domingo, 8 de junio de 2014

Los distintos indignados por "El hombre al desnudo": otra entrada sobre arte y moralidad

Hoy apareció un estado en la página de Facebook del Museo Nacional de Arte del INBA (MuNal) en el cual éste se disculpa por la "incomodidad" que han causado algunas de las imágenes ahí publicadas, reproducciones virtuales de obras que son parte de la exposición El hombre al desnudo. Dimensiones de la masculinidad a partir de 1800. 



Resulta que ciertas imágenes presuntamente incómodas de la página del MuNal habían sido denunciadas en Facebook porque algunos usuarios las encontraron sexualmente explícitas y, por ello, no deberían exhibirse, así como así, en esta red social. Lo anterior es una especulación mía: el museo no explica en su estado qué se alega para reportar las imágenes o cuáles imágenes fueron reportadas. Supongo, por las opciones que existen para hacer reportes en Facebook, que algunas de las imágenes de pinturas, fotografías y esculturas que el MuNal compartió resultaron ofensivas para quienes las denunciaron en función de desplegar la desnudez del cuerpo masculino. Sí, es una realidad: existen personas en México que se escandalizan ante penes y testículos (¿también glúteos?) sin velos en un contexto museístico que, en teoría, legitima sus representaciones al darles el estatus de arte. Además, no son sólo estos penes y testículos sin velos los que les causan molestia: seguramente los contextos en que se presentan, por más artísticos que se puedan considerar, también les han de parecer cuestionables, por decir lo menos. 

Me hubiera gustado hallar los comentarios desfavorables de las imágenes en cuestión, así como los argumentos de los usuarios ofendidos para saber las razones de su incomodidad. Las denuncias de contenidos indeseables en Facebook son anónimas y, al menos en los comentarios que he revisado de las fotos de El hombre al desnudo en la página del MuNal, no parece existir repulsión o asco con respecto a las obras, sino todo lo contrario: la gran mayoría de los usuarios expresa su interés por ver, en vivo y a todo color, esta exposición. ¿Se habrá autocensurado el MuNal quitando algunas imágenes o comentarios incómodos? ¿O habrá sido Facebook el causante de la censura al retirar otras? Porque, ¿qué imágenes produjeron tal indignación? Me pregunto si no habrá sido culpa otra vez de las fotografías de Robert Mapplethorpe... [1] Dado lo anterior, sólo puedo especular qué se puede argüir para tratar de que algunas obras sean ocultadas, al menos en la arena virtual de Facebook: que si Job (1880) de León Bonnat es repugnante porque presenta a un viejillo pobre sin ropa; que si La muerte de Jacinto (1801) de Jean Broc corrompe a sus espectadores y resulta pervertida ya que exhibe a dos hombres desnudos, claramente homosexuales, abrazados; que si el Mercurio (2001) de Pierre et Gilles es súper gay, vulgar y de mal gusto; que si el Autorretrato con flores (2008) de Omar Rodríguez Graham es desagradable y, de a tiro, simplemente feo... y así podría imaginarme el uso de todo tipo de adjetivos descalificadores a propósito de estas obras. 






Supongo que nociones personales sobre el pudor, la virtud y el pecado, el buen y el mal gusto, e incluso sobre la heterosexualidad, la belleza, el arte mismo y sus presuntos opuestos, entran en juego cuando alguien se ofende al ver cualquiera de estas imágenes. 

Lo que sí he encontrado son las opiniones de quienes, a su vez, están indignados por las peticiones de censura contra la página del MuNal. Resulta interesante descubrir las razones de esta indignación: ¿cómo es posible que unos ignorantes incultos que no saben qué es el arte exijan que se cancele una página a partir de sus erradas, moralinas y retrógradas apreciaciones? ¿Qué no saben distinguir entre arte y pornografía? Ah, pero eso sí: no fueran fotos de las vulgares estrellas de Televisa semi desnudas porque, ¡¡¡ya les estarían dando like, like, like!!! Que si la doble moral, que si la hipocresía, que si la falta de educación y de conocimiento... Los indignados por la indignación de otros parecen elevarse por encima de estos pobres nacos persignados, pueblerinos y tercermundistas que no saben apreciar el arte genuino.

