miércoles, 29 de diciembre de 2010

Ramificaciones

He recibido una "propuesta indecorosa". ¡Vaya término el que se usa para una invitación que, de aceptarla, tendría ramificaciones complicadas, incluso embrollosas! Ramificaciones, simples ramificaciones, como todo lo que se decide o no hacer. Indecorosa porque habría que echar por la borda el "decoro" -noción digna del Manual de Carreño- para aceptarla, lanzar por la ventana ese "pudor" y esa "decencia" impostores que los Carreños le meten a una hasta la médula. Un hombre casado, con quien trabajé hace tiempo y a quien quiero y respeto muchísimo, me propuso escaparnos por ahí. Robarnos el aliento. Un hombre, a quien llamaré T, quince años mayor que yo, me propuso perdernos y encontrarnos bajo las sábanas. Un hombre brillante, con una trayectoria muy reconocida. Un hombre cuya invitación me dejó boquiabierta porque nunca la hubiera imaginado.

No es una salvedad moral (entendida a lo Carreño) lo que hasta ahora me ha impedido darle una respuesta inequívoca a T. No creo que escaparme con él sea bueno o malo; tampoco creo que robarnos el aliento sea un acierto o un error. Y, al mismo tiempo, decidir en esta encrucijada es un acto eminentemente moral: las ramificaciones de un si, como las de un no, apuntan hacia quién soy, hacia qué quiero, hacia qué valoro y cuánto. Incluso la forma y vía que la respuesta tome será producto de un acto moral. La clandestinidad de la aventura, una ramificación del si, no me asusta; el placer perdido (tan efímero como pudiera ser), esa ramificación del no, tampoco me acongoja. Podría pensarse (¿lo leerá así T?) que esta indecisión mía es mero disimulo, mera estrategia para cocinar a fuego lento el deseo o para hacerme pendejísima y evitar así la responsabilidad de una negativa frontal. No es el caso: es genuina indecisión. Dudo porque deseo -ay, ¡el bendito y abrasador deseo!- y también temo. Temo porque vislumbro las ramificaciones de rendirse al deseo: la amorosa afición desmedida de la que ya he sido presa antes.

Supongo que esta indecisión mía deja las puertas abiertas de par en par entre T y yo: puede entenderse como un aplazamiento momentáneo. Puede indicar que, de encontrarnos dada una feliz casualidad, no habrá decoros, pudores, ni decencias que eviten nuestra huida en la misma dirección. Puede entenderse así, pero no hay como tener claridad para decidir y, así de clara y honestamente, hacerlo saber; claridad que, al menos hoy, se me escurre entre los dedos. Me voy: es hora de responder el más reciente mensaje de T que dice, palabras más, palabras menos:

Te mando hartos besos, deseándote lo mejor. Cariños, T.
PD atrevida. De mis deseos de año nuevo: tú...

sábado, 18 de diciembre de 2010

Cultura, divino tesoro: sobre la Primera Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumo Culturales

El pasado 15 de diciembre se dieron a conocer los resultados de la primera Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumo Culturales que el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA) encargó y pagó a la empresa Defoe Experts on Social Reporting: más de 7 millones de pesos se fueron en aplicar 35 mil entrevistas cara a cara y en sistematizar la información recabada. Tales resultados han sido fuente de sorpresa para algunos y causa de indignación para otros porque apuntan, precisamente, hacia una flagrante obviedad: en México, la "cultura" es un pequeño lujo al que una abrumadora mayoría de los mexicanos y las mexicanas no tiene acceso. Un lujito que, según Defoe, carece de interés masivo (salvo la tele, eso sí) en un país donde la supervivencia es el común denominador de millones de habitantes. Y si: díganme, por favor, quién tiene tiempo de pensar en el teatro, la danza y la literatura cuando, tiro por viaje, hay que estar esquivando golpes, balas y porrazos en todos los frentes.

