miércoles, 16 de septiembre de 2009

¿De qué otra cosa podríamos hablar? Muerte, arte, censura, escándalo... y fiestas patrias

En medio de la resaca generalizada tras las benditas fiestas patrias, este miércoles que parece domingo me puse a explorar blogs. A partir de encontrar en el blog de David Miklos un texto que discute las opiniones de otro texto de Avelina Lésper sobre la obra de Teresa Margolles ¿De qué otra cosa podríamos hablar? me quedé pensando. El laberinto de links me hizo deambular entre las problemáticas que personal y profesionalmente me atribulan...

I
La materia fundamental con que Teresa Margolles (Culiacán, 1963) trabaja es la muerte. O, mejor dicho, la estela de rastros que ésta deja en su inexorable paso por el mundo. Desde su labor en los noventa con el grupo SEMEFO se puede apreciar -a través de videos, instalaciones, fotografías y performances- esta obsesión suya por dar cuenta de lo que, comprensiblemente, la gran mayoría prefiere relegar al olvido. Lo poco que he visto de la obra de Margolles me parece macabro y sórdido, por decir lo menos: mi estómago no da para tanto ante la sensación de sobrecogimiento que me produce (como muestra de ambas cosas, he aquí un autorretrato de la artista que, la mera verdad, por pudor no me atreví a postear: la autocensura me traicionó gachamente). Pero reconozco una suerte de necesidad en lo que Margolles hace, una especie de urgencia en obligar a mirar los bárbaros restos de la vida y, sobre todo, cuestionarse sobre las causas, muchas veces injustas, de la muerte. ¿De qué otra cosa podríamos hablar? es su más reciente exposición y representa a México en la Bienal de Venecia 2009. Margolles exhibe en las sombrías y desvencijadas habitaciones del Palazzo Rota Ivancich los vestigios de la guerra antinarco: sangre, destrucción, violencia. Frente a una realidad brutal, un exposición brutal. La excelente crónica de José Manuel Springer sobre ¿De qué otra cosa podríamos hablar?, publicada en Réplica 21, está aquí; el video a continuación es un breve recorrido por el Pabellón de México en la Bienal de Venecia, cortesía de zczfilms:


II
No soy crítica de arte. A duras penas entiendo lo que es ser antropóloga. Tengo una gran (de)formación profesional: estudié Sociología seis años. Y me he metido en camisa de once varas con una tesis sobre arte y moralidad: la reconstrucción del discurso de la censura y el escándalo en el cine mexicano de los últimos 40 años. Me resta un año para paliar mis lagunas o, por lo menos, para construir un texto en que hile lo más finamente posible mis dudas e impresiones (y en el que sistematice las toneladas de información que tengo y que pesan más cada día). Creo que la cuestión fundamental detrás de la censura y el escándalo es, como dice J.M Coetzee a propósito de la primera, sentirse ofendido. Aunaría a esto el sentirse vulnerado y transgredido. Toda expresión entonces es potencialmente censurable y escandalizante dada la diversidad innegable de posturas morales en una sociedad porque puede leerse como un ataque a las más firmes convicciones de cualquiera. La obra de Margolles entonces lógicamente ofende y vulnera a sus espectadores, de alguna u otra manera, en la explícita visibilidad de la transgresión máxima: ese otro temible, de rostro repugnante, ese otro último: la muerte. Si hacer esto es arte o no, aún me lo cuestiono porque ¿qué es el arte y cuál es su función (si es que ha de tener una forzosamente)? De lo que si puedo hablar, un poquillo nada más, es de las cosas que siento como ofensas...

III
México hoy día me asusta. Me preocupa, me duele. Independientemente de "buenos" y "malos", de "policías" y "ladrones", de _____ y de _____ (rellénense los espacios con los nombres de quienes ustedes gusten), es intolerable que en los últimos años hayan muerto miles en una guerra que da visos de ser interminable. México rezuma sangre y violencia, transpira miedo. ¿Cómo es posible que esto se permita y hasta se fomente? ¿Cómo es posible que se aplauda? ¿Cómo ponerle al pandemónium que vivimos punto final? Y sobre todo: ¿cómo es que llegamos a esta situación? Por eso también me pregunto: ¿qué festejar? ¿Hay motivo de celebración estando las cosas como están? Anoche no me faltaron ganas de salir a dar el antigrito: el grito de la indignación ante la muerte generalizada a manos de las balas, el hambre, la pobreza o la desesperanza. Los festejos septembrinos de ayer en verdad me escandalizaron, al tiempo que me sentí incapaz de censurar el fervor patrio de, digamos, mis vecinos: quién soy yo para decirles esto, lo otro o lo de más allá. Así que me quedo con mis ofensas y sentimientos encontrados y los vierto en este blog, abusando tal vez de mis amables lectores. Vaya intríngulis: quien me manda a interesarme por estos temas...

