Plain fact is: religion must die for man to live.
Bill Maher
Como regla general, los documentales prometen a su público veracidad desde el momento en que abordan sucesos reales desde una perspectiva informada y, hasta cierto punto, objetiva. Lo que el documentalista no revela es que siempre existe un punto de vista particular -todo discurso lo tiene- que se vehicula a través de cualquier documental (bien lo sabe Michael Moore): un sesgo, una edición y, por supuesto, un guión que matiza o, de plano, censura ciertas aristas problemáticas del tema tratado (porque, obviamente, es imposible agotar de manera definitiva un tema en 90 o 120 minutos). Hay que delimitar el tema, pues, y supongo que Larry Charles y Bill Maher están conscientes de esto porque Religulous -su documental de 2008 sobre la insanidad de la religión- está plagado de omisiones. Vayámonos por partes.
Por un lado, Maher es un reconocido comediante americano, mitad judío, mitad católico, que se caracteriza por su galopante incorrección política; por el otro, Charles dirigió en 2006 Borat: Cultural Learnings of America for Make Benefit Glorious Nation of Kazakhstan, ese fantástico y falsísimo documental en que Sacha Baron Cohen evidencia los prejuicios gringos con el pretexto del relativismo cultural. Con magníficos antecedentes, Religulous, un híbrido entre religion y ridiculous, pintaba muy bien; de inicio me pareció un documental muy entretenido y, en ocasiones, hilarante hasta las lágrimas. Pero -siempre hay un negrito en el arroz- creo que Religulous peca muchísimo de lo que denomino fundamentalismo racional, es decir, afirma de manera categórica que las creencias religiosas de la gran mayoría de la población mundial no son más que cuentos de hadas y ridiculeces de párvulos.
Entiendo el fervor de Charles y Maher por defender a ultranza lo que ellos consideran racionalismo. Estados Unidos ha padecido recientemente los embates de los distintos fundamentalismos religiosos (nomás pregúntenle a Baby Bush); las diversas sectas en crecimiento exponencial embaucan a la gente a diario (ahí está Tom Cruise, el vocero oficial de la Cienciología, para desmentir los rumores); y nuestro vecino del norte parece estar perdiendo con rapidez los pocos espacios públicos laicos que aún le quedan (recuérdese el encontronazo épico entre evolucionistas y creacionistas por el control del sistema educativo americano). Pero, a partir de este contexto innegable, decir que toda creencia religiosa es irracional porque carece de sustento lógico o científico es una barbaridad. Maher hace gala de astucia para dejar mal parados a casi todos sus entrevistados con el argumento de: “a ver: si eres muy, muy… pues compruébamelo”.
La creencia religiosa –y de veras que no se por qué ningún lado de la discusión lo entiende- no se compone de una serie de datos mensurables o evidencias comprobables histórica o científicamente: por eso es creencia. Me atrevería a decir que la creencia religiosa es metáfora para el misterio, para lo inabarcable y, en ese sentido, está más cerca de la poesía que de la ingeniería. Aunque no soy católica no me atrevo a decir, como lo hace abiertamente Maher, que creer en la virginidad de la Virgen María es una estupidez; tampoco osaría decirle a un judío o a un musulmán que si el Profeta Moisés escuchó la voz de Dios es porque tenía esquizofrenia; y mucho menos le diría a los Mormones que su mito fundacional de que el Jardín del Edén en realidad está en Missouri es mera y llana babosada (lo cual Dios sabe me cuesta muchísimo trabajo y a Maher, que parecía no costarle trabajo, de plano no le dejaron decirlo porque lo corrieron de las inmediaciones del gran Templo Mormón en Salt Lake City). Charles y Maher parecen no entender que en una nación laica la creencia de cualquier tipo no es penada y no tendría por qué ser ridiculizada: yo puedo creer en Santa Claus, en el Santo Niño de Atocha, en la Santa Muerte, en las sirenas y hasta en los vampiros sin necesitar prueba irrefutable de su existencia: en eso radica la fe. Eso si, siempre y cuando lo que yo crea en la intimidad de mi ser no atente contra la libertad o integridad de otros. El problema, y vaya que lo enfatiza Religulous, es que toda creencia religiosa es susceptible de ser utilizada política y hasta maquiavélicamente para manipular al creyente y convertirlo en reproductor de odio y violencia.
