jueves, 31 de diciembre de 2009

La última y nos vamos

Se va, se va, se fue... Un año más se escurrió como arena entre los dedos. Antes solía hacer recuentos del año que terminaba justo antes de las 12 campanadas: que si hubiera deseado, querido, esperado esto o lo otro; que si tal salió bien, que si tal salió mal, que si tal y tal y lo de más allá; que si unos se fueron y otros llegaron. Pero ante la inminente extinción del 2009 he optado por mirar pa'lante en lugar de pa'tras. Ya lo pasado, pasaaadooo como diría José José. En vísperas del futuro les dejo una rolita esperanzada para ambientar el ciclo por venir. ¡Nos leemos y escribimos en el 2010!



Cause your mornings will be brighter
break the line
tear up rules
make the most of a million times no...
Hope, Bauhaus

Música, cortesía de WraithApe

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Más idas y vueltas

Escribo, me digo, me contradigo. Busco y creo que si encuentro. Me pierdo (con mucha frecuencia y facilidad) y me recupero (aunque a veces, la verdad no me hallo). Como todos, avanzo y retrocedo. Creo saber qué decir pero nunca cuándo (otra vez los destiempos). Espero o, más bien, trato de hacerlo. Generalmente desespero, me desdigo, me extravío, me confundo y parece que ya olvidé lo siguiente que iba a escribir...


Ah, por cierto: me hubiera gustado escribir un post de celebración y agradecimiento por las 10,000 visitas a este humilde bló, pero se me pasó el momento preciso en que la flecha del click dió justo en el blanco del contador. Así que: ¡festejo por todo lo alto las 10,073 visitas a nimbemon...! E infinitas bendiciones a todos y todas los y las que andan leyendo y comentando por aquí...

martes, 29 de diciembre de 2009

Tecnología vs ideología (y unos cuantos extraterrestres en el medio): sobre Avatar

Para Gilberto, por un estupendo reencuentro.

Desde que Avatar de James Cameron se estrenó en cines ha hecho de las suyas. La gente que ya la vio llora, se emociona, aplaude y, con justísima razón, se maravilla ante una película visualmente impecable y extremadamente atractiva. Si: Avatar es el novamás del uso de la tecnología al servicio de la creación fílmica. Pero (el negrito en el arroz sale al quite), hay ciertas cosas de Avatar que, por lo menos a mi, no me convencen y que, para variar, tienen que ver con mis malformaciones ideológicas.

ADVERTENCIA. El presente post, como tantos otros publicados en este espacio, está escrito desde el hígado. Contiene algunos spoilers que, si no has visto la película, pueden arruinarte el goce de la misma. Léase a discreción pues, porque será el sereno pero no me gusta agüarle el cine a nadie...



En un futuro (no muy) lejano en que la Tierra han sido devastada por sus propios habitantes, el marine paraplégico Jake Sully (Sam Worthington) llega a Pandora, una de las lunas del planeta Polifemo, en misión científico-militar para explorar aquéllas tierras exóticas y extraterrestres. Resulta que Jake es el único que puede operar el carisisísimo avatar de su hermano gemelo asesinado, por lo que acepta el trabajo a cambio de una cirugía que le permitirá volver a caminar. A pesar del genuino interés humanista de la Dra. Grace Augustine (Sigourney Weaver) por conocer y comprender a los nativos de Pandora, los Na'vi, a través de los avatares -híbridos creados a imagen y semejanza de ellos a partir de material genético humano-, la única intención del cínico administrador corporativo del lugar, Parker Selfridge (Giovanni Ribisi), es utilizar los avatares para negociar lo más diplomáticamente posible la explotación del muy lucrativo unobtainium de Pandora y, si por las buenas los Na'vi no se dejan despojar de su riqueza, el pendenciero y mamón Coronel Miles Quaritch (Stephen Lang) está ahí para obligarlos a la mala.

Mediante el avatar que controla, el espía Jake se integra al clan Omaticaya de los Na'vi: después de tres meses de convivencia aprende su lengua, sus costumbres y, de paso, se enamora de Neytiri (Zoë Saldaña), quien resulta ser la hija de Eytucan (Wes Studi), líder del clan. Obviamente Jakesully muy pronto se da cuenta de que los Omaticaya no están dispuestos a ser desplazados de su hogar, a ser despojados de su forma de vida, por lo que Quaritch responde de la única manera en que un militar saber hacerlo: destruyendo el Árbol Sagrado en que viven para forzarlos a emigrar. Tras el devastador ataque, Jakesully se pasa del lado de los Omaticaya y se convierte en el caudillo que los Na'vi habían esperado, organiza la resistencia armada ante los invasores y termina por darles una patada en el trasero a los terrícolas belicosos que son exiliados de Pandora para siempre (o hasta nuevo aviso si es que Cameron ya planea una secuela).

