miércoles, 31 de marzo de 2010

Trilce

Me parece increíble que aunque sigamos viviendo en la misma ciudad (si: a veces se me desborda la ingenuidad) no nos hayamos vuelto a encontrar. Así, fortuitamente, como resultan esos encuentros, como se encontraban Oliveira y la Maga: al cruzar una calle o dar vuelta en una esquina, al encederse las luces en una sala de cine, en la fila del supermercado, al escrutar con la mirada las incontables y fugaces caras de transeúntes, pasajeros, conductores... Después de esa última vez que nos vimos, supongo que por mera casualidad, nunca más ha sucedido. Yo iba entrando en una Iglesia y tu salías, justo en ese momento. Clavaste tus ojos en los míos, no dijiste palabra pero me hiciste saber que preferías no verme, mucho menos hablar conmigo. Diste media vuelta, regresaste sobre tus pasos; torpemente -yo no estaba invitada a la boda, luego supe que tu si- alcancé a felicitar a la novia (al novio no recuerdo haberlo visto) y me fui. No intenté seguirte. No pude preguntarte, ¿qué ha sido de ti en todos estos años? Entonces solo habían pasado tres o cuatro desde nuestra separación. Ahora suman ya catorce. También me parece increíble que todavía no me haya librado de tu recuerdo.

Y esta tarde la tecnología (movida por la curiosidad del pequeño fisgón que llevo dentro) me permitió verte. A distancia, en la lejanía aséptica del que mira sin ser visto, del que pareciera no comprometer el corazón, del que interpreta indicios y se entera, inoportunamente y a destiempo, de lo que ha pasado. Sin los riesgos de estar cara a cara, sin el pánico de saber que, de encontrarnos de nuevo, tu me darías la espalda aunque yo querría abrazarte, disculparme una y mil veces (decirte que en verdad lo sentí entonces y lo siento ahora), explicarte y preguntarte tantas cosas. El que busca encuentra. Hoy te encontré: algunas fotos, varios videos, evidencia de que sigues ahí, Dios sabrá dónde. De que la vida continuó después de todo. De que cada uno siguió como pudo y se hizo de esa vida que cuando estábamos juntos era un vago proyecto en ciernes. Es triste y dulce verte así. También lo es darme cuenta de que esta es la única forma en que puedo y, tonto consuelo, podré verte.



Versos de
Trilce, cortesía de César Vallejo.
Video de Drake de Beth Gibbons, cortesía de ramelou.

4 comentarios:

El Soviético Tuxtleco dijo...

Qué buen post.

Hermes dijo...

las casualidades son lo mas raro de la vida... i thougth that i saw a light shine.... ... buen post. tk care, baee

Montserrat Algarabel dijo...

Gracias Soviético y Hermes por leer y comentar. Las casualidades Hermes vaya que son raras y, al mismo tiempo, son tan recurrentes... Saludos cordiales, n.

La Rumu dijo...

¿14 años? Vaya, el peso de los años cae cuando los contamos y nos acordamos de nuestras caras de entonces.
Prefiero tener guardado el gatillo que dispara en mí esos recuerdos.
Salud ;-)