A pesar de que los numeritos y su lenguaje nunca me han parecido atractivos (e incluso creo que tienen mucho de perniciosos), los resultados de la Encuesta dan muchísimo de qué hablar. Es preocupante que, según Defoe, al 91.1% de los encuestados (de entre 13 y 18 años) no les interesaría estudiar alguna carrera o taller relacionado con el teatro; que sólo el 33% haya asistido, alguna vez en su vida, a un espectáculo de danza (presentaciones escolares no incluidas); y que del 18% que ha comprado libros en los últimos doce meses, 5% de sus compras hayan sido libros de superación personal. La cifras, como las imágenes, no mienten, dicen por ahí. Pero, ¿de veras las relucientes y carísimas cifras de Defoe dicen algo sobre la "cultura" en México? ¿Pueden los hábitos, prácticas y consumo culturales comprenderse a través de meros porcentajes? ¿No debiera haber realizado Defoe un estudio cualitativo para responder más profunda y reflexivamente a las cuestiones sobre el sentido y el significado de dichos hábitos, prácticas y consumo? Y, sobre todo, ¿cómo diablos y con qué criterios se crearon estas cifras?

En primer lugar, es vergonzoso que en la presentación de resultados de la Encuesta -207 láminas de PowerPoint y ni un texto introductorio, ¡chale!- sólo 2 láminas estén destinadas a explicitar la metodología y que brillen por su ausencia definiciones de términos como cultura, hábito cultural, práctica cultural y consumo cultural (ya ni qué decir sobre la problematización de estas definiciones inexistentes). En segundo lugar, es alarmante que por ningún lado aparezca el concepto industria cultural porque, dado el perfil de las preguntas de Defoe (aglutinadas mayoritariamente en torno a frecuencia de asistencia y empleo de recursos -tiempo y dinero- en actividades "culturales"), pareciera que el tema de la Encuesta se vincula directamente al de las industrias culturales. Me pregunto si los analistas y encuestadores de Defoe hicieron algún tipo de taller, debate o mísera reunión para desentrañar los misterios de un término tan complejo y debatido como lo es cultura o, por lo menos, para consensar una definición operativa de ésta que guiara el trabajo. Me pregunto si, de plano, en Defoe construyeron y aplicaron la Encuesta en un vacío teórico que, lógica y previsiblemente, fue llenado de prejuicios. Una consultoría seria, en cualquier ámbito de investigación, no se avienta como el Borras a hacer trabajo de campo, es decir, no se lanza felizmente a hacer encuestas en todos los estados de la República sin una arquitectura conceptual (aunque sea en obra negra), mucho menos si está lidiando con un concepto tan denso como cultura. Y, en un escenario así, mejor ni opino sobre los problemas epistemológicos del "análisis" e "interpretación" de datos (porque, además, no encuentro análisis ni interpretación alguna que refutar en las 207 láminas de la presentación).

Otra cosa que me pregunto es por qué el CNCA encomendó la Encuesta a Defoe, teniendo a mano, por ejemplo, todos los institutos y facultades de la Universidad Nacional Autónoma de México, los tres grandes campus de la Universidad Autónoma Metropolitana y los Centros de Investigación CONACYT. ¿Por qué dejar en manos de la "primer empresa boutique de estudios de mercado y opinión pública en México" -como se denomina Defoe en su cuenta de Twitter- un proyecto como éste? De puritita casualidad, esta "empresa boutique" ¿se habrá puesto en contacto con Néstor García Canclini (por mencionar solamente al investigador más renombrado en temas de cultura de los muchísimos que existen en este país) para hacer la Encuesta? No lo creo. La razón según Ernesto Piedras, director de The Competitive Intelligence Unit, otra consultoría de investigación de mercado, es que ninguna universidad habría podido financiar un estudio de esta envergadura. O sea: la Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumo Culturales es cuestión de cochino dinero y no de competencia académica. Por eso estamos como estamos; luego por qué uno está convencido de que la "cultura" en este sexenio es botín político e ideológico (como se vió en los festejos del Bicentenario), suntuoso ornamento o simple producto, enajenable y enajenante, cuyo valor se tasa nomás en signos de pesos (o dólares). Vivimos en -si me permiten la broma- la burda incultura del Felipato, un reyno violento y sin futuro, en el que las instituciones públicas regalan cantidades obscenas de dinero a las empresas privadas de sus amigos, familiares, socios o aliados: resulta que el dueño de Defoe Experts on Social Reporting, Rafael Giménez Valdés -con estudios en Ciencias Sociales en el ITAM y maestría en "Public Opinion Research" por la Universidad de Connecticut- fue Director General de Investigación y Análisis Estratégico en Los Pinos y actualmente es el coordinador de Opinión Pública de la Presidencia. Ya salió el peine: seguramente le asignaron a Defoe la Encuesta porque ora resulta que su equipo de trabajo es muchísimo más chingón que los y las mismísimos/as investigadores de la UNAM y de la UAM y de los Centros CONACYT juntos...

