de preocupaciones vitales- le cayó muy bien.




Conocerás al hombre de tus sueños (You will meet a tall dark stranger, 2010) es una comedia ligera (dicen los que saben que menor dada la magnitud de la obra de su autor), pero a mi me pareció muy divertida e interesante porque, como digna película de Allen que es, explora las dificultades -casi, casi la imposibilidad- de las relaciones amorosas. Helena (Gemma Jones, quien curiosamente es ¡la mismísima mamá de Bridget!) y Alfie (Anthony Hopkins) se divorcian después de décadas de matrimonio. Helena cae en depresión, por lo que su hija Sally (Naomi Watts) le recomienda ir con la (pseudo) psíquica Cristal (Pauline Collins), quien la entretiene y motiva gracias a su supuesto don para ver el futuro. Cristal le dice a Helena que -si, queridos lectores, es fácil de adivinar- "conocerá al hombre de sus sueños" y aprovecha para anunciar que Roy (Josh Brolin), el marido escritor de Sally, no tendrá la fama y fortuna que añora con el libro en que ha invertido años de trabajo. Helena comienza a explorar el mundo new-age de las vidas pasadas y el espiritismo, y así se involucra con alguien que comparte sus nuevos intereses, Jonathan (Roger Ashton-Griffiths), para lidiar con el hecho de que Alfie ha conocido un "nuevo amor", Charmaine (Lucy Punch), una joven y poco educada call-girl. Al tiempo que Helena busca el sentido de la existencia, Sally tiene un crush con Greg (Antonio Banderas), su nuevo jefe, y Roy fantasea con Dia (Freida Pinto), su vecina de rojo -comprometida para casarse, por cierto-, mientras espera penosamente el fallo de la casa editorial. Como esta es una película de Woody Allen -adivinaron de nuevo- todo (o casi) se complica para los personajes: ninguno obtiene exactamente lo que quiere y, en el camino, se cuestionan si los altibajos de la vida en verdad valen la pena.

En Conocerás al hombre de tus sueños, Allen ataca la cursilería y ñoñez de las comedias románticas hollywoodenses -sobre todo, los finales felices-, como ya lo había hecho antes con las excelentes Annie Hall (1977) y Manhattan (1979). A través de las historias de varias parejas de distintas generaciones, Allen urde en Conocerás al hombre de tus sueños una trama en la que nadie sale bien parado (he de apuntar que lo que sigue son SPOILERS, así que ¡aguas!): Alfie se casa y muy pronto se divorcia de Charmaine (embarazada, tal vez, de un galán de gimnasio) debido a las obvias diferencias entre ellos; Sally y Roy terminan porque su matrimonio parecía no ir a ninguna parte; tardíamente, Sally confiesa su atracción a Greg que ni se inmuta y, además, ya tiene sus queveres con Iris (Anna Friel), a quien la misma Sally le presentó; y aunque Roy y Dia acaban juntos es posible que su relación no sea larga porque ambos son el rebound del otro, dados sus recientes fracasos sentimentales. Por lo visto, los únicos que tienen algo así como "un futuro juntos" son Helena y Jonathan... La más reciente película de Allen termina con esta lista de desencuentros, un catálogo de sinsabores -no sin su genial dosis de humor- que da al traste con las fantasías e ilusiones de la típica comedia romántica. Porque si nos tomáramos en serio los continuos reveses y descalabros, muy infelices seríamos, eso si.

Conocerás al hombre de tus sueños inicia con una cita de Shakespeare que da título a una gran obra de Faulkner y que yo uso para darle fin a este post:

Life's but a walking shadow, a poor player
That struts and frets his hour upon the stage
And then is heard no more: it is a tale
Told by an idiot, full of sound and fury,
Signifying nothing. (Macbeth, Act 5, Scene 5)

La vida -y el amor por añadidura- es un cuento contado por un idiota que, ultimadamente, no significa nada. Pero este cuento lleno de ruido y de furia, al menos al estilo de Allen, es capaz de hacer reir y de hacer olvidar el sinsentido del mundo, al menos por un rato. Si de dar estrellas se trata, de cinco le doy cuatro.

NOTAS
1. Salvo Si la cosa funciona (Whatever works, 2009) que, curiosamente, no se estrenó en cine comercial en México y se ve bastante interesante con Larry David al frente del reparto, las seis películas que Allen ha filmado desde 2005 están situadas en ciudades europeas: Londres, Barcelona, París.
2. Aunque, a veces (y eso que no estoy contando cortos ni películas para televisión), eran más de una: en 1987 Allen escribió y dirigió Días de Radio y Septiembre.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Actividad paranormal 2

Tras lo que parece un extraño intento de robo frustrado, Kristi (Sprague Grayden) y Dan Rey (Brian Boland) arman su casa con un sistema de cámaras de vigilancia para sentirse de alguna forma protegidos. Kristi y Dan viven con su pequeño retoño, Hunter (los bebés gemelos Jackson Xenia Prieto y William Juan Prieto), y con Ali (Molly Ephraim), la hija adolescente del primer matrimonio de Dan, por lo cual la seguridad es prioridad en casa de los Rey. Pero las grabaciones de las cámaras poco a poco revelan que el peligro que los acecha no es de este mundo...

Hace tiempo reseñé aquí Actividad paranormal (Oren Peli, Estados Unidos, 2007). A pesar de que no me encantó, esta cinta de Peli tiene el gran acierto de intentar construir -porque no lo logra a cabalidad- una atmósfera agobiante con mínimos elementos. Dado el enorme éxito en taquilla de Actividad paranormal y porque ustedes lo pidieron, Paramount y Dreamworks -quienes compraron los derechos de la película original- se embarcaron en una segunda parte: Actividad paranormal 2 (Tod Williams, Estados Unidos, 2010). Hay que aprovechar la inercia mediática, ¿que no? El problema es que Actividad paranormal 2 es una pálida y revuelta sombra del potencial de la cinta que le antecede y produce más sueño que miedo.

Algo así como una precuela paralela, el falso documental de terror Actividad paranormal 2 inicia con un agradecimiento a "las familias de los muertos" en un intento por asentar verismo: la premisa de que lo que estamos viendo es real, de que sucedió así merito, no requiere tanta explicitud, basta con el hecho de construir toda la cinta con el "pietaje" de las cámaras, las de vigilancia y la de video que usa principalmente Ali. Basta con no incluir un soundtrack ni un original score, como hizo Peli en la primera película. El público sabe, sobre todo si fue a ver Actividad paranormal 2 embaucado por su antecesora, que no está frente a un testimonio real, sino que se trata de otra ficción más. La misma reacción de "ay, no maaameeen..." ocurre con los ominosos títulos que aparecen cuando Micah (Micah Sloat, el novio incrédulo de Actividad paranormal) entra a cuadro: resulta que Kristi es hermana de Katie (Katie Featherston), la chica a quien un demonio perseguía en la cinta de Peli.