Esto nos lleva a la primera gran omisión de Charles y Maher. Su insistencia en denostar toda creencia religiosa y vincularla a los estragos masivos que la religión institucionalizada ha causado a lo largo de la historia obscurece esa otra importante faceta de la fe en el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam: sus ricas y variadas tradiciones místicas. El hecho de que durante siglos haya existido el Tribunal de la Santísima Inquisición no elimina de un plumazo la obra y el legado de místicos católicos como Santa Teresa de Jesús y San Francisco de Asís. De igual forma, si bien hay un Bin Laden por ahí que, según dicen, suelta bombas acompañadas de versos del Corán, su existencia no tendría porque opacar la práctica y el conocimiento místicos de los herederos de Rumi o Ibn Al Arabi. Charles y Maher, por ignorancia o maña, omiten referirse al corazón espiritual de las tres grandes religiones semitas. Obviamente Religulous no habla de místicos más contemporáneos como Simone Weil o Idries Shah y, para el caso, ni siquiera menciona la Cabalá de Madonna a falta de una investigación mucho más seria y profunda sobre el misticismo judío.
Siguiente omisión: ¿dónde quedaron todas esas otras formas de espiritualidad que existen en el mundo? ¿Será que las eluden por no ser “religiones institucionalizadas”? ¡Qué visión tan occidentalizada de la fe! Ni una sola mención a la infinidad de ramas tanto del Budismo como del Hinduismo. Nada de los Devotos de Krishna o de los seguidores de la fe Bahai. Pero eso si: Charles y Maher confunden crasamente religión con secta; omiten ¿a propósito? hacer una distinción entre ambas. Si bien el terreno entre éstas es escabroso en verdad, no hay que confundir la gimnasia con la magnesia: existen infinidad de estudios sociológicos sobre las características propias de una secta religiosa, sobre cómo saber si uno ha caído en las garras de un grupo predador peligroso -1-. Religulous igual se mofa del Vaticano que de esa máquina asesina de hacer millones que es la Cienciología; se burla de los musulmanes como de la infame Iglesia Bautista de Westboro, de cuya prédica homófoba no se salvan ni los muertos; y se pitorrea de los judíos así como del absurdo de José Luis de Jesús Miranda, autonombrado Jesucristo Hombre, quien ordeña a sus seguidores para vivir como rey a través del Ministerio Creciendo en Gracia. Y no es que yo crea que el Vaticano o el fundamentalismo islámico o judío sean un dechado de virtudes, pero las sectas, debido a su modus operandi, no pueden compararse con la religión institucionalizada, por más malvada que ésta pueda ser. Cuando yo dejé de ir a la Iglesia hace muchos, muchos años, nadie me acosó telefónicamente para que volviera, ni me echaron encima a Hacienda para amedrentarme, ni mucho menos mis parientes católicos me retiraron el saludo, como si ocurre en infinidad de casos documentados de personas que quisieron dejar de ser cienciólogos o mormones y que, sus respectivas sectas, les hicieron la vida de cuadritos por decir lo menos.
A pesar de estas fallas y, sobre todo, del apoteósico final hiperracional que, con musiquita de terror, aboga por la desaparición de todas las religiones antes de que nos lleve el meritito chamuco entre las patas, Religulous tiene momentos de genialidad: cuando Maher entrevista a Mark Pryor, senador demócrata por Arkansas, y lo confunde tanto al discutir sobre el creacionismo que el pobre Pryor confiesa que no es necesario hacerse una prueba de coeficiente intelectual para ser senador (¡!); o cuando Maher platica cara a cara con Jesús, bueno, con el actor que hace de Cristo y representa la Pasión en el parque de diversiones Holy Land Experience de Orlando, Florida; o cuando el rabino Shmuel Strauss le muestra sus inventos para poder observar las prohibiciones del Shabat gracias a las bondades de la tecnología. Nomás por estos y otros momentos chuscos, vale la pena ver Religulous. Pero tampoco se la crean completita porque, como dice el mismo Maher, hay que estar del lado de la duda.
