Justo ayer, el semanario Desde la fe de la Arquidiócesis de México publicó un texto de nombre "Las verdaderas razones de la Iglesia para oponerse a que homosexuales adopten niños" que promete terminar de una vez y para siempre con las especulaciones sobre los motivos reales por los cuales la Iglesia Católica está en contra de la posibilidad de que parejas del mismo sexo adopten niños y niñas, iniciativa aprobada y hecha ley por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal en diciembre pasado.
Bastó una revisadita a lo que tal artículo dice para que el activista que llevo dentro se convenciera de la urgencia de comentar la multitud de barbaridades que en él suscribe la Arquidiócesis. Frente a ellas trataté de ser breve y me concentraré solamente en una problemática cuestión (porque tratar de deconstruir las nociones de "normalidad" y "naturaleza", presentes en esta misiva como razonamiento inapelable para denostar la sexualidad homosexual, ya lo he hecho antes aquí): la pretendida aceptación de los homosexuales por parte de la Iglesia Católica.
El texto comienza diciendo que el Catecismo de la Iglesia Católica pide que los homosexuales sean acogidos con respeto, comprensión y delicadeza, y evitar todo signo de discriminación injusta (como si existiera la discriminación justa), una intención bastante loable, aunque dudosa, que al continuar con la lectura del artículo revela su verdadero significado. Si bien la Arquidiócesis inicia su perorata con una alusión a la caridad cristiana en el trato con homosexuales (más que a la empatía civil, porque sus palabras tienen un dejo de "ayyy, no saben lo que hacen..."), ni tarda ni perezosa estipula que la unión sexual entre personas del mismo sexo es estéril, porque los genitales femenino y masculino están diseñados para que las relaciones sexuales plenas y fecundas sean solamente entre hombre y mujer. Pareciera no causarle mayor agravio a la Arquidiócesis que a algunos hombres les gusten otros hombres (eso si: pobrecitos), pero que anden haciendo cosas sucias en lo oscurito es inadmisible. La Arquidiócesis acepta -o más bien tolera- una orientación o preferencia distinta a la heterosexual, aunque no soporta su expresión más íntima, por lo que conmina a los homosexuales, como a toda persona soltera, a vivir la castidad. ¿Qué tipo de acogida es esta que ofrece la Iglesia Católica a los homosexuales, acogida en extremo superficial, condicionada y, si me apuran un poco, hipócrita?
Luego la cosa se pone peor cuando los argumentos de la Arquidiócesis saltan de aleccionar sobre el mundano sexo a defender rabiosamente la sagrada familia: Ser un buen padre no consiste solamente en dar casa, vestido y sustento al niño, sino en asegurar su sano desarrollo físico, mental y moral. Por bien intencionados que fueran unos 'papás' homosexuales, su solo estilo de vida afectará de muchas maneras al niño. Si dice: 'de grande quiero ser como mi papá', ¿a qué se referirá?, ¿a usar falda, maquillarse, invitar a otros hombres a dormir con él? Por otra parte, no se puede dejar de mencionar la grave posibilidad de que una pareja de homosexuales desee adoptar niños con el perverso propósito de usarlos para pornografía infantil, abuso sexual, prostitución, etc. Lo anterior solo demuestra cuán desinformada está la Arquidiócesis sobre el "estilo de vida" homosexual (como si hubiera solo uno): pareciera que éste se equipara directamente y sin escalas al travestismo y a la promiscuidad. Lamento mucho lo que voy a escribir a continuación, pero a veces hay que explicarse con manzanitas y palitos: no todos los homosexuales son travestidos, ni todos los travestidos son homosexuales; no todos los homosexuales son promiscuos ni todos los promiscuos son homosexuales; no todos los homosexuales son perversos ni todos los perversos son homosexuales y, además, no todos los heterosexuales son buenos padres, ni todos los buenos padres son heterosexuales. Aunque eso de hablar de buenos y, por extensión, malos padres también es una generalización peligrosa porque, me pregunto, ¿qué es ser un buen padre? Y, ¿quién podría ilustrarnos con conocimiento de causa y certeza rayando en la arrogancia lo que es ser un buen padre? La verdad lo ignoro, pero tengo la pequeña sospecha de que no es la Iglesia Católica.
