You'll pretend you were men instead of babies, and you'll be played in the movies by Frank Sinatra and John Wayne or some other glamorous, war loving, dirty old men. And war will just look wonderful, so we'll have a lot more of them. And they'll be fought by babies, like the babies upstairs.
Slaughterhouse-five, Kurt Vonnegut
Slaughterhouse-five, Kurt Vonnegut
La noche de la edición 82 de los Óscares tiene una subtrama oculta que muy bien podría utilizarse para una telenovela: Kathryn Bigelow con Zona de miedo (The Hurt Locker, 2008) se llevó la estatuilla a la mejor directora, dejando con un palmo de narices a su exmarido, James Cameron, que competía con Avatar. Ciertamente estas dos películas, tan, pero tan distintas, hasta cierto punto -y con muchísimos peros y bemoles- representan dos posturas frente a lo que puede ser el cine. Si bien ninguna me parece una joyita de lo estupendo, el hecho de que las vivencias de Mark Boal como periodista de guerra en Irak (que inspiran su guión de Zona de miedo) vencieran a la imaginación desbordada y al preciosismo tecnológico del equipo de Cameron significa al menos algo: la realidad (o la pretensión de ésta, su reconstrucción en pantalla) derrotó a la fantasía espectacular de un mundo ficticio a millones de años luz, aunque solo sea desde la óptica de los miembros de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas.
Antes aquí ya había escrito sobre Avatar, sobre cómo esa película me sacó canas verdes porque me indignó adivinar que la única forma en que los espectadores masificados podían vincularse emocionalmente con la devastación y la injusticia en este mundo era imaginarlas como fenómenos extraterrestres. Y ahora entre más le doy vueltas al triunfo de Zona de miedo en los Óscares más me parece una victoria pírrica. Zona de miedo narra las aventuras de William James (¿te cae? ¿como el filósofo del pragmatismo americano?), interpretado por un excelente Jeremy Renner, descocado líder de un squad anti bombas en Bagdad. Mucha acción, hartísimos estruendos, unas cuantas sesudas reflexiones sobre el vínculo entre guerra, muerte y miedo y un final apologético de la labor de los desactivadores de artefactos explosivos. Pensar que la película de Bigelow es crítica del militarismo americano equivale a pensar que Avatar es la cinta que el mundo esperaba para despertar de su letargo y apatía: me parece que ninguna tiene esa calidad de entrañable o sobrecogedora que posee lo que yo diría que es el gran cine y, para muestra, he aquí algunos botones.
Si de excelentes películas de guerra (en la última década, porque si no la lista se desborda exponencialmente) se trata, ahi está Soldado anónimo (Jarhead, Sam Mendes, 2005). Basada en las memorias de Anthony Swofford en la guerra del Golfo, Jarhead no deja títere con cabeza: apunta hacia el absurdo de la mentalidad bélica americana -See that kid? The one dreaming of serving his country? That jarhead is me...- y hacia la injusticia de una guerra que se peleó a distancia, en la que los soldados americanos de a pie poca "acción" tuvieron. El aburrimiento de las tropas, su desconcierto y frustración son temas recurrentes de Jarhead:
Suggested techniques for the marine to use in the avoidance of boredom and loneliness: Masturbation. Rereading of letters from unfaithful wives and girlfriends. Cleaning your rifle. Further masturbation. Rewiring Walkman. Arguing about religion and meaning of life. Discussing in detail, every woman the marine has ever fucked. Debating differences, such as Cuban vs. Mexican, Harleys vs. Hondas, left- vs. right-handed masturbation. Further cleaning of rifle. Studying of phillipino mail order bride catalogue. Further masturbation. Planning of marine's first meal on return home. Imagining what a marine's girlfriend and her man Jody are doing in the hey, or in the alley, or in a hotel bed... dice Jake Gyllenhaal en su papel de Swofford.
Del otro lado del espectro, está el fabuloso documental de Alberto Arce y Mohammad Rujailah, To shoot an elephant, un valiente recuento de los 21 días (a finales de 2008 y principios de 2009) que duró la Operación Plomo Fundido en la franja de Gaza. Arce y Rujailah acompañan en esta verdadera zona de miedo a miembros de la Luna Roja y son testigos de cómo avanza el despiadado poderío israelí a costa de las vidas de civiles, periodistas, paramédicos y conductores de ambulancias. To shoot an elephant -que se hubiera estrenado en el FICCO 2010 de no haberse cancelado el festival- es un esfuerzo por vencer el cerco informativo israelí y dar a conocer la terrible situación en estas tierras palestinas. ¿Qué más compromiso que arriesgar la propia vida para hacerlo?
Y no puedo dejar de mencionar Vals con Bashir (Ari Folman, 2008), al cual ya le he echado flores aquí, ese documental animado que habla del olvido y la memoria, del remordimiento, la culpa y trata de reconstruir los hechos en la masacre de Sabra y Shatila en el Beirut de 1982, a partir de la experiencia del propio Folman, veterano de la Operación Paz para Galilea.
Anonymous soldier: What to do? What to do? Why don't you tell us what to do?
Ari Folman: Shoot!
Anonymous soldier: On who?
Ari Folman: How should I know on who? Just shoot!
Anonymous soldier: Isn't it better to pray?
Ari Folman: Pray and shoot!
Obviamente que estos tres ejemplos no agotan la lista de películas de guerra que, como esa novela maravillosa de Kurt Vonnegut, Slaughterhouse-five, no se tientan el corazón en su intento de liberar del más mínimo glamour o heroismo lo que en realidad es bárbaro y brutal en esencia: la guerra en cualquier frente.
Citas de Jarhead y Vals con Bashir, cortesia de The Internet Movie Database.
2 comentarios:
Buena nota, me dejas con ganas de ver Jarhead (y preguntándome cómo fue que me la perdí). Gracias Alicia por la referencia al blog ;)
Si, gracias a Alicia y Jarhead -insisto- es muy recomendable. Saludos, n.
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