Para terminar este post, incluyo un novísimo Top Ten (aplausos) en el cual enumero los 10 bochornosos gazapos que, a ojo de buen cubero, encuentro en los resultados de la Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumo Culturales. Si los quieres bajar (los resultado de la Encuesta) en pdf, pícale aquí para buscarlos en la página de CONACULTA.

1. Preguntar: ¿Alguna vez usted ha ido: al cine / a un espectáculo de danza / a una presentación de música en vivo / a un concierto de música clásica / a ver una obra de teatro / a una zona arqueológica / a un museo / a una biblioteca / a una librería / a alguna exposición de artes plásticas / a algún espectáculo de artes visuales? La Encuesta, ¿también incluye una suerte de dimensión diacrónica o nomás fue una simple ocurrencia de alguien, sin echarle más coco al asunto, hacer este tipo de preguntas?

2. Comparar algunos de los resultados de la Encuesta en México con cifras de Francia, España y UK (que, por cierto, en español debe escribirse RU, de Reino Unido, y no UK de United Kingdom, no sean presuntuosos...). Parece que alguien cortó y pegó a tontas y locas cifras que sólo Dios sabe de dónde salieron y si son o no comparables a las cifras mexicanas. Eso les pasa por andarle poniendo crema importada a sus tacos...

3. Usar indistintamente el usted y el tu en la formulación de las preguntas. Ser sistemático no le cae mal a nadie, sobre todo si te dedicas a sistematizar grandes cantidades de información.

4. Creer que la música clásica es sinónimo o equivalente de música sinfónica y música de cámara. Clásicos hay muchos y muy variados. Existen otras maneras más creativas para indagar si los encuestados han escuchado en vivo la Sinfonía No. 10 de Mahler, el Cuarteto para oboe y cuerdas K 370 de Mozart, o si fueron a ver The Division Bell Tour de Pink Floyd o a Paquita la del Barrio en el Blanquita.

5. Pensar que quien estudia Antropología lo hace porque se interesa en explorar las zonas arqueológicas nacionales y otros vestigios del pasado. Resulta que infinidad de antropólogos no nos dedicamos a eso...

6. Suponer que la escenografía es un tipo específico de espectáculo en el área de las artes visuales. Y, por otro lado, eliminar a la instalación de las preguntas en la Encuesta porque nomás no encontraron en qué categoría incluirla. Esto es, sencillamente, incomentable.

7. Preguntar: En los últimos doce meses, ¿usted ha realizado algún viaje con motivos culturales? ¿Alguien puede explicarme qué tipo de viaje es este? De veras, la pregunta no me hace mucho sentido. ¿Se estarán refiriendo a viajes como el de la Gaviota y Copetitos al Vaticano? ¿A viajes con hongos o aceites? ¿O a los viajes que tienen que hacer quienes viven en el Estado de México si quieren llegar a la Cineteca Nacional?

8. Presentar los resultados de la pregunta: (cuya puntuación original no corrijo, nomás pa' que vean el nivel) ¿Podría decirme, 2 palabras que asocie o relacione con la palabra cultura? con una triste gráfica de barras en la cual "Otros" y "No contesta" son los valores más altos, con 19 y 11%, respectivamente. Mejor no haber preguntado nada.

9. Preguntar: ¿Qué tan interesado está por lo que pasa en la cultura o en las actividades culturales (teatro, danza, cine, literatura, conciertos)? Como si el interés por lo que "pasa" en la "cultura" (¿?) pudiera circunscribirse a la mera asistencia a actividades y sólo las del tipo que se menciona en la pregunta. Además no se dice qué tan sino cuán...