La historia de la presencia maligna que acosó a las hermanas en su infancia aparece muy convenientemente en Actividad paranormal 2 para medio explicar las ocurrencias misteriosas en la casa de los Rey, pero está del todo desaprovechada (además, ¿que no la familia de Katie murió en el incendio al que se alude en Actividad Paranormal? Vayan ustedes a saber...). Como quien no quiere la cosa, nos enteramos por las búsquedas en internet de Ali que si uno hace un pacto con un demonio -por dinero o por poder- debe entregarle a su primogénito varón: Hunter, en el caso de la bisabuela de Katie. Lo que resulta un misterio, por lo inexplorado de esta línea narrativa, es cómo o porque la bisabuela andaba jugando con el chamuquín en cuestión, e incluso de dónde demonios salió esta bisabuela. Y otra situación totalmente inexplicada en Actividad paranormal 2 -lo que sigue es una grandísimo SPOILER, así que ¡aguas!- es por qué artes Martine (Vivis Cortez), la hispanic nanny de los Rey, logra hacer que el demonio que se le metió a Kristi se le pase a Katie: tanto las secuencias de la posesión como del exorcismo de Kristi son confusas, por lo que de oscuras tienen en todo sentido. Así, gracias a estos vínculos superficiales entre Actividad paranormal y su segunda parte, nos enteramos -ahí les va otro SPOILER- de la razón por la que Katie desapareció en la primera película: después de entrar a casa de su hermana, la mata junto a su marido y se lleva a Hunter hacia un destino incierto, tal vez una tercera entrega de la saga.

Si de dar estrellas se trata, yo le doy 1/2 de 5.



Trailer, cortesía de Scream4channel2.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Scott Pilgrim vs. The World

Scott Pilgrim (Michael Cera, again) es un nerd canadiense de 23 años bastante cool: bajista de la banda Sex Bob-omb, entusiasta aficionado a infinidad de juegos de video y liberal roommate de Wallace (un excelente Kieran Culkin), su amigo gay. Según Scott, no tiene suerte con las chicas, aunque ha andado con varias, como Kim (Allison Pill), la baterista de su actual grupo, y la rockstar Envy (Brie Larson), quien le rompió el corazón al dejarlo por la fama y la fortuna del showbiz. Seguro de que ha llegado el momento de olvidar a Envy, Scott decide salir con la aparentemente inofensiva niña de preparatoria, Knives Chau (Ellen Wong): todo sea por no estar solo y para, como dicen en inglés, move on. Pero las cosas se complican cuando Scott se topa en la vida real con la chica (literalmente) de sus sueños: Ramona Flowers (Mary Elizabeth Winstead). Resulta que esta chica -que cambia de color de cabello como de ropa interior (supongo)- no es un objetivo fácil: además de que Scott no halla cómo romper con Knives y de las dificultades propias de ganarse un si de la arrogante y sangroncilla Ramona, nuestro héroe descubre que si quiere salir con ella tendrá que combatir y vencer a sus siete malignos ex novios (que, en realidad, son seis si tomamos en cuenta el hecho de que Roxy (Mae Whitman) es una ex novia...).

Scott Pilgrim vs. The World (Edgar Wright, Estados Unidos, 2010) es la adaptación al cine de la novela gráfica -nada menos que un voluminoso comic según Leonardo García Tsao- de Bryan Lee O'Malley, tan exitosa y popular en Canadá y Estados Unidos que ya se mereció ser llevada a la pantalla grande. Para quienes son adictos a los video juegos, al anime y al manga -ya sean geeks, otakus o gamers- Scott Pilgrim vs. The World es la quintaesencia de las referencias intertextuales (si no me creen, pregúntenle a Poketronik): les habla directamente sobre un mundo que conocen muy bien y que disfrutan con pasión. Así, esta es una cinta cuyo público objetivo se encuentra justo en ese rango poblacional de gente que nació frente a una computadora, que siguió frente a la computadora gran parte de su infancia y adolescencia y que, ya entrados en su juventud (ay, ¡quien fuera chamaca!), continúan frente a la computadora. Gente que sabe que un bob-omb es un tipo de bomba trashumante que aparece en los juegos de la saga Mario Bros; gente que cuando espera, en una de esas, tiene en la cabeza una progress bar o que cuando piensa lo hace en forma de thought balloon; gente cuyos primeros contactos con el lenguaje audiovisual provienen de horas y horas de MTV y que han fantaseado con vencer malosos gracias al poder de su air guitar; en fin, gente que comparte un ethos generacional y mediáticamente determinado. Por eso, no es de extrañar que para quienes nacimos en los setenta (y no se diga quienes nacieron antes) muchísimas de las referencias que aparecen en Scott Pilgrim vs. The World puedan resultar ajenas, por decir lo menos, e incluso decididamente incomprensibles.

Aún así, Scott Pilgrim vs. los ex de la chica de sus sueños (como tuvo a bien ponerle Universal, la distribuidora en México) es una película muy atractiva y, sobre todo, muy bien lograda: el ritmo es excelente y los gags y diálogos divertidísimos. Tal vez la cámara sea demasiado esquizofrénica para algunas susceptibilidades, los cortes en la edición abruptos, los efectos especiales desmedidos y la música ensordecedora, pero el oficio cómico y cinematográfico de Wright es innegable, como lo demostró con su fantástica película Shaun of the Dead (Reino Unido/Francia, 2004). Si bien, por razones obvias, es posible comparar Scott Pilgrim vs. The World con otras adaptaciones al cine de novelas gráficas (como Sin City de Frank Miller y Robert Rodríguez o 300, otra obra de Miller, dirigida por Zach Snyder), el encanto de la más reciente película de Wright es su ligereza y buenaondez: la acción de los duelos entre Scott y los miembros de la Legión de Exnovios Malignos no le pide nada a los encontronazos épicos entre Leónidas y Xerxes, pero si que le deja a uno una sonrisita dibujada y no la fatídica lágrima Remy, como ocurre en 300. A lo que voy pues: Scott Pilgrim vs. The World no será un película trascendental, no cambiará vidas ni recibirá Óscares (¿serán estos los únicos objetivos del cine, proponer moralejas normalizadores y acumular premios de la crítica?), pero de que es una experiencia estética muy interesante y de que cumple con su cometido de entretener, no me queda duda. Y además lo hace muy, pero muy bien.

Si de dar estrellas se trata, yo le doy 3 de 5.



Trailer, cortesía de UniversalPictures.

sábado, 30 de octubre de 2010

Crónicas hospitalarias I

Pues si: por más formas que me invente para obviarlo, para aligerar el peso, para hacerlo llevadero, regreso a lo que me da pesadas vueltas en la cabeza. Regreso a lo que me ha tenido en vilo durante poquito más de un mes. Mi madre lleva 33 días en el hospital. Neumonía, dicen los médicos. Alzheimer, añadimos mi padre y yo.

