lunes, 4 de mayo de 2009

El top ten de la semana: mis 10 profesiones frustradas

Existen infinidad de respuestas frente a la trilladísima pregunta "¿qué quieres ser de grande mijita?". Éstas son algunas que yo recuerdo haber dado:

1. Química. Por ahí de mediados de los 80, el juego de química Mi Alegría ciertamente fue mi alegría por varios meses. Cuando las cosas empezaron a apestar, explotar y manchar las paredes, techo y alfombra, recapacité al respecto.

2. Monja. Eso se lo debo a los 6 o 7 años que religiosamente fui al catecismo ("¡¿cómo pudiste?!", susurra el ateo que llevo dentro). Nunca supe cuál era el carisma particular de mis monjitas catequistas, pero me caían muy bien. Además, todo lo que hacíamos era comer golosinas, ver películas bíblicas y hacer dibujos sobre los pasajes del Nuevo Testamento...

3. Psiquiatra. Si: en la Secundaria me entró la fascinación por la locura y, sobre todo, por los locos. Este interés no se convirtió en opción profesional, aunque todavía vivo sus secuelas: confieso haber disfrutado con patológica intensidad todos los capítulos de la serie de A&E Biography sobre asesinos seriales...

4. Médico. También en la Secundaria pensé que la profesión más noble y útil para la humanidad era la del galeno. El problema fue que nunca me atreví a entrar en una morgue. Cuando finalmente tuve el valor de hacerlo, comprendí por qué estaba estudiando Sociología.

5. Periodista. Ser testigo y cronista de los tiempos que corren veloces seduce a cualquiera. Como mi padre fue amigo cercano de Carmen Lira durante mi infancia, escuchar de viva voz sus relatos de la Nicaragua de la Revolución Sandinista me dejó una honda impresión.

6. Nadadora. Nunca fui una versión femenina de Michael Phelps (ni cuando fumaba mota...), pero siempre me ha gustado el agua. De niña tenían que sacarme a fuerza de las albercas porque me negaba a dejar de chapotear.

7. Actriz. Para no aburrirlos con el largo cuento de mi relación de amor y decepción con el teatro, solo diré una cosa: cuando era adolescente, tras un profundo examen de consciencia (y después de haber participado en varias obras escolares), me di cuenta de que quería ser actriz para ser, potencialmente, todas las Montses que pudiera. Era la excusa perfecta para no tener que decidir por tal o cual...

8. Pianista. El piano es mi instrumento favorito. Mi hermana Patricia me regalaba uno cuando iba en 6to de Primaria, pero mi padre pensó que entonces yo ya estaba "muy vieja" para empezar a aprender música... además ¿dónde diablos íbamos a acomodar el mentado piano? Ni siquiera era de cola...

9. Cantante. Como tantos y tantos artistas wannabe, yo también he cantado frente al espejo sosteniendo un micrófono invisible. La ironía del asunto es que hace unos seis años descubrí que si podía -y puedo y me encanta- cantar (eso se lo debo a mi amiga Leyla y siempre le estaré agradecida). Pero ahora soy yo, no mi padre, quien cree que ya se me pasó el tren del estrellato.

10. Escritora. Supongo que aún tengo esperanza, ¿no? Saramago publicó su primera novela pasados los cincuenta...


2 comentarios:

La Rumu dijo...

Eso de monja sonaba bien, podías fundar una nueva orden y hacer un desmadre... o vender obleas con mota, jaja

Moy dijo...

Uy... Yo siempre me quedé con la idea de estudiar urbanismo... me jala mucho el tema todavía... pero bueno, mi miedo a las matemáticas me hizo abandonar la idea.