7 comentarios:

Kurumo MI dijo...

La censura es alejarse de lo que pone en riesgo nuestro balance, lo que nos impacta y ofende... A mí me ofende la hipocresía, la injusticia, las guerras, y sólo me es posible censurarlas en cuanto a que no participo de ellas en mi vida.´

Muerte es lo que nos rodea, lo que se festeja en estas fechas, lo que nos acompaña mientras dura la Vida... Dicen que la vida en sí misma es arte, que también lo es aquello que un ser humano crea...

¿De qué otra cosa podríamos hablar? Pregunta difícil de esquivar...

Beatriz dijo...

La propuesta de Margolles siempre me ha parecido efectista y morbosa. Sin embargo, las pocas piezas que he visto de ella en vivo y a todo color me ponen la piel chinita y no es sólo porque use sangre certificada de narcomenudista -lo mismo me da que la supla por moronga- sino porque ofrece algo más allá de la carnicería. Algo que a mí, simple mortal coleccionadora de postales de museo, no me gusta pero que valoro en su contexto como arte. Como neófita en la materia me gustaría un juicio más estético que ético (quizá mejor dicho, que "moral"), el anecdotario sobre lo lícito y lo ilícito me parece una manera poco afortunada de abordar el tema.
Me gustó tu post y tu cruzamiento de linky -links, me los leí todos.
Un besote.

morgana dijo...

Nunca he visto la obra de Margolles en vivo, sinceramente no creo aguantarla. Entiendo la propuesta como un llamado a encontrarnos con la alteridad de una manera violenta. No creo que sea la única vía para lograr eso, es decir la violencia. Sobre la censura, coincido en que tiene que ver con aquello que nos vulnera, nos rompe el esquema y nos saca de nuestro espacio de seguridad, pero ¿en qué medida violentar abruptamente el espacio de seguridad de otro sirve realmente para que reconsidere sus parámetros y esquemas?
me gustó tu post
abrazo¡

Emmiux dijo...

Seria por favor, que es un berrinche de adultos.

Diana dijo...

Uy, quien nos manda dirás. Y es que debe importarnos, o no?

La Rumu dijo...

Tampoco soy crítica de arte, sino mera aficionada, pero para darle más caché (jua) a mis opiniones, me gusta imaginarme como el Demian de Hesse, que sin saber académico sabe de apreciación sensorial...

Bueno el caso es que no estoy de acuerdo con el texto de Avelina Lesper y sí con el de Miklos, eso pq no le veo mucho sentido al cerco jurídico que le trata de poner a la obra de Margolles; el fenómeno del narcotráfico y todo su contexto es inaudito, qué sentido tiene citar la letra (muerta)de la ley cuando esta ha demostrado su completa inutilidad ante hechos que se le han escapado?

Y pa' terminar, coincido: Frente a una realidad brutal, un exposición brutal.

Saludos!

Montserrat Algarabel dijo...

Kurumo: me gustan tus reflexiones y comparto tus indignaciones (ay, ¡hasta rimó!)
Beatriz: eso mero: una crítica de arte debiera hablar (supongo) de arte y no de leyes...
Morgana: Coincido en que la provocación no necesariamente le permite al provocador hacer reflexionar al provocado. ¡Gracias por comentar!
Emmiux!: ay, es verdad, seamos serios frente al berrinche adulto, ¡ja!
Diana: Yo si creo que debe importarnos, aunque nos saque canas verdes y de otros colores...
The fool: Me gusta la idea que citas de Hesse sobre una apreciación sensorial: finalmente la belleza yace en el ojo de quien mira, ¿no?
Un gran saludo a todos, n.