jueves, 20 de agosto de 2009

El corazón es un cazador solitario


Otra vez escribiendo de noche. Otra vez a punto de insomnio. Otra vez fumando en demasía. Las (des)ventajas de no tener que despertarse temprano a diario y presentarse puntual -a diario- en algún lugar donde lo esperan a uno. Me pregunto... algo que tal vez no debiera preguntarme porque parece no tener respuesta, al menos aquí, al menos ahora. Me estoy perdiendo entre mis propias ideas: prepárense para un extravío épico...

Trato de leer, pero los momentos de verdadera concentración escasean. En mi muy mal hábito de leer varias (muchas, demasiadas) cosas al mismo tiempo, paso de un libro a otro: de The heart is a lonely hunter de Carson McCullers a Infinite Jest de David Foster Wallace a Los detectives salvajes de Roberto Bolaño, cuando en realidad "debería" estar leyendo una compilación de textos transgresores y subversivos, Transgression de Chris Jenks, para la tesis.

Poco a poco, la primera novela de McCullers -¡cuyo título es tan, pero tan hermoso!- me ha ido atrapando: me he quedado en el momento justo en que Mick Kelly, esa little tomboy que siempre trae música en la cabeza, ventila sola la frustración de su primera y desastrosa fiesta. Infinite Jest sigue desplegando personajes a diestra y siniestra, unos más bizarros e interesantes que otros: ahora ha aparecido Madame Psychosis, locutora de un programa radial de medianoche, que inicia sus transmisiones diciendo: And Lo, for the Earth was empty of form, and void. And Darkness was all over the Face of the Deep. And We said: "Look at that fucker Dance." Y como estoy leyendo una versión pirata de Infinite Jest bajada de internet -muy en honor a Wallace- no se ni en qué página voy. Afortunadamente, todavía no he llegado al punto en que Belano y Lima viajan al futuro, al Año de la Ropa Interior Depend para Adultos Mayores, y se lían en una discusión sobre marxismo con el Dr. Benedict Mady Copeland... Y en el estante yacen Pásate de la raya de Salman Rushdie, País de mentiras de Sara Sefchovich y Cuerpo náufrago de Ana Clavel, pacientes, mientras aguardan el momento en que me digne terminarlos. También Bataille, Sade y Baudelaire esperan en el libro de Jenks a ser leidos.

(Un paréntesis que da para todo un post: acabo de darme cuenta de que en la portada de Transgression está la carita pixeleada de Myra Hindley, infame asesina serial inglesa, quien junto a su amante Ian Brady irrumpió escandalosamente en la prensa británica a mediados de los sesenta por los Moors Murders. De hecho, Suffer little children de The Smiths es una suerte de elegía a los cinco niños que Brady y Hindley mataron en esos páramos...)

Y escribo. Como si me fuera la vida en ello. Y espero. Como si tuviera toda la vida para esperar. Escribo y espero, ¿a qué, a quién? Según yo, ya había superado el exilio en interiores, pero parece que aún soy su presa: he estado en casa más tiempo del que quisiera. Incluso del que debiera (aunque esa palabreja no me guste mucho: deber). No he salido ni siquiera a los lugares donde, en teoría, tendría que salir (léase a los benditos archivos). Siempre me invento buenas excusas -que en muchas ocasiones ni excusas son- para quedarme aquí. Nunca pensé que algún día escribiría esto, mucho menos que lo haría público, pero ahí les va: me es dificil salir. Me cuesta mucho. Aún a sabiendas de lo que me pierdo por no salir: conversaciones, empatías, amores, regocijos, encuentros. Salir al mundo: eso es lo que necesito. Y, ¡ay!, qué duro es a veces. A este corazón solitario mío ya le hace falta salir a cazar (tampoco crean que me voy a ir de antro a ligar). He de cambiar la casa por la caza, aunque sea de vez en cuando, porque bien lo dice Miguel Hernández:

Pero la casa no es,
no puede ser, otra cosa

que un ataúd con ventanas,

con puertas hacia la aurora;
golondrinas fuera, y dentro

arcos que se desmoronan.


Exagero, de verdad (se me da el exagerar: no hace falta leer mis recurrentes siempres y nuncas para saberlo): últimamente he visto a muchos queridos amigos, me he reconectado con tantos otros de quienes por mucho tiempo no supe nada, he conocido a gente maravillosa. Para no terminar este post en un tono tan deprimente, mejor les dejo más palabras de Miguel Hernández que siempre serán mucho más sonoras e inspiradas que las mías:

¡Ay!, breve vida intensa
de un día de rosales secular,
pasaste por la casa
igual, igual, igual,
que un meteoro herido, perfumado
de hermosura y verdad.


3 comentarios:

Montserrat Algarabel dijo...

Se valen comentarios ácidos y de desaprobación... ¡No se me autocensuren!

La Rumu dijo...

Resulta bien extraño eso de querer encerrarse y no, sabiendo que allá afuera hay algo que tal vez te estés perdiendo.
Seguramente cuando ya estés decidida a salir, irás con todo, seguramente también te habrás perdido de algo pero que más da, salir de mal ánimo tal vez también significaría perdértelo.
Salud!

La Rumu dijo...

Ahhh y no sabía que esa era la razón del título de la canción de The Smiths! Suena interesante...