domingo, 22 de noviembre de 2009

El boomerang de la justicia divina

Hoy me di cuenta de cuán cierto es que todo lo que hacemos a otros regresa a nosotros. Me descubrí a mi misma (porque, en teoría, hace mucho que no lo hago) pensando en las razones por las que terminó mi última relación. De pronto reparé en que el más reciente desenlace en mi historia amorosa fue exactamente lo mismo que pasó en mi primera relación, solo que al revés: me hicieron... no me agrada como suena eso, como víctima que se queja de la tragedia que sobrevino, pero en cierta medida ilustra muy bien el punto... repito y enfatizo: me hicieron lo que yo hice hace catorce años. No paso a paso como sucedió entonces, pero en esencia lo mismo, los mismos matices, creo que las mismas razones. Al boomerang de la justicia divina, para este acomodo particular de fuerzas, para saldar esta deuda, le tomó catorce años regresar.

Las veces que yo engañé, me engañaron; las veces que fui honesta, lo fueron conmigo; las veces que mentí, me mintieron; las veces que me enamoré, se enamoraron de mi, pero no en la misma relación (bueno: a veces si hubo sincronía). Tantas veces por igual medida el desencuentro y el encuentro tuvieron cabida en uno y otro lados. Es como si de la totalidad de las relaciones que uno tendrá en la vida -una especie de aleph del amor que, adivinaron, se aloja en un diminuto punto del corazón- se escogieron estos o aquéllos eventos para que acontezcan, digamos, en el primer encontronazo de personalidades que llamamos amor; después otro arreglo de los mismos sucesos y reacciones ocurre en la siguiente relación (y en la siguiente y en la siguiente). Cómo si el papel que nos tocó representar en una relación, en la siguiente (o en la siguiente o en la siguiente) le fuera dado a otro: todas las permutaciones posibles en cuanto a la asignación de personajes, pero siempre los mismos roles en las mismas situaciones con la finalidad (supongo) de vivir todas las versiones de la historia que sin duda es una y la misma.

Y si: me parece divinamente justo enterarme (tan tarde, tan a destiempo, tan inciertamente y solo en retrospectiva) de qué sintió x (o casi) cuando yo dije esto o lo otro, que resulta ser precisamente lo que me vienen a decir ahora. O qué fue lo que z pensó (o casi) cuando di lo que ahora me tocó recibir. La vida -o el amor, que para el caso es igual- no es una tómbola (sesuda conclusión): es un boomerang afinado con precisión celestial para dar en su blanco, aunque pueda demorarse décadas en hacerlo y, para servir fielmente a su propósito justiciero, tenga que hacerlo las veces que sea necesario. Algo así como esa canción tan linda de Jorge Drexler, Todo se transforma. Mejor los dejo con esta rolita de Air (que tal vez no tenga mucho que ver con estos desvaríos, pero me ambientó la escritura del post):




Video, cortesía de mitsu4g63t

2 comentarios:

Kurumo MI dijo...

No inventes! Esta vez me dejé llevar por lo que escribiste... pero, cañóooon! Hace unos días tuve uno de esos encuentros con alguien del pasado y, aunque no se "cobró" algo que yo le hiciera en aquellos días, me pareció que sí hubo una factura por ahí, ya sabes, una cuenta por pagar -detalles, en mi blog, jeje-.

Te mando saludos, y gracias por escribir sobre asuntos que nos suceden a todos, y por escribir de manera que nos incita a pensar.

Viridiana Mirón (Hafiza) dijo...

Ufff... qué fuerte darse cuenta de eso, ¿no? Yo también he pasado por esos momentos en los que me creí muy chingona y después, me chingaron, já. En ocasiones, esta es la única forma de aprender a ser mejores con quienes nos rodean, en especial con quienes iniciamos una relación. Mi experiencia de todo esto ha sido: PORTARSE BIEN, en todo momento y con todos, no sea que en una de esas se me regresen las patadas.