sábado, 9 de mayo de 2009

Twilight... otra vez nos encontramos. Sobre la lectura, el cine, el amor y la imaginación

Cai, si. Vaya que cai. Acabo de ver Twilight. Y, para mi sorpresa, la cinta es bastante entretenida, salvo la última media hora en que la trama se desparrama cual verdolaga. Tenía que haber algo de sangre, violencia y acción ya que no hubo nada de sexo, ¿no? Veamos... creo que optaré por escribir algunos pensamientos desordenados sobre esta película y otros temas.

I
El primer gran acierto de la cinta es su directora, Catherine Hardwicke, quien logra reconstruir entrañablemente el universo emotivo adolescente. Esto, supongo, no es logro exclusivo de Stephenie (si: con "e") Meyer, creadora de la saga Twilight, sino de la propia sensibilidad de Hardwicke, cuya destreza al respecto ya despuntaba desde que filmó Thirteen (A los trece, 2003). En ese sentido, la cinta describe de manera eficaz la agonía de Edward Cullen (Robert Pattinson), el vampiro adolescente, frente al amor que siente por la insufrible humana Bella Swan (Kristen Stewart). La agonía de un amor destinado al fracaso: no solo porque muchos amores adolescentes van directo al desfiladero, sino porque a ese encontronazo entre dos mundos que responde al nombre de enamoramiento se le añade que, en el caso de Crepúsculo, una parte de la ecuación está "diseñada" (como Edward le dice a Bella) para aniquilar a la otra. Además, en teoría, ambos son adolescentes: su condición es la de padecer. Y vaya que padecen, como todos los "adultos" alguna vez padecimos -y, a veces, volvemos a padecer- el amor de visos imposibles. Quién no puede reconocerse a sí mismo en este sentimiento...

II
La escena en que Bella finalmente acepta frente a Edward que ella sabe que él es un vampiro me pareció muy bien lograda: un bosque húmedo e increiblemente verde, un espacio íntimo pero frío, dos amantes separados por sus naturalezas confrontadas en el desconsuelo de quererse juntos. He de confesar que en este momento de la cinta recordé de manera vívida cómo se me partía el corazón constantemente durante ese primer amor: en la ausencia, en la cercanía, en la imposibilidad del contacto, en la brevedad del roce... Pero este desliz mío, esta fuga hacia la cursilería en que caigo cada vez que lo recuerdo, no me cegó ante lo que me parece una de las cuestiones más objetables de la saga: la deficiente factura de sus personajes. Baste un breve ejemplo: Edward Cullen (perdónenme sus fans...) tiene una actitud protectora, rayando en lo posesivo, casi paternal, con Bella. Está ahí, siempre ahí, hasta cuando ella duerme, para velar por su ¿bienestar? Parece un acosador maniaco, más que un adolescente perdido de amor. Bueno, eso se explica muy sencillamente: recordemos que Edward Cullen tiene casi un siglo de tener 17 años.

III
Afortunadamente, no he leido Crepúsculo (y sigo firme en que no lo haré), por lo que no tengo la tentación de querer comparalo con la cinta. Desde hace tiempo he sostenido que la literatura y el cine son incomparables (lo cual resulta un lugar bastante común). Incomparables no porque el libro "siempre será mejor" que la película, sino porque, de entrada, literatura y cine son lenguajes distintos. En segunda instancia, leer y ver cine son experiencias sensoriales, intelectuales y, me atrevo a decir, vitales muy diferentes. Encima, la apreciación artística es, en gran medida, una cuestión de gusto. Para seguir con la metáfora diré que, por ejemplo, Great Expectations de Charles Dickens es tan deliciosa como Great Expectations de Alfonso Cuarón pero sus sabores nada tienen que ver. El humor de Dickens se paladea frase a frase en la novela, cosa que obviamente está ausente en la cinta; la hermosa fotografía en tonos verdes de Emmanuel Lubezki lógicamente es una imposibilidad al leer el libro (a menos que se vea la cinta primero y luego se lea éste).

IV
Aqui yace una posible razón por la cual el libro "siempre será mejor" que la película: la visión (en su acepción más plena) de cualquier texto, sobre todo literario, es personalísima y se construye en el espacio de la fantasía íntima de cada lector. Me parece que el exterminio de esta multiplicidad imaginativa, consustancial a la lectura, puede ser un elemento explicativo del éxito de la franquicia en cuanto producto: ver Crepúsculo primero y, mientras se lee el libro, fantasear con Robert Pattinson, no con el Edward Cullen único e irrepetible del mind's eye propio. Tan preocupante me parece esto como el hecho de que Robert Pattinson sea rápida y masivamente equiparable al Edward Cullen que millones de lectores en cientos de países habían acuñado en los meandros de su imaginación. Mi Estella en el Great Expectations de Dickens nunca dejará de ser la mía, aunque reconozca que Gwyneth Paltrow hizo un buen trabajo en la versión filmica de Cuarón. La imaginación no debiera ser un artículo comercializable...

3 comentarios:

Viridiana Mirón (Hafiza) dijo...

Valiente que eres amiga mía ... yo no me he atrevido a ver esa peli ... no se si por rebeldía, por hueva o por la curiosidad que quiero apaciguar. Con tu gran comentario me basta. Gracias!!!!

La Rumu dijo...

No sé tú, pero yo me doblé de risa en la escena en que Bella debe hacer cara de sufrimiento y termina haciendo bizcos, jajajaja

Montserrat Algarabel dijo...

Pues yo de verdad esperaba que la cosa esta de Twilight fuera mucho más risible de lo que la encontré... Bella Swan ha de ser el peor personaje femenino jamás creado y pues lo de los bizcos... ¡creo que ni me di cuenta!