sábado, 26 de diciembre de 2009

Navidades y demás

Este año no celebré Navidad. Me quedé en casa con mis hijitos peludos leyendo un poco, escribiendo y pensando mucho. Para la gran mayoría, hacer esto es inconcecible: pero, ¡cómo! Si la Navidad es el momento quintaesencial de unión familiar, es la fecha del año que se espera ansiosamente, es la noche del pavo, los regalos, las sorpresas... Pues si: soy un consumado Scrooge. He de confesar que nunca he disfrutado particularmente la Navidad, sobre todo porque la casa de mis padres no se caracteriza por sus tradiciones decembrinas: cero posadas, cero cenas, cero uvas que anticipan el año por venir.

Cuando era niña, ayudaba a mi madre a poner el nacimiento y el árbol. Me gustaba colocar a los Reyes Magos lejos, lejos del pesebre e ir acercándolos de a poco para que llegaran justo el 6 de enero a visitar al Niño Dios. Los regalos aparecieron bajo el árbol durante mis doce o trece primeros años de vida y después de que me dijeron que Santa Clós era una invención americana con fines de lucro, los regalos dejaron de aparecer: mejor me los daban en vivo y en directo quienes los habían comprado, mis padres. Pero todo lo demás -la familia reunida cantando villancicos, los romeritos y el bacalao, las borracheras monumentales-, eso nunca pasó. Supongo que porque al Scrooge mayor -mi padre-, dado su espíritu agnóstico y comunista y su delicado estómago, celebrar la Navidad con bombo y platillo nunca le ha gustado.

Cuando me independicé se me desató el pequeño reventado que llevo dentro. Fue entonces que por algunos años celebré Navidad en casa de quienes si tienen la costumbre de hacerlo: digo, tenía que aprovechar toda ocasión de salir al mundo, de conocer otras formas de ser y estar en él. Para mi era algo nuevo y hasta ajeno ver a los grandes contingentes familiares compartiendo juntos esa noche (mi familia más cerca consta de tres personas: papá, mamá y yo). Siempre agradeceré a la familia de Alex por las Navidades que tan amorosamente me acogió. Pero no cabe duda que el ser humano es un animal de hábitos. Y como el hábito navideño durante mi niñez y adolescencia fue estar en camita a más tardar a las 11pm, curvar esa tendencia mía hacia la soledad y hasta la contemplación en Nochebuena me fue difícil entonces y también lo es ahora.

Además están mis salvedades ideológicas para con estas fechas. Ya en otra ocasión aquí expresé brevemente lo que me provoca el fervor decembrino, lo que opino sobre el estrés y la compulsión de las compras, sobre el feroz embate publicitario a propósito de los buenos deseos navideños... Es complicado mantenerse al margen del espíritu de la Navidad; es complicado evitar su contagio sobre todo porque a dónde quiera que uno mire está presente, avasalladoramente presente. Muchos fruncen el seño cuando digo que prefiero no celebrar, por lo que en esta temporada siento con más intesidad cuán "freak" soy. No es algo que me preocupe o atormente: con los años he aceptado, por arduo que sea de explicar, que no soy un ente festivo, por lo menos en lo que se refiere a la Navidad. Para mi fortuna, no tengo el deber de asistir a la reunión familiar obligada e imprescindible, porque sencillamente no hay tal, lo que me da la oportunidad (a riesgo de sonar muy, pero muy cursi) de reflexionar sobre el Amor y la Paz. En definitiva, cualquier momento es bueno para acercarse a quienes queremos, familiares o no, y para restablecer y fortalecer los lazos del corazón. Así que, ¡Feliz no Navidad queridos lectores!

2 comentarios:

Beatriz dijo...

Todas mis navidades han sido grises, melancólicas y tristonas pero resignadas. Esta navidad me hice al ánimo de tratar de poner buena cara y celebrarlas desde el paganismo que me es inherente. Cuando ya tenía el semblante bien adiestrado, mi abuela se muere a kilómetros de distancia. Las navidades se me niegan y todavía no puedo decir "feliz navidad" con mucha ironía. Pero aún así "feliz navidad" porque un pretexto para el abrazo, sea el que sea, no se debe soslayar.

Guillaume le dark dijo...

¡ Coincido con tu post! ;) Diario, podemos decirle a nuestros seres queridos que los amamos.
Y, luego las navidades se ponen intensas como en la película danesa "Festen" o, como las de mi amigo Héctor Suárez Gomís.:P
¡Felíz no navidad Mon! También, tenemos 364 no navidades... Jajajajaja =D Es que es al más puro estilo "No cumpleaños!.