***

Al principio uno está ahí todo el tiempo. Físicamente ahí, sin moverse más que para lo indispensable. Esperando penosamente. Confiando en que esto también pasará. Tan con el corazón en la boca que te lo muerdes de ansiedad. El teléfono sobresalta cada vez que alguien llama. El reloj biológico cede con dificultad ante la presión de dormir de día y velar de noche. La vida cotidiana se pone entre paréntesis: que se caiga la casa de sucia, que se pierdan el trabajo y hasta el prestigio, que quede mal con los amigos, que se mueran los gatos de hambre o de sed, no me importa. Pero luego, cuando los días se vuelven semanas, cuando la gravedad largamente sostenida deja de ser urgente, uno se acostumbra. El timbre del teléfono ya no espanta; las desveladas ya no agobian. Con sus pequeñas dosis de angustia, de culpa incluso (a veces pienso, ¿que tal que ora si se nos va y yo en otras cosas?), concretas lo que hay que concretar: no pierdes ni la cabeza, ni el trabajo, ni a los amigos (muy al contrario: están más presentes y cercanos que nunca). Los gatos siguen comiendo y bebiendo. Organizas la rutina diaria alrededor de las visitas al hospital y éste, poco a poco, se va trasformando en un lugar familiar: los olores y los sonidos -de inicio repelentes, irritantes, vomitivos- se vuelven el mero telón de fondo de un tiempo incontable de espera. La espera misma deja de sofocar, de abatir; a golpe de horas, se torna paciencia. Además, por momentos, ocurre una milagrosa metamorfosis: todo lo que ves deja de ser sórdido, desagradable o sobrecogedor y se vuelve misericordia pura. No me pregunten cómo opera este cambio, no lo se. Sólo puedo decir que soy testigo de que efectivamente ocurre. Ya les iré contando...

domingo, 24 de octubre de 2010

Catálogo de ventanas y cristales

La ventana de mi cuarto; sus vidrios, opacos de polvo, al sol. Las ventanas alargadas de la niñez en casa de mis padres, verdes de árboles y maleza. Las incontables ventanas del hotel al otro lado de la calle; sus cristales ahumados que guardan de la mirada inoportuna. Las paredes de vidrio en la sala de espera: escaparate del flujo de percances y premuras. El ventanal gris del baño del hospital; su ulular constante, otro paciente que también delira, que reza y susurra. La puerta translúcida del pasillo de urgencias, plagada de huellas de manos que empujan angustiadas: un delicado velo de cristal para los accidentes, el llanto y las partidas.



Video, cortesía de 4ADRecords.

sábado, 23 de octubre de 2010

El top ten de la semana: 10 argumentos contra las compañías multinivel

(MUY LARGA) ADVERTENCIA Si crees que trabajar para una compañía multinivel te dará -rápida y fácilmente- salud, dinero y hasta belleza, este post no es para ti. He de comenzar precisando varias cosas: soy absolutamente incapaz de integrarme gustosa al fabuloso mundo de las ventas (ni en legítima defensa podría vender algo); me cuesta mucho -entiéndase el cuesta en su sentido más amplio- embarcarme en la complicada labor de comprar productos, incluso aquellos que, para muchos, podrían resultar indispensables; no creo en el maquillaje, ni en el crédito, ni en las ofertas y mucho menos en las rebajas (aunque sean de otoño y en el Palacio); soy algo así como una intelectual (en ciernes) rojilla y proletaria de familia nada numerosa, es decir, una pobre estudiante de tiempo completo que en sus ratos libres visita a sus papás y ejerce distintos oficios -salvo el de vendedora, claro está- para concretar la vida cotidiana; y, por último, soy muy escéptica con respecto a la efectividad de todo tipo de medicinas, terapias y hasta gadgets que existen pa' vivir "saludablemente" (prefiero orar y esperar a que el propio cuerpo combata el resfriado antes de tomarme un tecito o de salir corriendo por un humidificador y por supuesto que no hay aspirinas en mi casa). Para mi infinita fortuna, la Vida me ha hecho y me ha mantenido bastante sana. Ah, y encima no olvidemos que, dadas mis (de)formaciones profesionales, el 99% de las salvedades que le encuentro al mundo son ideológicas... Hechas estas precisiones, ora si hablaré de lo que esta vez me truje: un top ten, como hace muchísimo no escribía (aplausos, ¡ja!), contra las compañías multinivel [1].

1. Pagar cualquier monto para que le "dejen" a uno empezar a comprar es una mala idea (así de simple).

2. Comprar grandes cantidades -y, por si fuera poco, muuuy frecuentemente- de un mismo producto que, la neta, resulta prescindible es una peor idea (si se tratara de leche o arena para gatos sería otra historia porque nunca están de más). Lo llaman "inversión inicial", requisito irreemplazable para entrar a cualquier multinivel, pero ¿para qué demonios quiero yo 30 latas de jugo mágico, exótico y afrodisíaco o 15 frascos de sofisticadísimas cremas magnetizadas e ionizadas al mes si, materialmente, no podría acabármelas (ni aunque mis gatitos me ayudaran) y, segurito, tampoco podría venderlas?

3. Adquirir a través del multinivel una pinche almohada o cepillo de dientes o purificador de agua al triple o cuádruple o quíntuple de lo que puede comprarse en cualquier otro lado, nomás porque el catálogo dice que es lo último de lo último y que además tiene propiedades milagrosamente curativas, es dar cuenta de que uno nunca, pero ni de pasadita, ha leido la Revista del Consumidor.

4. Gastar una fortuna por asistir a reuniones, simposios, retiros y cursos en locaciones paradisíacas o para hacerse de exclusivos "materiales" carísimos que -¡podría apostarlo!- manejan un discurso pobrísimo, de sentido común y maquiavélicamente manipulador es una barbaridad. Una cosa es la necesaria capacitación -que cualquier empresa medio decente le ofrece de manera gratuita (o semi gratuita) y constante (o ahí cada vez que se puede) a sus empleados- y otra cosa muy distinta es ordeñarle dinero a la gente de manera cínica y voraz.

5. Convencerse religiosamente, sin asomo a duda alguna (y, de paso, convencer a los demás), de lo redituabilísimo que es el multinivel y de lo super benéficos que son tooodos sus productos -hasta el punto de creer no poder vivir sin ellos- semeja más la psicología del adicto o de aquel embaucado en una secta que la del hombre o la mujer de negocios.

6. Pensar que la familia, los amigos, los conocidos, los desconocidos y cualquier cristiano o cristiana que uno se tope en la calle lleva dentro un exitosísimo vendedor en potencia y nomás está esperando a que uno lo "entrene" para que le caiga del cielo el negociazo de su vida es una ingenuidad. Para ascender en la pirámide que todo multinivel implica es necesario reclutar -de donde, ¡qué importa!- hartísima gente que es muy probable no tenga el don de vender (porque, ¡me cae que ese don existe y no se da en los árboles!).

7. Trabajar para un multinivel, cuya tasa de deserción es generalmente superior al 90%, es como tirarse a un río, con todo y soga amarrada al cuello con su correspondiente bloque de cemento al otro extremo o, de plano, puede equipararse a creer que uno segurito sí se saca la lotería o se casa con un multimillonario o multimillonaria porque ¡cómo chingados que no está en mi destino alcanzar el éxito!

8. Apostarle a trabajar en un multinivel porque "te vuelves tu propio jefe" o "tienes tus propios horarios" o "logras la libertad profesional y, sobre todo, financiera que siempre anhelaste" es engañarse de lo lindo (con el trabajo freelance, por cierto, es posible conseguir justo esa situación laboral: sudando la gota gorda, viviendo en la incertidumbre absoluta y, eso si, a larguísimo plazo). El hecho de que sólo uno entre miles, en efecto, lo logre (quien sabe por qué artes) no significa que la contadísima excepción se transforme invariablemente en la regla.

9. Confiar cándidamente en la ética profesional, integridad empresarial, compromiso social o, ya en el colmo de la ceguera, buena fe de un multinivel es como ser una linda ovejita que se mete feliz y voluntariamente a la negra boca del lobo. Las más de las veces, el multinivel no gasta un céntimo en publicidad para sus productos (pos si ni le hace falta); sin importar cuán efectivos y sanadores sean éstos, no los ofrece en ninguna farmacia, supermercado o tienda departamental (pos es que, de hacerlo así, se acabaría el negocio mija); no da explicaciones concluyentes sobre cómo lo que vende hace las (supuestas) maravillas que hace; no acepta devoluciones ni cambios; y, encima, tampoco dedica ni siquiera una raquítica suma de dinero a la seguridad social de sus "representantes" (pos... ni que fueran viles empleados): ¡que derechos laborales ni derechos del consumidor ni que ocho cuartos!