10. Dedicar dos solitarias diapositivas al tema Valores, entendidos éstos como el acuerdo o desacuerdo con posturas conservadoras/liberales en torno a la permanencia/renovación/incorporación de ideas (¿cuáles? sepa la bola) y valores (o sea, ¿cómo?), su impacto en la vida futura y las emociones, escogidas a priori -un epic fail barbarísimo-, que los encuestados y las encuestadas sienten por México. Parece que esto también responde a la afamada y chafísima técnica del copy-paste que emplea Defoe, esta vez a expensas de La Brújula Política, el sitio de un proyecto británico para explorar posturas ideológicas de quienes deciden responder a una muy interesante, esa si, batería de preguntas.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Sobre El General de Natalia Almada

Existimos personas -no sólo historiadores y psicoanalistas- a quienes el pasado y, sobre todo, la memoria que de éste se crea y recrea constantemente nos parecen temas fascinantes, vitales e incluso aterradores. Ya antes aquí había escrito un poco alrededor de mi amor por los archivos de problemático uso; había escrito en torno a las lagunas, los faltantes y los olvidos, impuestos o no, a los que uno se enfrenta cuando recuenta la historia o, por lo menos, cuando trata de contar algunas de las historias, propias y ajenas, que por azares del destino le interesan. Porque el pasado se reconstruye al narrarlo: adquiere matices, pierde algunas de sus coordenadas y habla en la medida en que le hacemos las preguntas correctas, como diría John Berger. Ahora que recién vuelvo de ver una película estupenda, que literalmente me hipnotizó durante 83 minutos, estas problemáticas se refrescan, se poetizan y se convierten en un buen pretexto para escribir el presente post.



Todo pareciera indicar que El General (Natalia Almada, México/Estados Unidos/Argentina, 2009) es un mero documental sobre Plutarco Elías Calles: El Jefe Máximo, "El Quema curas", "El Turco", quien fuera presidente de México de 1924 a 1928 y de quien se tiene un recuerdo por demás desdichado. El trailer alude al hecho de querer presentar a Calles desde una perspectiva íntima, una perspectiva que lo humanice frente a quienes, si bien nos ha ido, sabemos de él gracias a la Historia General de México de El Colegio de México (o a través de otros textos). Pero, por fortuna, esta película no resulta simplemente eso.

El General
es un ensayo sobre la memoria y el poder en el cual Almada, a partir de las grabaciones de audio que hiciera su abuela, Alicia Calles, reflexiona sobre los engarces entre pasado y presente. Así, este documental resulta un delicado y excepcional tour de force que igual recorre las calles del México D.F. contemporáneo para platicar con vendedores, estibadores y taxistas, que se pregunta por la efectividad de los mítines políticos de ayer y hoy y por la pertinaz continuidad de la devoción guadalupana y la Lotería Nacional. Como hace Yulene Olaizola en otra magnífica y muy recomendable película mexicana, Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo, Almada no repara en presentarse frente al espectador como la voz en off que devela los testimonios de su abuela, sus dudas y titubeos; la voz que generosamente cuestiona sus propias motivaciones para recrear ciertos episodios de la historia mexicana reciente, al tiempo que, con finura y destreza, liga retazos de un remoto pasado familiar a impresiones sobre un presente abrumador y caótico.

El General es una obra bellísima -en la cual el diseño sonoro de Alejandro de Icaza y la fotografía de Chuy Chávez se llevan gran parte de las palmas-, una sutil crítica de la persistencia oculta (y no tanto) de una forma de hacer política y de ser "ciudadanos" (más bien súbditos) que pareciera no haberse modificado un ápice -a pesar de décadas de inconformidades, intentos y muertes- desde que Calles fuera presidente de la República.

Si de dar estrellas se trata, de 5 le doy 5.
Trailer, cortesía de WMMNYC.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

52 Muestra Internacional de Cine. Sobre You will meet a tall dark stranger de Woody Allen

Desde que empacó las maletas y dejó Nueva York, las películas de Woody Allen de verdad que no tienen desperdicio. Hace cinco años inició su estancia cinematográfica en el viejo continente con Provocación (es decir, Match Point), a la que siguieron, entre otras, Los inquebrantables (Cassandra's dream) y Vicky Cristina Barcelona, tres soberbias películas [1]. Si bien El Ciego (Hollywood ending, 2002) es una brillante, divertida y ácida crítica de la industria de cine gringa, me da la impresión de que en la Gran Manzana Allen ya se estaba mordiendo la cola: hacer religiosamente una película por año desde 1982 [2] agota la creatividad de cualquiera, por lo que el dramático cambio de locaciones -que no de preocupaciones vitales- le cayó muy bien.




