lunes, 8 de marzo de 2010

Boogie, el aceitoso: sobre el viejo cómic y su nueva película

Boogie, el aceitoso es un afamado cómic publicado a partir de 1974 y hasta 1995 en semanarios y periódicos de Colombia, Argentina, México y Uruguay. Su creador, el argentino Fontanarrosa, alguna vez declaró que Boogie surgió como una parodia de Harry, el sucio: si éste, interpretado por Clint Eastwood en la primera película de la saga que Don Siegel filmó en 1971, es un inspector de la policía de San Francisco que impone la ley a balazos, Boogie -un asesino a sueldo, veterano de Vietnam- hace valer su propia ley con muchos más balazos teñidos de cinismo y crítica a la tan gringa cultura de la violencia (ficticia y real) que se ha desbordado a través de las pantallas (grandes y chicas) para inundarnos sin prisa pero sin pausa desde hace décadas. En 2009, Illusion Studios decidió escribirle al viejo Boogie una nueva aventura para llevarla al cine y el resultado de esta coproducción argentino-mexicana, dirigida por Gustavo Cova, vaya que no le pide nada a nadie.



En la película, Boogie (a quien en México le presta voz Jesús Ochoa) es un matón que lleva años borrando del mapa a cualquiera a cambio de una buena paga. Como indiscutiblemente es el mejor en lo que hace, el capo de capos, Sonny Calabria, le ha comisionado más de un trabajo. Cuando la estilizada Marcia (Susana Zavaleta en el doblaje mexicano), la despechada exnovia de éste, pretende testificar en su contra y la misión de silenciarla es delegada a un matón en ascenso, Blackburn, Boogie debe probarle a todos que, si de matar se trata, no existe quien lo iguale. Pero no se imagina que para mantener su prestigio y salir vivo de esta tendrá que hacer algunas concesiones.

Recuerdo haber leido con frecuencia, hace muchísimo tiempo, el cómic de Boogie que se publicaba en Proceso. De inicio, no me parecía particularmente interesante aunque, con los años, fui entendiendo en que consiste su encanto: Boogie es la insolente burla del epítome de la violencia yanqui. Macho, racista, homófobo, sádico insensible y misántropo descarado, el rubio Boogie, como buen mercenario que es, solo responde a los llamados del dinero.

El reencuentro con este clásico personaje gracias a su versión fílmica me hizo añorar al viejo Boogie, sobre todo por lo que decía en la tira animada: la historia que narra la impecable cinta de Cova, me parece, suaviza las connotaciones políticas del rudérrimo sociópata original. Digo esto por la pseudo historia de amor con Marcia -había que construir alguna especie de hilo narrativo, ¿no?- y debido al hecho de que el atractivo principal del cómic -la filosa lengua humorística de Fontanarrosa- palidece frente a tanta secuencia de acción. Supongo que el escritor de la película, Marcelo Paez-Cubells, decidió concentrarse en reconstruir la esencia del protagonista en lugar de retomar cuanto punzante diálogo del cómic pudiera. O sea: me han dado ganas de leer otra vez al viejo Boogie
impreso. Aunque es una película animada, Boogie, el aceitoso, debido a su estética oscura, sangrienta e hiper violenta, recuerda a Sin City (Frank Miller, Robert Rodríguez y Quentin Tarantino, 2005) y hasta a la excelentísima y fabulosa (se nota que soy fan...) Ichi The Killer (Takashi Miike, 2001, inspirada en la manga del mismo nombre creada por Hideo Yamamoto), sobre todo por el épico encontronazo entre Blackburn y Boogie, tan similar al de Kakihara e Ichi.

Si de dar estrellas se trata, yo le doy 3 1/2 de 5.
Trailer, cortesía de IllusionSA.

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