NOTA
1. Solo mencionaré las tres características principales de una secta: a. adoración del líder, al que se le atribuyen poderes sobrenaturales; b. lavado de cerebro de sus miembros, quienes son alejados de todo aquello que no sea bien visto por la secta, incluidos sus familiares si es necesario; y c. explotación de los miembros, ya sea financiera, laboral, psicológica, emocional, sexual o todas las anteriores. Para información sobre dos sectas particulares véase: http://www.xenu.net/ que destapa los incontables cochineros de la Cienciología y http://abrelosojoscontraceg.blogspot.com/ que hace un seguimiento puntual de José Luis de Jesús Miranda, fundador del Ministerio Creciendo en Gracia.
5 comentarios:
Uy... precisamente pensaba ir a verla hoy pero me fui por otra. Espero poder checarla en la semana a ver qué tal y ha sido bueno encontrarme con tu opinión antes de verla.
Igual me llama la atención y espero poder verla en esta semna, claro después de ver la de Gomorra.. jeje
Una cosa que no distinguen los críticos de la religión a ultranza -yo soy ateo en el sentido de no seguir una religión oficial, pero creyente en un sentido kantiano de la religión- es que no es lo mismo creer en Santa Claus que en un Dios.
La creencia en un Dios supone la creencia en ciertos valores supremos, de los cuales Dios, Buda, Mahoma o Cristo son los garantes o el fundamento. Creer en Santa Claus o Mickey Mouse no te hace apreciar valores trascendentales. De ahí la diferencia entre un loco y un creyente. El loco ni siquiera reconoce el valor de sí mismo como persona, pues confunde su fantasía consigo mismo. El fanático podría estar cercano a él.
Ya Nietzsche decía que el sentido de la muerte de Dios consistía en que precisamente el ser humano moderno dejaba de creer y practicar esos valores trascendentales, lo que traía aparejado el nihilismo y el hombre cínico y hedonista. Y eso es lo que hoy muchos pensadores etiquetan con el nombre de posmodernidad.
Si siguieramos la lógica del documental, tal como lo planteas, tendríamos que caer necesariamente en la duda de nuestra propia existencia, y volver a la interrogante cartesiana sobre si verdaderamente existo o no.
Incluso las verdades científicas no se salvan con esa lógica: ¿la tierra es redonda? ¿Quién lo dice? ¿Ya lo viste con tus propios ojos? ¿Te basas para afirmarlo en fotografías y videos? ¿Y si todo es un truco?
Hasta las verdades científicas tienen un componente de creencia.
Saludos!!
Nomás pq mete su cuchara Charles se me antoja mucho verla, espero que salga un padre con el traje de baño de Borat.
Supongo que este documental debe tener su gran sesgo occidental (tache con eso de no incluir todas las religiones), así que estaría cabrón incluir en medio de tanta risa, una parte que hiciera ver que la religión podría entenderse como la poesía.
Esperaré a verla.
Salud!
Las sectas siempre me han parecido muy siniestras, no comprendo como la gente se deja arrastrar. Buen post.
Las verdades objetivas no tienen ningún componente de creencia, podemos independiente creer en ellas, pero esto forma parte de nuestros procesos cerebrales, he aquí la diferencia. Hablando de Nietzsche, él creia que no se podía hallar alguna verdad objetiva, lo que ha sido nocivo para la ciencia.
Ahora, decir que la dogmática religiosa no es falsa porque está mejor contada o que se vuelven lícitas por sus diferencias sistémicas si es una metida de pata similar a la que lleva a los feligreses profesarlas.
Es verdad que no somos indiferentes ante todo lo que ocurre y puede parecer mejor una religión que nos ''permita salir por la puerta cuando queramos'' a lavarnos el cerebro y no reconocer ni a nuestros familiares; o nos parezca injusto que se obvie toda la riqueza cultural a la hora de hacer comparaciones, juicios de veracidad, o el derecho de ser profesada; - también podrá alguna tener cientos de valores trascendentales pero si la explicación de porque debemos actuar acorde a estos es falsa, al igual que los hechos y conceptos que predica, se vuelve completamente inútil, innecesaria y hasta rídiculo enseñarsela a un niño.
No me parece mal ponerse en el papel de un filólogo o neurocientífico y entender porque terminan las
personas asimilando creencias sin sentido y evidentemente falsas, en vez de justificar a las religiones por su trascendencia y no por su esencia.
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