Conocerás al hombre de tus sueños (You will meet a tall dark stranger, 2010) es una comedia ligera (dicen los que saben que menor dada la magnitud de la obra de su autor), pero a mi me pareció muy divertida e interesante porque, como digna película de Allen que es, explora las dificultades -casi, casi la imposibilidad- de las relaciones amorosas. Helena (Gemma Jones, quien curiosamente es ¡la mismísima mamá de Bridget!) y Alfie (Anthony Hopkins) se divorcian después de décadas de matrimonio. Helena cae en depresión, por lo que su hija Sally (Naomi Watts) le recomienda ir con la (pseudo) psíquica Cristal (Pauline Collins), quien la entretiene y motiva gracias a su supuesto don para ver el futuro. Cristal le dice a Helena que -si, queridos lectores, es fácil de adivinar- "conocerá al hombre de sus sueños" y aprovecha para anunciar que Roy (Josh Brolin), el marido escritor de Sally, no tendrá la fama y fortuna que añora con el libro en que ha invertido años de trabajo. Helena comienza a explorar el mundo new-age de las vidas pasadas y el espiritismo, y así se involucra con alguien que comparte sus nuevos intereses, Jonathan (Roger Ashton-Griffiths), para lidiar con el hecho de que Alfie ha conocido un "nuevo amor", Charmaine (Lucy Punch), una joven y poco educada call-girl. Al tiempo que Helena busca el sentido de la existencia, Sally tiene un crush con Greg (Antonio Banderas), su nuevo jefe, y Roy fantasea con Dia (Freida Pinto), su vecina de rojo -comprometida para casarse, por cierto-, mientras espera penosamente el fallo de la casa editorial. Como esta es una película de Woody Allen -adivinaron de nuevo- todo (o casi) se complica para los personajes: ninguno obtiene exactamente lo que quiere y, en el camino, se cuestionan si los altibajos de la vida en verdad valen la pena.

En Conocerás al hombre de tus sueños, Allen ataca la cursilería y ñoñez de las comedias románticas hollywoodenses -sobre todo, los finales felices-, como ya lo había hecho antes con las excelentes Annie Hall (1977) y Manhattan (1979). A través de las historias de varias parejas de distintas generaciones, Allen urde en Conocerás al hombre de tus sueños una trama en la que nadie sale bien parado (he de apuntar que lo que sigue son SPOILERS, así que ¡aguas!): Alfie se casa y muy pronto se divorcia de Charmaine (embarazada, tal vez, de un galán de gimnasio) debido a las obvias diferencias entre ellos; Sally y Roy terminan porque su matrimonio parecía no ir a ninguna parte; tardíamente, Sally confiesa su atracción a Greg que ni se inmuta y, además, ya tiene sus queveres con Iris (Anna Friel), a quien la misma Sally le presentó; y aunque Roy y Dia acaban juntos es posible que su relación no sea larga porque ambos son el rebound del otro, dados sus recientes fracasos sentimentales. Por lo visto, los únicos que tienen algo así como "un futuro juntos" son Helena y Jonathan... La más reciente película de Allen termina con esta lista de desencuentros, un catálogo de sinsabores -no sin su genial dosis de humor- que da al traste con las fantasías e ilusiones de la típica comedia romántica. Porque si nos tomáramos en serio los continuos reveses y descalabros, muy infelices seríamos, eso si.

Conocerás al hombre de tus sueños inicia con una cita de Shakespeare que da título a una gran obra de Faulkner y que yo uso para darle fin a este post:

Life's but a walking shadow, a poor player
That struts and frets his hour upon the stage
And then is heard no more: it is a tale
Told by an idiot, full of sound and fury,
Signifying nothing. (Macbeth, Act 5, Scene 5)

La vida -y el amor por añadidura- es un cuento contado por un idiota que, ultimadamente, no significa nada. Pero este cuento lleno de ruido y de furia, al menos al estilo de Allen, es capaz de hacer reir y de hacer olvidar el sinsentido del mundo, al menos por un rato. Si de dar estrellas se trata, de cinco le doy cuatro.

NOTAS
1. Salvo Si la cosa funciona (Whatever works, 2009) que, curiosamente, no se estrenó en cine comercial en México y se ve bastante interesante con Larry David al frente del reparto, las seis películas que Allen ha filmado desde 2005 están situadas en ciudades europeas: Londres, Barcelona, París.
2. Aunque, a veces (y eso que no estoy contando cortos ni películas para televisión), eran más de una: en 1987 Allen escribió y dirigió Días de Radio y Septiembre.