10. Suponer que en una estructura piramidal, tarde o temprano, todos ganan y nadie pierde es no tener idea de las muchas formas en que la esclavitud moderna se ejerce. Es como suponer que las "tiendas de raya" son cosa del pasado (ahí están Famsa y Elektra), que no existe explotación infantil o que la epidemia de VIH/SIDA es un cuento chino...

NOTA
[1] Una compañía multinivel, como indica su nombre, se organiza a través del llamado marketing multinivel que tiene tres características esenciales: la venta directa de los productos, gracias a la recomendación de boca en boca; la creación de redes para expandir el alcance y volumen de tales ventas; y la consolidación de jerarquías piramidales, así como la implementación de sistemas de compensación, para determinar los ingresos totales de cada miembro de la red. Ejemplo de multiniveles que operan en México y otros países del mundo son: Amway, Avon, Mary Kay, Herbalife, XanGo y Nikken. Para leer el artículo en inglés de Wikipedia sobre el marketing multinivel, pícale aquí.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Otros planes, otras historias o de como pasé la fiesta del bicentenario

La noche del 15 de septiembre fue particular. Tal vez porque un bicentenario no se da más que cada 200 años. Y no lo digo a razón de que me emocionaran o conmovieran las hollywoodenses festividades de Felipón (casi ni las vi): la gran celebración de la gran fecha histórica resultó a penas un transparente telón de fondo para otras tantas historias que esa misma noche y madrugada se entretejieron, historias que, tal vez, se estén desdibujando ahora mismo que escribo estas líneas. Otras historias de entre las cuales éstas son una pequeñísima ilustración. En un México devastado, cuyo futuro parece sombrío -muy a pesar de tantos y tantas que bregan a diario por hacerlo un poco más luminoso-, esa fecha será la mera referencia para cuando, de llegar a viejos, rememoremos los vuelcos del azar una noche tricolor: "¿recuerdas todo lo que pasó en la fiesta del bicentenario...?".

Yo tenía otros planes (¡vaya que los tenía!), pero la vida, como siempre, me hizo como quiso. Desde la tarde fragué encuentros que no llegaron a buen puerto (encuentros como el que el deseo me invitaba tener con M, pero él tenía otros planes). En lugar de comer con L, terminé comiendo en la cantina más cercana a mi casa con AA, T pequeño, C grande y T grande. Es muy posible que T pequeño no tuviera plan alguno (solo tiene 4 años), pero esa tarde conoció a C pequeña. Jugaron, cantaron y corrieron por la cantina mientras T grande y yo llorábamos (medio en serio, medio en broma) de tanta ternurita desbordada. AA tomó fotos para recabar evidencia del inocente y casual "primer ligue" de su hijo. Desentendidos de su padres, del festivo mundo de los adultos, T pequeño y C pequeña se comunicaron con la facilidad propia de los niños: un gesto, un empujoncito, una mirada y ya está y se separaron, debido a otros planes, cuando hubo que partir de la cantina para ir a sendas fiestas infantiles.

Luego C grande (que dado que C pequeña ha desaparecido de este relato ahora se transforma simplemente en C) y yo fuimos a tomar un café (curioso, ¿no? ¿A quién se le ocurre tomar café cuando la nación entera se emborracha gustosa y desmemoriada? Seguramente el expresso que se tomó C fue el último servido esa noche en la ciudad). Tras el café, nos encaminamos a casa de B. La idea era cenar fuera, en un lugar mítico y tradicional, había apuntado B (y ya no se hizo), o comer pay helado de limón en su terraza (y tampoco se hizo). Esperamos a que E llegara para concretar el único plan de los muchos que se habían urdido esa noche: ir felices, como había dicho B, a bailar al toquín de Los Cafres del Son. Son terracalentense (¿o será terracalenteño?), fandango, vacilón y cervezas para los males del corazón y un reencuentro, tantísimas veces postergado, con mis entrañables hermanos y hermanas. Incluso apareció NJ en el barecito, a tope de amigos y familia. Al terminar la música, B y E se fueron a seguir la fiesta, C se retiró temprano (viajaría al día siguiente) y los Cafres y yo fuimos a comer tortas a la calle de Sonora: otro plan emergente que surgió y, por fortuna, se concretó, porque en las tortas de Sonora nos encontramos a S y MF y aproveché para ponerme al corriente con H de cuanta aventura aún no habíamos compartido desde la última vez que coincidimos.

Luego K, en su calidad de director musical de los Cafres y anfitrión de travesía, decidió continuar la celebración en un pequeño antrillo de Medellín. El contingente había disminuído para entonces (sólo eramos 11), pero fue justo el requerido para llenar el lugar que, dicho sea de paso, tenía ambiente de bajo impacto: todo el mundo sentadito, platicando y compartiendo con una cerveza en la mano. Todo el mundo regocijándose en una independencia huidiza, cuya expresión más subversiva fue fumar dentro del antro cuando éste cerró sus puertas -con todo y los parroquianos adentro- a eso de las 2AM. Como había quedado de llamar a B para ver si los planes convergían (B siempre dice: si llegas a sentirte sola o aburrida, márcame), resultó que, para nuestra sorpresa, B y E estaban justo en el antrillo de al lado. Así las coincidencias, pasé parte de la noche yendo y viniendo: festejé a medio camino entre ambos lugares, bailando en uno, platicando en otro, observando más que nada. El antrillo de los planes de B y E rebozaba de ánimo y patriotismo: mucho baile, música más prendida, más cuentas verdirrojas al cuello, más banderas y motivos septembrinos, aunque igual número de celebrantes tricolormente alcoholizados que en el lugar de K.

Luego se acabó la fiesta en ambos antros y al salir cada quien del suyo nuevamente coincidimos B, E y yo. Los Cafres se despidieron y así, en una banqueta de Medellín, surgió otro plan más: ir a casa de AG, a quien no conocíamos hasta el momento en que nos invitó, junto con otros desconocidos: N, V y CR. Mientras caminábamos hacía el más reciente plan, resultó que N, igual que B, es filósofo en estancia posdoctoral y que V está haciendo la maestría en biología. Y también resultó que a V le habían encargado a CR y que CR tenía otros planes con AG y que, tal vez, N tenía planes conmigo pero yo no me di por aludida y que seguramente E tenía planes con B, pero todo eso corresponde a otras historias que quiza no me incumbe contar...

Luego, ya en casa de AG y después de unas horas de tomar agua (al menos V y yo tomamos agua), de fumar los últimos cigarros, de platicar sobre gatos y enfermedades, sobre el tiempo en Husserl y el erotismo de Bataille, después de adivinar los signos del zodíaco y reflexionar alrededor de la vida y expectativas de los becarios de CONACYT, después de que la embriaguez patria dio por resultado que E tratara de dormir, hiciera su luchita con B y mejor se fueran juntos, después de escuchar a Massive Attack, Yeah yeah yeahs y Everything but the Girl, después de hablar de los desencuentros amorosos y de que AG y CR se besaran frente a un gran ventanal, iluminado ya con las motas verdes brillantes del sol de la mañana que atravesaba los árboles de la calle, dieron las 9AM y se terminaron todos los planes. Hasta nuevo aviso, por lo menos. Hasta otra fecha grande. Hasta que así, a golpes de casualidad y azar, coincidamos de nuevo. Hasta que nos volvamos a encontrar.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Lo prometido es deuda

Estimada Panda en la Bañera:

Me dio muchísimo gusto conocerte al fin hace unos días o, más bien, sorpresivamente reconocerte en vivo y a todo color. ¡Lo que es salir del calabozo en que a veces duermo para aventurarme de noche por la ciudad!