Estos comentarios -745 siendo las 2pm de hoy; 1063 a las 8 de la noche- son otra clase de censura y revelan posiciones morales e ideológicas, tal como sucede con los usuarios inconformes frente a tanta piel expuesta y tanta anatomía revelada. Quienes buscan cerrar la página de MuNal arguyen (supongo) que sus sensibilidades han sido mancilladas, tal como lo hacen quienes están en contra de este posible cierre: sus sensibilidades sobre la inalienable libertad de expresión y sobre el valor innegable y esencial del verdadero arte. Tal vez estoy esperando demasiado de una listototota de comentarios en Facebook -la cual, oh por Dios, no supone un debate serio- cuando me pregunto si los comentaristas están conscientes de cuán espinosas resultan las aristas de la libertad de expresión -por oposición al derecho a la privacidad, por ejemplo- y de los debates insolubles sobre qué es el arte, sobre su inextricable relación no sólo con la belleza y la moralidad, sino también con la transgresión de infinidad de valores. En estos comentarios de Facebook pareciera que el ejercicio de la libertad de creadores y espectadores no tiene límite alguno y que el arte y su doble -lo obsceno [2]- están clara y definitivamente separados. Aparece así una suerte de primacía indiscutida e incuestionable de una noción, digamos, tradicional del arte que lo equipara a lo bello y lo sublime, una noción que implica cierta dosis de clasismo: quien no sepa apreciar los méritos estéticos de una obra artística es, a todas luces, un soberano pendejo sin educación, ¿o no? Palabras tan cargadas de connotaciones negativas como estúpido/a, imbécil, prejuicioso/a, moralino/a, imaduro/a mocho/a se repiten constantemente en dichos comentarios contra la presunta censura de los contenidos de la página del MuNal. Se habla de gente morbosa con mentes torcidas estrechez de criterio, de personas cuya mentalidad pobre y podrida sólo pueden avergonzar a la sociedad al hacer este tipo de peticiones de censura. De pena ajena, de veras.

Siendo totalmente antiprohibicionista, creo que es válido oponerse a todo tipo de censuras, aunque también me parece que resulta inválido hacerlo atacando el carácter de quienes esgrimen argumentos censores. Supongo que uno debiera confrontar la posición y no atacar la calidad moral de la persona que la defiende. El problema es que los argumentos para pedir la censura de las imágenes, digamos, polémicas que compartió el MuNal no están disponibles en Facebook -es imposible conocerlos y así criticarlos en sí mismos- por lo cual lo único que nos queda es descalificar al tipo de personas -incultas, ignorantes y nacas- que, en nuestra mente, podrían ser los culpables de estas afrentas a la libertad y al arte. Me parece que lo que está en juego aquí es la posibilidad de compartir, ver y comentar contenidos en Facebook libremente y creo que para ello en nada ayuda hacer escarnio público de quienes, de manera necesariamente anónima dados los protocolos de esta red social, se sienten interpelados por las obras de El hombre al desnudo que, a sus ojos, resultan obscenas u ofensivas. Creo que este pequeño escándalo en Facebook apunta hacia cuán acostumbrados estamos todos -tanto los usuarios censores como quienes censuran a través de sus comentarios a estos usuarios censores- a emplear juicios morales para desacreditar personas y obras de arte por igual. 

Ambas indignaciones, ciertamente, son legítimas -la de alguien que de verdad considera que sus valores ha sido transgredidos por su particular interpretación del contenido de una imagen, así como aquélla de quien se ofende ante una petición de censura- y debe haber espacios para verterlas. Lo que me parece un desacierto es que se combata la mera posibilidad de la censura con descalificaciones morales: ese es el argumento por excelencia de toda prohibición. Al final, las imágenes no tienen la culpa y uno siempre puede cerrar los ojos o ver para otro lado. Que mire quien quiera hacerlo y quien no, pues que no lo haga. Pero sin insultos a diestra y siniestra, por favor.

NOTAS
[1] Hace tiempo escribí por aquí algo sobre la Controversia Mapplethorpe: el escandaloso caso del tríptico Jim & Tom, Sausalito 1977 y de las peticiones de censura que desató en el Reino Unido a finales de los noventa.
[2] El fantástico libro Art & Obscenity de Kerstin May discute cómo se ha construido y significado la tensión entre estos dos términos a lo largo del siglo XX.

1 comentario:

Arnaldo Moya Gutiérrez. Costa Rica dijo...

Doy gracias a la vida por haber logrado mi posgrado en El Colmex. Vengo de un pequeño país donde lo cultural es accesorio y supletorio. En México disfruté de excepcionales museos y propuestas museográficas. Eduquemos nuestros sentidos y aprendamios a mirar de otro modo. Gombrich y Panofsky no le caerían nada mal a aquellos que censuran en público lo que anhelan en privado.