La Arquidiócesis -científica, ilustradísima e imparcial como siempre- concluye su argumento de cuán malos padres son los homosexuales citandos los 25 (+ 1) efectos que, según Dawn Stefanowicz -una mujer educada por un padre gay y una madre pasiva (¿?) en el Toronto de los años sesenta y setenta-, pueden acaecer a quienes han crecido en familias que no son cien por ciento heterosexuales: Sentimiento de ser diferente, de no pertenecer. Buscar aceptación y relacionarse sólo con niños problema. Soledad; deseos de huir, evadirse. Habituarse a mentir para ocultar su realidad. Vergüenza por su situación familiar. Inseguridad. Dolor por ser ridiculizado y discriminado. Tristeza y depresión. Atracción por el mismo sexo. Baja auto-estima. Buscar llamar la atención en forma negativa. Rebeldía, delincuencia juvenil. Desórdenes alimentarios. Adicción a alcohol, drogas, sexo, etc. Ideas suicidas. Obsesiones sexuales con sus papás o parejas de éstos. Celos desmedidos con sus papás o parejas. Presión para aceptar las cambiantes parejas de los papás. Presenciar y/o ser víctima de conductas sexuales inapropiadas. Dificultad para establecer relaciones de confianza. Confusión con relación al género. Falta de identidad sexual. Hermetismo. Dificultad para comunicarse. Temor de revelar situación personal, lo que vive, lo que presencia. Necesidad de terapia. Lo único que se me ocurre decir a propósito de esta lista de supuestos (o rotundos e inescapables según la Arquidiócesis) "efectos" que le caerán como la peste a los niños y niñas que viven en hogares homoparentales (que ni siquiera fue el caso de Dawn, por cierto) es: quien nunca haya sido adolescente, que tire la primera piedra.
Para terminar, me permito citar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que en su Artículo 130, inciso E dice: Los ministros no podrán asociarse con fines políticos ni realizar proselitismo a favor o en contra de candidato, partido o asociación política alguna. Tampoco podrán en reunión pública, en actos de culto o de propaganda religiosa, ni en publicaciones de carácter religioso, oponerse a las leyes del país o a sus instituciones, ni agraviar, de cualquier forma, los símbolos patrios.
Hay muchas cosas más que pueden rebartirse en este texto, pero yo me conformo con parar aquí y esperar a que Fernando Gómez Mont, Secretario de Gobernación, se ponga a hacer su trabajo: este artículo de Desde la Fe, al igual que las declaraciones de Norberto Rivera acerca de la "mala y perversa ley de adopciones a parejas gay", claramente se contrapone a lo que acabo de citar de la Carta Magna, lo que hace merecedora a la Arquidiócesis (y también a Norbertito) a algún tipo de sanción porque vivimos en un Estado Laico, ¿que no? Obviamente esperaré sentada y con la paciencia de un santo...
6 comentarios:
Concuerdo totalmente contigo.
Saludos!!!
y por un momento pense que en el ultimo parrafo decia: "Desde la *mala* Fe"... pero en fin, seamos honestos, de cuando aca Mexico es un pais laico?
Puuuff!! La verdad ya no sé qué más escribir, sólo que de ésto platicaba con una amiga hace unas horas. En verdad a ambos nos ha movido todo lo que ha pasado desde la aprobación de la ley, y nos tienes recordando cómo desde pequeños asimilamos y asumimos, cada quién a su tiempo, nuestra orientación sexual.
Lo de la iglesia, bueno, como lo expresé en mi blog: Su dios no manda en mi vida - o algo así intenté comunicar, jaja -. Estoy en paz y agradecería que Norberto y sus seguidores respeten las leyes civiles, pues como bien presentaste, están cometiendo una falta constitucional. Ojalá los sancionen por ésto, aun cuando dudo que ocurra debido a que ni siquiera los han juzgado por sus crímenes contra menores de edad...
bravo!
que les corten la cabeza.
Este tema logra erizarme.
Hace unos cuantos días, discutía con un *compañerito* de trabajo (militante de la derecha católica, of course), y su opinión fue que la adopción no era posible porque los niños tenían derecho a conocer, dentro de una familia, la perspectiva de un hombre y una mujer.
Le contesté que el derecho de los niños, como tal, es desarrollarse e un ambiente rodeado de afecto y que no siempre en las parejas heterosexuales se juegan estrictamente los roles masculino y femenino.
Después de la acalorada discusión, me salió con el típico contra ataque: "Si tú o tus amigos no vienen de un matrimonio que no funciona es otra cosa, pero por mi experiencia y la de mis amigos, yo creo que lo mejor es una familia heterosexual"
Puaj! increpé molestísima, tú y 'los tuyos' hace tiempo que olvidaron cómo debatir.
Asnos nunca faltan...
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