Desde hace tiempo se algo de ti: primero tu blog, luego el Facebook. Ignoro que artes secretas operan para que uno se conecte con ciertas personas gracias a estos medios -vaya que el ciberespacio también es un pañuelo- pero el asunto es que así, en los aires de la virtualidad, uno se va enterando poco a poco de las filias y las fobias, compartidas y no, a pesar de nunca haber coincidido físicamente. Se genera la ilusión de conocerse cuando nos acercamos a alguien, como quien no quiere la cosa, al leer sus posts y ver sus fotos. Se van creando consonancias y afinidades(aunque, he de confesar, lo contrario también sucede). Y creo que un acercamiento de este tipo es esencial y sustancioso, a veces tan vital como el cara a cara, porque parte del contenido mismo de lo que se expresa. Siempre es alentador descubrir que los conocidos virtuales existen en la vida real, que pueden devenir amigos y que, si uno sale al mundo, los encuentros ocurren, se multiplican e incluso se revelan más afinidades de las que ya se adivinaban (¡qué tal que resultó que estudiamos en la misma Facultad!).

Además, las sincronías de tiempos y espacios en este monstruo de ciudad siempre me han parecido perfectamente insólitas. Esa noche no tenía intención de sacudirme las sábanas de encima: tuvo que convencerme alguien -un nuevo amigo en ciernes-, a quien tampoco conocía fuera del ciberespacio hasta ese día, para dejar la comodidad de mi cama y salir. Y luego tuve que convencerlo yo de ir a donde finalmente fuimos para coincidir contigo... Soy de las personas que se maravillan de las consecuencias inesperadas en un cambio de planes, de los hallazgos fortuitos en un "si" improvisado.

Lo prometido es deuda: como quedamos esa noche, escribí algo para celebrar el encuentro, algo que, debido a otras artes secretas de las cuales tampoco se mucho, tomó la forma de este post. Es cierto que cuando la vida sonríe, se ilumina y se aligera tal vez uno no tenga ya mucho que decir o que el tumulto de esa misma vida desbordada no permita el tiempo para decirlo, para escribirlo pues. Y si: mi vida últimamente sonríe, se ilumina y se aligera con frecuencia, a pesar de que, en el fondo, persista un dejo de penumbra que me pone a redactar estar líneas: invariablemente hace bien al corazón festejar sonrisas, luces y ligerezas.

Te mando un abrazo y espero verte pronto, n.

P.D. ¡¡¡Gracias por lo de la cartera!!!

sábado, 28 de agosto de 2010

Todo sucede

He olvidado por completo aquéllo sobre lo que quería escribir. Es difícil trazar la sinuosa trayectoria de un tren de pensamiento desbocado que al andar divaga por necesidad. Pero ser monotemática y circular -como soy- ayuda en estos casos: me parece que iba a escribir sobre los últimos días en que todo ha dejado de pasar de largo, de languidecer en monótono fade out. El tiempo que pasaba neutro, indiferente, se acabó de golpe. De pronto todo empieza a suceder: categórico e irremediable, todo sucede. Las horas se agolpan, feroces, sublimes; la vida me sorprende y se derrama sin control; pesa feliz el descanso perdido, se intensifica un bendito agotamiento. Y el pasado -esa vieja pesadilla, ese mal sueño desvencijado- se queda atrás, se vuelve un punto lejano en el horizonte, como si la viveza del hoy lo hubiera tirado por la borda hace años.



Speeding away with no time to spare.
Speeding away from the same nightmare.
Freedom... freedom, icy freedom...

Video eclecticón y locochón, cortesía de pureswitch.

jueves, 19 de agosto de 2010

Uva

Anoche sabías a uva. Uva, ¡qué palabra tan curiosa! La veo escrita y la repito y me provoca extrañeza. Uva: emparentada en la u con ubicuo, en la v con vital y en la a con afán, con anhelo, con ansia, arrojo y ardor. Me supiste a uva en cada roce. Cada mirada aceitunada en realidad sabía a uva. Me supiste a vitalidad teñida de ubicuo verde uva; a rodar ensortijados por el piso verde de vides y parras, de verdinegras grecas. A dejarse llevar. Me supiste a compartir desde el corazón en forma de verde gema, de uva esmeralda. Cada gesto tuyo me supo a uva. Y hoy que recuerdo lo de ayer, todavía queda un breve y suave dejo a uva en mis labios.



Música, cortesía de maniaczec91.

lunes, 16 de agosto de 2010

De veras que ya no hay moral. Sobre Trixia Valle y su mundo sin valores

Para Moy, por la evidente consonancia ideológica
(o nomás porque nos enfurruñan las mismas cosas).

ADVERTENCIA
Si eres fanz de Trixia Valle no leas este post, nomás te vas a enojar o, en una de esas, a confundir. Las siguientes líneas están escritas desde una libérrima subjetividad que, aunada al poco material de la autora subido en la red (y a mi rotunda negativa de salir corriendo ahora mismo para comprar uno de sus libros), no ofrece un punto de vista informado ni neutral con respecto a lo que debaten.

Supongo que es una verdadera bendición que a estas alturas del partido aún no haya tenido hijos. Segurito que si los tuviera los estaría educando para que fueran artistas geniales e incomprendidos, revolucionarios sufis, monstruitos antiestablishment o librepensadores pacifistas e interreligiosos. Porque de eso a seguir los sesudos consejos de Trixia Valle -escritora y destacada conferencista internacional, dice su sitio- para educar niños y niñas en "un mundo sin valores" mejor me quedo con mis prejuicios... En este modestito análisis de dicho portal, me conformaré con abocarme a la suscinta descripción que hace la autora del "mundo light" en sus Tips para papás (¿será que las mamás no necesitan guía alguna?). Hechas estas salvedades y en la esperanza de no sonar demasiado académica (achis... yo aquí trifulquenado cuando la tesis me llama), procedo a explicar mis argumentos.

Dice Trixia que este "mundo light" en que vivimos (cual valle de lágrimas, añado yo) se caracteriza por tres factores (¿?) principales: el materialista, el hedonista y el banal. Como éste no es el espacio para desembrollar la confusión de términos y la falta de profundidad conceptual de Trixia (para eso están los tres volúmenes de El Capital de Karl Marx, hartos libros sobre Epicuro y Modernidad líquida de Zygmunt Bauman, entre muchos otros textos), solo comentaré que los dos primeros "factores" (el tener sobre el ser y el placer sobre el dolor), incluso como los entiende Trixia, son de hecho posiciones éticas, políticas y hasta estéticas: valores a fin de cuentas. ¿Dónde quedó entonces "el mundo sin valores" del que Trixia promete salvarnos? Ahora bien, lo de la banalidad definitivamente no me quedó claro, por lo que me permito citar la definición que da Trixia en su sitio:

Banal: lo que identifica a algo que no sobresale de lo ordinario y común, que carece de toda importancia y novedad. En mi criterio, la banalidad es ver “X” cualquier cosa que suceda… “Mataron a diez”, “ah, si, mmmm”. Es dejar de darle importancia a los eventos y desdibujar la raya entre el bien y el mal, pues todo queda en el medio. La banalidad surge cuando dejamos de escuchar a nuestro Pepe Grillo (o sea a nuestra conciencia) y nos queremos engañar en que cualquier acción positiva o negativa carece de importancia. Pero yo pregunto: ¿qué le pasó a Pinocho cuando dejó de escuchar a Pepe Grillo?