No voy a negar que a pesar de sus más de dos horas y media, Avatar me pareció una película muy entretenida y nada aburrida. Tampoco menospreciaré el hecho de que Avatar lleva a las famosas CGIs (imágenes generadas por computadora) a un nivel de maestría y perfección inconcebibles. El problema es que tanto preciocismo, tal despliegue tecnológico, da por resultado un producto esencialmente hollywoodense, diseñado para arrancar lágrimas y dólares (llámenme insensible o retrógada, pero ante la espectacularidad prefiero abogar, como lo hiciera Lars Von Trier hace un tiempo, por el Voto de Castidad del Dogma 95). Además, la historia que Avatar cuenta ya la hemos visto infinidad de veces: en Danza con Lobos (Kevin Costner, 1990), en El último samurai (Edward Zwick, 2003), en La Misión (Roland Joffé, 1986) y en un nutrido etcétera. Avatar explota de manera efectista el leitmotif del extranjero que se torna aborígen y sucumbe a la tentación etnográfica de ser uno con ellos, con los otros, de trascender el mero "estar ahí" que Clifford Geertz tanto defendió; el extranjero que, seducido por tanto exotismo, prístinamente se integra a la tribu para, encima, ser el elegido que guiará a los nativos en su lucha por la emancipación (cualquier alusión etnocéntrica en ello parece no ser mera coincidencia). Avatar realiza lo que para algunos es la imposibilidad antropológica por excelencia -la asimilación total- llevada hasta sus últimas consecuencias: el final de la cinta en que Jakesully deja de ser un inválido mercenario gringo e irremediablemente se convierte en un Na'vi con todas las de la ley tras un ritual nativo que le permite habitar el cuerpo, el corazón y la mente de su avatar alienígena.

Pero esto no es todo: el virtuosismo visual y el final feliz de Avatar hasta cierto punto alienan al espectador promedio de la realidad de la explotación en la Tierra (a partir de este momento doy la palabra al pequeño rojillo que vive dentro de mi). ¿A poco es imprescindible representar a los Condenados de la Tierra de Franz Fanon como extraterrestres de rasgos felinos, cola y enormes ojos para poder vincularnos afectivamente con su infortunio? ¿Neto estamos tan enajenados del dolor humano que nomás con alienígenas sufrientes nos podemos sensibilizar? ¿A poco es indispensable imaginar que, por ejemplo, la Selva Amazónica es un deslumbrante lugar fuera de este mundo para indignarnos con su destrucción diaria? Si los estilizados, carismáticos y azulados Omaticaya se llamaran lacandones, vietnamitas, afganos o cubanos talvez la identificación fílmica no surtiría efecto. No es necesario irse hasta Pandora para tomar consciencia: las escenas en que los Omaticaya se conduelen por la muerte de los suyos recuerdan el drama de la historia de Panamá, Argelia, Nicaragua o Irak, reales víctimas de la expansión capitalista y su incesante búsqueda de nuevas formas de esclavitud.


Si bien Avatar parece criticar la barbarie del imperialismo y la falta de sensibilidad y respeto hacia la vida en todas sus manifestaciones no creo que el "mensaje" de la cinta sea leido unívoca y exclusivamente en este sentido. Sobre todo porque me parece que situar la masacre de un pueblo con todo y su ecosistema para aprovecharse de sus recursos en un lugar a años luz del aquí y el ahora convierte el horror del genocidio en ciencia ficción que, lamentablemente y para una gran mayoría, es más ficción que nada y en la peor de sus acepciones: es el equivalente de irrealidad, fantasía, apariencia. Para reflexionar seriamente sobre el insolente despliegue del poder absoluto prefiero mil veces Vals con Bashir que Avatar. Claro, el gusto se rompe en géneros y, como siempre, quien me manda pedirle peras al olmo...

Trailer, cortesía de machinima
Foto, cortesía de http://history1900s.about.com/library/photos/blyviet55.htm

sábado, 26 de diciembre de 2009

Navidades y demás

Este año no celebré Navidad. Me quedé en casa con mis hijitos peludos leyendo un poco, escribiendo y pensando mucho. Para la gran mayoría, hacer esto es inconcecible: pero, ¡cómo! Si la Navidad es el momento quintaesencial de unión familiar, es la fecha del año que se espera ansiosamente, es la noche del pavo, los regalos, las sorpresas... Pues si: soy un consumado Scrooge. He de confesar que nunca he disfrutado particularmente la Navidad, sobre todo porque la casa de mis padres no se caracteriza por sus tradiciones decembrinas: cero posadas, cero cenas, cero uvas que anticipan el año por venir.

