Aunque no puedo decir que soy su fan -porque no he seguido su carrera literaria puntualmente y porque creo que a usted no le gusta el término "fanático" por razones obvias-, he de confesar que entre más lo leo mejor me cae. Hace años, recuerdo haberlo reconocido en su pequeña participación en la película El diario de Bridget Jones (como parte del confundido público asistente a la torpe presentación de Bridget con motivo del lanzamiento de La moto de Kafka que aún no sé si se trata de una novela real o no... sáqueme de la duda, por favor). Para un cameo en que no dice una sola palabra, usted me pareció bastante gracioso aunque un poco sombrío siendo honesta. ¿Qué hacía usted en esa comedia romántica, un escritor tan famoso y, a la vez, tan odiado por muchos?
Inicialmente, mi opinión sobre su persona estaba atrapada en las redes del prejuicio mediático: musulmana por elección (y sufi por fortuna), Los versos satánicos me sonaban un poco a blasfemia y, la verdad, cuando una parte escéptica y liberal de mi formación me llevó a leer la novela, no pasé de la página 100. Después de demasiadas cuartillas sobre como sus protagonistas charlaban en caída libre, opté por olvidarme de Los versos satánicos (si: la desesperación ganó a la paciencia). De hecho, a causa del malestar que me provocó ese particular libro lo intercambié por otro -El suelo bajo sus pies-, curiosamente también de su autoría.
El suelo bajo sus pies sobrevivió a una mudanza y pasó casi un año en un estante hasta que un buen día atrapó mi atención y, ¡oh sorpresa!, no pude despegarme de sus páginas. Permítame decirle (seguramente otros ya lo han hecho) que es una de las mejores novelas que he leido. Las descripciones del Bombay de la niñez de Rai, la saga familiar de los Cama, la hermosa historia de amor y música entre Ormus y Vina y su reflexión sobre la fotografía, la pérdida y la nostalgia me llegaron muy hondo. Justo al terminar de leer El suelo bajo sus pies, por azar llegó a mis manos -de las manos de otra musulmana amiga mía- su colección de ensayos Pásate de la raya. Y ahí fue donde, creo, me fue dado conocerlo un poco más. Me parece muy sugerente que usted escriba con inteligencia y humor sobre lo que algunos podrían llamar "cualquier cosa": desde el fútbol, la muerte de Lady Di y la película El mago de Oz, hasta una ferviente apología de la novela y su relación con Bono y U2, pasando por la íntima crónica de la década que sobrevivió bajo la implacable fatwa del Imam Jomeini y la campaña de desprestigio en su contra orquestada por algunos medios británicos. Eso de imputarle la entera responsabilidad de cómo se interpretó su obra, de que aguantara las consecuencias porque "usted se lo buscó", me parece, sencillamente, una barbaridad.
Sus "Mensajes de los años de la peste" me permitieron ver cómo el llamado "caso Rushdie" en realidad iba más allá de su propio dilema personal: implicaba una lucha por el respeto a la libertad de expresión y a la autodeterminación individual, una lucha a la que yo me suscribo debido a mi propia historia de vida. Imagínese: en un país patriarcal, arraigadamente católico y guadalupano como México, la comunidad sufi a la que pertenezco es islámica de ascendecia turca y, además, está dirigida por una mujer. El sufismo que me ha tocado vivir, según los policías de la mente de los que usted habla, es visto aquí como una doble transgresión o, en el mejor de los casos, como un doble exotismo: por venir de tierras lejanas y por tener una guía femenina. Sobre nuestra comunidad ciertamente no pende una condena como la que se decretó contra usted, pero a veces si puede sentirse la incomprensión que provoca lo periférico, lo radicalmente otro.
A pesar de que tras la fatwa usted peleó de inicio por su vida e integridad, la experiencia de verse confrontado a un Islam autoritario y eminentemente político (que, usted sabe, nada tiene que ver con lo que miles de sufis creemos) lo acercó a otros musulmanes -escritores, activistas, artistas- quienes, como nosotros, han constituido a ojos de toda ortodoxia una desviación peligrosa. Creo que, guardando la distancia que la prudencia marca, puedo imaginarme bien por lo que usted pasó.
Sir Salman, le mando pues mis salams, saludos de paz en la tradición islámica, y espero encontrarlo pronto en otro de sus libros, Hijos de la medianoche, del cual he leído maravillosas reseñas. Hasta entonces.
1 comentario:
Hi,
I agree. All orthodoxy people are dangerous deviants.
greetings:)
Publicar un comentario