También me voy a permitir interpretar esta definición para encontrarle un poco de sentido. Si bien lo extraordinario y/o fuera de lo común -cualidades que pueden atribuirse a los Emos, por ejemplo, tan dañaditos como le parecen a Trixia- resulta algo así como la antítesis de lo banal, me parece que equiparar "banal" a "relativo", ese intersticio entre bueno y malo, es una barbaridad: ni todo lo banal (intrascendente, vulgar o de poca importancia) es relativo (condicional, limitado, parcial, restringido e incluso accidental) ni viceversa. Además, adivinar que lo que está diciendo Trixia en el fondo es que alguien "banal" es "malo" o que hace cosas "malas" (porque, yo me respondo, se le perdió el Pepe Grillo en su camino a la perdición) es todavía mucho más bárbaro. Existen miles de personas que seguramente para mis estándares o lo de Trixia son banales y/o superficiales, pero eso no necesariamete implica que sean "gente malvada".

¿A qué apela entonces Trixia? ¿A que los chavos y chavas, al igual que los padres y madres que leen sus consejos, combatan el materialismo, el hedonismo y la banalidad al hacerse conscientes de cuán nocivos son? Supongo que si. Y que esta consciencia, ¿devenga en el compromiso con la circunstancia que les toco vivir? Y que este compromiso, de pura casualidad, ¿conlleve una dimensión política? ¿Apunta Trixia hacia una lucha por la subversión de los fundamentos de la injusticia, la desigualdad y la explotación? No lo creo. Tal vez a lo más que llegue un compromiso de este tipo sea a invitar a la gente a seguir Iniciativa México en Facebook o Twitter. Y esto debido a que Trixia es orgullosa colaboradora del aparato de masas que ha instaurado en la psique mexicana, a base de miles de millones de pesos y horas aire, aquéllo que ella misma evidencia como causa quintaesencial de nuestras desgracias: las ilustrísimas producciones de Televisa. Asesorar al elenco de la telenovela Atrévete a soñar o ser editorialista de la revista Tu no son cartas de presentación muy elogiosas que digamos, al menos en la realidad de la que yo soy testigo.

En total descuerdo con lo que dice Trixia, me niego a creer que vivimos en "un mundo sin valores". Por un lado, con solo darse un paseito por Atenco o ver el trabajo de infinidad de organizaciones civiles de todos colores y sabores -desde el Fondo de Aborto para la Justicia Social MARIA hasta Gatos Olvidados- se da uno cuenta de que en México abundan fuertes posiciones morales y políticas llevadas a la acción. Que no nos gusten o estemos en desacuerdo con ellas es otro cantar. Por el otro, Televisa y el PAN (por mencionar solo dos fuentes del horror) se la pasan machacando nuestros oidos con presupuestos sobre lo que debe y no debe ser, sobre lo que se debe y no hacer y hasta pensar: que si comprar zapatos, ir de reven para ser popular o ver las comedias es la respuesta inmedita y definitiva a cualquier angustia existencial; que si el aborto es (paradójicamente) el mismititito demonio encarnado; que si en este país la democracia -y de pasadita la guerra antinarco- es lo único que nos hará libres; etcétera, etcétera. Insisto: aunque no me gusten estas perspectivas sobre el mundo y la vida en él, no dejan de reflejar valores porque implican una jerarquización de prioridades puesta en práctica.

En suma, la caracterización del mundo contemporáneo que hace Trixia me parece, si me perdonan la ironía, materialista, hedonista y banal. Y, ya entrados en gastos, si me permiten por último (que ya bastantes permisos me he dado en este post) la moraleja de la historia, pues ahí les va: mientras no estemos dispuestos a respetar la diversidad de valores y puntos de vista que dan sentido y dirección a formas de vida individuales y prácticas colectivas y mientras no estemos convencidos de que el diálogo es la única manera de tratar de solventar los conflictos que esta diversidad necesariamente ocasiona, ni la mismísima recuperación del Pepe Grillo perdido nos va a salvar como sociedad. He dicho. Y mejor ya me voy a hacer la tesis...

jueves, 12 de agosto de 2010

Imprecisiones

Una sensación elusiva. El segundo efímero que duró este recuerdo. Una atmósfera mutable. El inexorable paso del tiempo. Parpadear bajo el sol y llorar bajo la lluvia. Confiar en la incertidumbre. El sobresalto por venir. La tranquilidad perdida. Un deseo inasible. Un corazón añorante, elucubrante, maquinante. Olvidar lo que estaba a punto de decir. Olvidarme de todo lo que prometí. Los tres pies del gato. Saltar por la ventana. La imagen volátil que detonó un aroma. El quiero pero no puedo. El puedo pero quién sabe. Y después de tanta imprecisión nomás queda precisar que estas líneas no buscan decir nada. Solo son pretexto para esta canción...



La tristísima carita de Damon Albarn y Gorillaz, cortesía de grungemaniacox8.

sábado, 31 de julio de 2010

Salgamos al mundo. De Antropología y YouTube

Necesitamos reconocer que no se puede matar el instinto que produce la tecnología: solo podemos criminalizarlo. No podemos evitar que nuestros jóvenes lo utilicen, solo podemos conducirlo a la clandestinidad. No podemos volverlos pasivos de nuevo, solo podemos hacerlos piratas. Y, ¿es eso bueno? Vivimos en este tiempo extraño, en esta suerte de era de las prohibiciones, en la que continuamente vivimos la vida en contra de la ley [...] Nuestro jóvenes viven sabiendo que lo hacen contra la ley. Darse cuenta de ello es extraordinariamente corrosivo y extraordinariamente corruptor. Y en una democracia deberíamos de poder hacer algo mejor.
Lawrence Lessig [1]

Para los estánderes del efímero tiempo virtual y de la longevidad súbita que ataca con ferocidad todo aquello que transita por el ciberespacio, el video que a continuación posteo es ya una antigualla: fue realizado y subido a YouTube en julio de 2008 por Michael Wesch, profesor de Antropología Cultural de la Universidad Estatal de Kansas. Dura casi una hora (sigue la advertencia: está en inglés con subtítulo en inglés) y, como indica el título, es una introducción antropológica a YouTube (que gracias al mismísimo YouTube tiene hoy día casi un millón y medio de visitas). Yo me lo acabo de topar y no pude dejar de comentarlo. Como cuasiantropóloga y amante del Internet que soy, me pareció muy interesante porque lo que Wesch presenta en él resuena con algo que ya había escrito antes aquí: el Internet no es exclusivamente un enorme muladar que corrompe el gusto de los neófitos, da ideas raritas y hasta perniciosas, impone una cultura global americanizada o, de plano, nomás sirve para matar el tiempo (a pesar de que si, efectivamente, existen infinidad de sitios que, de primera impresión, parecerían hacer justo eso). El video da cuenta de la etnografía de YouTube que hicieron Wesch y sus alumnos y pone sobre la mesa, a propósito de los contenidos generados por los usuarios [2] de este sitio, temas clásicos de la Antropología como la identidad y la comunidad, el yo y la conciencia de si, la empatía, la autenticidad, la autoría, el juego, la participación, la política y la ideología, la proxémica, el paralenguaje y la estética virtual. Si se animan a verlo -es mucho muy recomendable- tómense su tiempo. Helo aquí:



Cuando veo trabajos como este me dan ganas de cambiar el tema de mi tesis (pero, ¡oh calamidad!, para eso es un poquillo demasiado tarde). La etnografía de YouTube que hacen Wesch y sus alumnos ilustra solo una de entre las infinitas maneras que existen para hacer del Internet un verdadero objeto de estudio.

Si de criticar se trata (eso si: de manera constructiva, ¡ja!), me parece que debido al perfil de los vloggeros al que se abocó, la etnografía de Wesch y sus alumnos obvia un poco el potencial de transformación social que los usuarios de YouTube pueden explotar, por un lado, y también pasa por alto el riesgo de difundir contenidos ideológicos que puedan prestarse a la manipulación o desinformación, por el otro. YouTube es, al mismo tiempo, panfleto para las más extravagantes causas, seria tribuna política e incluso semillero de acción colectiva. No obstante pareciera [3], dadas las imágenes con que concluye el video, que este sitio primordialmente da a sus usuarios un espacio de reflexividad sobre sí mismos y quienes son, sobre como presentarse frente a los otros y vincularse con ellos. Estoy de acuerdo en que YouTube ha conformado una serie de comunidades virtuales a través de las cuales se dan relaciones más o menos estrechas y se reconfiguran las identidades individuales, aunque tal vez Wesch y sus alumnos son muy optimistas (hasta llegar a la cursilería) al apuntar hacia el positivo hecho de que YouTube potencia el contacto humano. Es imposible negarlo: YouTube permite "conocer" a un abanico impresionante de personas y, a través de comentarios y mensajes personales, "conectarse" con ellas. Pero estas conexiones no siempre se dan en términos amistosos o incluso respetuosos (y el propio video lo ejemplifica).

Más allá de los dramas que propician haters y trollers, me parece que el impacto real (entiéndase esta última palabra como una referencia a: 1. el mundo fuera de YouTube; y 2. el cambio o su mera posibilidad en dicho mundo) de este sitio tiene que ver con los encuentros cara a cara, en los mismos tiempos y lugares, que también fomenta: la historia de Juan Mann, el chico de los abrazos gratis, es muy linda, pero el pequeño radical que llevo dentro me impide enternecerme o esperanzarme demasiado con ella. YouTube
ha sido escenario de casos -como el de Anonymous contra Cienciología [4] o el de las campañas que promovieron el voto en blanco en las elecciones intermedias de 2009 en México, por mencionar dos- que pasaron de ser meras grescas ciberespaciales para convertirse en movimientos sociales. Me parece que en esta posibilidad de llevar la trifulca virtual -que toma forma y se organiza como exigencia- al mundo real yace una oportunidad en verdad revolucionaria. El instinto que da la tecnología de explorar y crear, retomando el epígrafe de Lessig, también puede hacernos salir a la calle porque ciertamente ese mundo real no se transformará si solo permanecemos tras el teclado, por más que éste ayude muchísimo.

NOTAS
1. Lawrence Lessig es un abogado, activista y académico americano, miembro fundador de Creative Commons, una organización sin fines de lucro que redefine el concepto de los derechos reservados y expande las posibilidades de compartir obras artísticas. Y, por cierto, este bló ya debería de tener su propia licencia de Creative Commons...
2. Conocido como UGC, user-generated content, por sus siglas en inglés.
3. Y creo que, en última instancia, estoy de acuerdo: el camino de la revolución inicia con uno mismo.
4. Anonymous es un grupo literalmente virtual (no tiene liderazgo visible y se define como un colectivo ubicuo), de inicio aglutinado a partir de varios canales de YouTube, que desembocó en un movimiento de protesta global -Project Chanology- contra las prácticas de la Iglesia de Cienciología, sobre todo la de estigmatizar, marginar y acosar a quienes han dejado dicha organización por voluntad propia o a quienes han sido expulsados y vetados de la Cienciología por la Iglesia misma. Para más información -en Wikipedia, en inglés- sobre este caso, pícale aquí.
Video, cortesía de mwesch.

miércoles, 14 de julio de 2010

Niñas ¡déjense ahí! o por qué las damitas del Bajío no deben tatuarse

Ayer en León, Guanajuato, la muy escandalizada directora del Instituto de la Mujer Guanajuatense (Imug) hizo varias declaraciones que me parece interesante comentar y que, por su contenido, dan pie al más descarado pitorreo. Luz María Ramírez Villalpando tuvo a bien mostrar una foto a la concurrencia -miembros del Partido Acción Nacional (PAN)- para dar fe de su desconcierto y conmoción y, de pasadita, hacerse entender. Como no tengo acceso a la imagen precisa que Ramírez Villalpando mostró, pues he aquí otra foto que muy bien puede servir de ejemplo:

Así es: Ramírez Villalpando no cabía del asombro (en mal plan) que le provoca este tipo de imagen (y ni se diga la opinión que le merece este "tipo" de mujer). Ayer la directora del Imug no estaba escandalizada porque de los 4,893,812 de habitantes en Guanajuato solo 1 de cada 100 tiene estudios de posgrado, ni porque 10 de cada 100, de entre 15 años y más, no saben leer ni escribir. Tampoco le pareció escandaloso que en el municipio de León la muerte por violencia intrafamiliar se haya incrementado hasta en un 400% en los últimos 20 años y mucho menos reparó en el hecho de que en Guanajuato 1 de cada 5 personas contagiadas de VIH es mujer y ama de casa.

No. Por el momento, a Ramírez Villalpando solo parece quitarle el sueño (atormentado, segurito, por toda mujer, hombre o quimera a favor del derecho a decidir) que a las jóvenes damitas guanajuatenses se les vaya a ocurrir la peregrina idea de hacerse un tatuaje o una perforación. Este aberrante comportamiento, según la titular del Imug, solo puede evidenciar un alarmante estado de cosas: la falta de valores (que, si me permiten la inserción, resultan un pelín conservadores, panuchos y mochos). Claro, Ramírez Villalpando no está considerando entre esos valores violentados a los que apela (y que, por lo menos en la nota, nunca explicita) el derecho que sobre su cuerpo tienen las guanajuatenses, ni tampoco el valor que algunos y algunas le damos a poder expresarnos como mejor nos parezca, con los medios que se nos de la gana. Ay, pero ¡cómo se me ocurre pensar eso! Si disfrutar del propio cuerpo a través de prácticas "no convencionales", bien se sabe en el Bajío, es puro y cínico libertinaje...

Yo creo que Ramírez Villalpando se ha de referir a valores como esos a los que apuntan los mexicanísimos dichos y refranes: calladita te ves más bonita y sin andarte rayando la piel que Dios te dio ni haciéndote otros hoyos además de los que ya tienes de nacimiento (pero ¿qué necesidad de andar sufriendo mana?) te ves mucho mejor; reloj, caballo y mujer, tener bueno o no tener, porque pa' que quieres una que te salga voluntariosa y, encima, tatuada; la mujer buena no tiene ojos ni orejas, ni independencia, ni autonomía, ni cerebro, ni decisión propia, ya no hablemos de criterio y, por supuestísimo, la mujer buena no tiene performaciones ni tatuajes. Y pues ¿cómo no iba a pensar así la directora del Imug si su Estado le ha dado a México esta soberbia enseñanza: mujer que quiera a uno solo y banqueta para dos no se hallan en Guanajuato ni por el amor de Dios?

Huelga decir que adivinar la inmoralidad o moralidad de una mujer con base en la existencia o inexistencia de tatuajes o perforaciones es, por decir lo menos, una ridiculez. Mejor me ahorro mi palabras y le cedo el espacio a lo que mis amigos y amigas de Facebook han dicho al respecto:











Supongo que esperar la destitución de una funcionaria pública mexicana por andar moralizando en lugar de trabajando es una ingenuidad. Cada cual puede tener la opinión que quiera sobre el tema que quiera pero, si se es servidor público, ventilar dichas opiniones tan campechanamente es un poco irresponsable, ¿no creen?

Foto, cortesía de www.dogguie.com
Gracias a quienes comentaron en Facebook.

domingo, 11 de julio de 2010

La mitad de mi patria. De fútbol y otras cosas

Hoy, por primera vez en su historia, España ganó el Mundial. Y hoy, por primera vez en mi historia, salí a festejar un triunfo futbolero...

***

He de reconocer que el fútbol ya no me desagrada tanto como antes. Mi (¿pasada?) aversión a este deporte (debida, en gran parte, a un ex que me torturó algún tiempo con su devoción al América) hizo que en el dichoso Facebook me uniera a un grupo que en el nombre lleva la penitencia: Yo odio el fútbol. Digo: sigo creyendo que las pasiones pamboleras se aprovechan y explotan maquiavélicamente y que la FIFA es una impresionante mina de oro gracias (entre otras cosas) a que no existen sindicatos de jugadores de soccer. Pero, muy a pesar de ello, me parece que el fútbol no tiene la culpa (si no el que lo hizo compadre) e incluso creo que, poco a poco, le estoy agarrando el gusto. En breve, esta nueva sensibilidad mía para con el balompié se debe a los golazos de Javier "Chicharito" Hernández en Sudáfrica y al 2-0 del más reciente Barça vs. Real Madrid, un gran partido que me tocó ver en Barcelona, en el mismísimo Bar Wembley, y que ganó el Barça para beneplácito de los apasionados parroquianos aficionados. Ahora que la Furia Roja es campeón del mundo -tras una victoria en el impecable juego contra Alemania y otra después de soportar el unfair play de la Naranja "Marránica"- se está fraguando mi reconciliación con el fútbol y, de paso, con la pequeña española que llevo dentro.


Parte de este histórico desapego pambolero mío tiene que ver (¡miren cómo se regocija el pequeño psicoanalista que llevo dentro!) con mi padre. No es que no le guste el fútbol: solo le enfadan sobremanera las hordas de palurdos que festejan los triunfos de "sus" equipos como si se hubieran ganado con sus propias lágrimas y sangre. Solo le molesta que los colores de una Selección Nacional sean el referente identitario más fundamental de los palurdos esos que se desgañitan y desgreñan en las plazas públicas... Uno hereda pues, hasta nuevo aviso, filias y fobias. Y también en ese otro histórico desapego mío, el de la mitad de mi patria, el de España, tuvo que ver mi padre.

Durante los últimos quince años me han preguntado repetidas veces por qué no estudié en el Colegio Madrid si soy hija de español (auto) exiliado en México. Como de plano no sabía qué decir, un buen día le hice esa misma pregunta a mi padre. Primero respondió que porque la mejor escuela es siempre la que está cerca de la casa. En septiembre de 1980 que entré a la primaria vivíamos en Mixcoac y por eso, dijo mi padre, me matriculó en el Colegio Williams. Pero resulta que en aquellos tiempos el Williams estaba justo frente al Madrid, separados solamente por la estrechísima Calle Empresa. Entonces, si ambos colegios estaban casi casi en el mismo lugar, ¿por qué uno y no el otro? Porque no quería, dijo mi padre, que tuvieras el síndrome del exiliado de segunda generación, que añoraras un país al que nada más habías ido de visita, que te sintieras ni de aquí ni de allá y me pareció mejor, dijo, una educación mexicanísima (que a final de cuentas no fue mexicanísima porque, para eso, mejor hubiera sido la Escuela Tabasco que estaba en la mismititita calle en que vivíamos, pero en fin...).

Y así, por años y años España fue para mi Las Meninas que había visto en El Prado; La Sagrada Familia y el Parque Güell en Barcelona; la Catedral de Toledo y la Alhambra de Granada; los versos de Antonio Machado, Miguel Hernández, Pedro Salinas y Federico García Lorca; las mondas de patata que comían, según me contaron, en casa de los abuelos después de la Guerra Civil; el Duero que pasa por Soria pura, cabeza de Extremadura y las zarzamoras que recolectaba en Tera, el pueblito de los veranos de mi padre. Y el fútbol... pues el fútbol era eso, como la política y la religión, de lo que mejor ni hablamos.

***

Cuando Eli sugirió que fuéramos con su hijo Diego a ver el partido Holanda vs. España en casa de David y Vane me pareció excelente idea. Eso aprendí en este Mundial: el fútbol es un verdadero espectáculo, no solo un concurso de patadas, para compartir con los amigos (se me cae la mano de lo cursi que resulta esta perogrullada, pero ¡cuán cierta!). Y cuando dijeron: ¡de aquí a la Cibeles! pues la Furia Roja ya me tenía en su futbolero bolsillo. Una victoria muy merecida, muy justa; los españoles jugaron tan bien y con tanta paciencia -miren que aguantar los continuos codazos, jalones y patadas de las Naranjas Podridas- que así si dan ganas de celebrar. Además, ¿qué no soy 3/6 española? ¿Qué no me emociona que mi Madre (o más bien Padre) Patria haya ganado el Mundial?

Al llegar a la Cibeles nos encontramos a Carmen, querida amiga asturiana que lleva años ya de vivir en México. Sin perder tiempo tras el abrazo de felicitación, me puso una chamarra y una bufanda del Real Sporting de Gijón y me llevó de la mano, corriendo y saltando, a dar la vuelta mundialista. Aquéllo estaba completamente pintado de rojo y amarillo: corrían el vino y la espuma, retumbaban las vuvuzelas y la gente coreaba: el pulpo, el pulpo, el pulpo es cojonuuudooo... Carmen y yo seguimos brincando de grupo en grupo: había catalanes, valencianos y no faltaron las niñas vestidas de sevillanas. Había tambores y gaitas gallegas y gente, muchísima, de todas edades que de pronto empezó a cantar al unísono: ¡¡¡yo soy español, español, español!!!

Para qué negarlo: si, súbitamente, ahí entre la multitud, me sentí española. No fue una certeza de la cabeza: ésta se cree más mexicana que el mole. Fue algo así como una intuición del corazón, como un pertenecer sin causa aparente o motivo (y si en este punto del relato a alguien se le salen los ojos de todavía más cursilería será enteramente comprensible). El 50% de mi identidad genética rebotaba de emoción al sentirse parte de España, o de esa vaga idea que todos llamamos España, que aún no se qué significa exactamente en mi caso (y que, espero, pueda saberlo con los años). Me identifiqué con el gozo y el orgullo plenos que, más allá de las banderas y los escudos, de los acentos, del color de los ojos y de la piel, a todos embargaba por igual. La sangre me llamó y canté como seguramente ahora mismo siguen cantando millones en la mitad de mi patria. Yo también soy española...