Cuando era niña, ayudaba a mi madre a poner el nacimiento y el árbol. Me gustaba colocar a los Reyes Magos lejos, lejos del pesebre e ir acercándolos de a poco para que llegaran justo el 6 de enero a visitar al Niño Dios. Los regalos aparecieron bajo el árbol durante mis doce o trece primeros años de vida y después de que me dijeron que Santa Clós era una invención americana con fines de lucro, los regalos dejaron de aparecer: mejor me los daban en vivo y en directo quienes los habían comprado, mis padres. Pero todo lo demás -la familia reunida cantando villancicos, los romeritos y el bacalao, las borracheras monumentales-, eso nunca pasó. Supongo que porque al Scrooge mayor -mi padre-, dado su espíritu agnóstico y comunista y su delicado estómago, celebrar la Navidad con bombo y platillo nunca le ha gustado.

Cuando me independicé se me desató el pequeño reventado que llevo dentro. Fue entonces que por algunos años celebré Navidad en casa de quienes si tienen la costumbre de hacerlo: digo, tenía que aprovechar toda ocasión de salir al mundo, de conocer otras formas de ser y estar en él. Para mi era algo nuevo y hasta ajeno ver a los grandes contingentes familiares compartiendo juntos esa noche (mi familia más cerca consta de tres personas: papá, mamá y yo). Siempre agradeceré a la familia de Alex por las Navidades que tan amorosamente me acogió. Pero no cabe duda que el ser humano es un animal de hábitos. Y como el hábito navideño durante mi niñez y adolescencia fue estar en camita a más tardar a las 11pm, curvar esa tendencia mía hacia la soledad y hasta la contemplación en Nochebuena me fue difícil entonces y también lo es ahora.

Además están mis salvedades ideológicas para con estas fechas. Ya en otra ocasión aquí expresé brevemente lo que me provoca el fervor decembrino, lo que opino sobre el estrés y la compulsión de las compras, sobre el feroz embate publicitario a propósito de los buenos deseos navideños... Es complicado mantenerse al margen del espíritu de la Navidad; es complicado evitar su contagio sobre todo porque a dónde quiera que uno mire está presente, avasalladoramente presente. Muchos fruncen el seño cuando digo que prefiero no celebrar, por lo que en esta temporada siento con más intesidad cuán "freak" soy. No es algo que me preocupe o atormente: con los años he aceptado, por arduo que sea de explicar, que no soy un ente festivo, por lo menos en lo que se refiere a la Navidad. Para mi fortuna, no tengo el deber de asistir a la reunión familiar obligada e imprescindible, porque sencillamente no hay tal, lo que me da la oportunidad (a riesgo de sonar muy, pero muy cursi) de reflexionar sobre el Amor y la Paz. En definitiva, cualquier momento es bueno para acercarse a quienes queremos, familiares o no, y para restablecer y fortalecer los lazos del corazón. Así que, ¡Feliz no Navidad queridos lectores!

domingo, 20 de diciembre de 2009

Idas y vueltas








Y si: uno va y viene. A veces da vueltas sobre su propio eje, otras escapa en línea recta y piensa que es para no volver atrás. Pero pareciera que uno siempre regresa -en una sola pieza si le va bien y con todas las millas recorridas bajo el brazo- al mismo punto del que partió. Uno insiste en andar caminos que ya ha andado antes y se empecina en que son rutas nuevas, en que llevan a parajes desconocidos. Y no: los destinos llevan al lugar justo del arranque.



domingo, 13 de diciembre de 2009

Crimen y castigo. The Steve Wilkos Show

Los talk shows (chat shows para los británicos) son todo un fenómeno mediático desde sus inicios en la radio en la década de los cincuenta. En su versión televisiva los hay de chile, mole y pozole (y también de manteca): tenemos Oprah, famosísimo programa en el cual la Winfrey entrevista a cuanta celebridad se puedan imaginar y da consejos sobre qué libros leer; Cristina, donde la Saralegui hace lo mismitito que Oprah pero en español; ahí está Tyra, donde la Banks empodera a las mujeres mostrándoles cómo abrazar su cuerpo y cómo ser asertivas; Mariano, que transitó más o menos dignamente de la radio a la televisión e hizo el milagro de hacer visible la cara de Osorio tras la voz de sus cursilerías; y The Tonight Show, al aire desde 1954, por el cual han pasado conductores como Johnny Carson, Jay Leno y Conan O'Brien.

Describir las transformaciones temáticas y estilísticas de este género televisivo a más de cinco décadas de su invención da para varios libros. El
talk show contemporáneo ha modificado su estructura original (que aún prevalece) [1] dando como resultado programas hibrídos que incluyen en su formato la engañosa premisa de todo reality show: gente real, común y corriente, con problemas igualmente reales y supuestamente comunes y corrientes. Entre estos talk shows mutantes se encuentran: Laura en América, donde la Srita. Laaauraaa pone en su lugar a los rufianes y canallas que engañan a sus parejas; Maury, en el cual Povich, con la paciencia de un santo, hace pruebas de paternidad y lidia con adolescentes descocadas; y el epítome de la tele basura, el escandaloso tabloide audiovisual que responde al nombre The Jerry Springer Show, programa en que Springer, ex alcalde Demócrata de Cincinnati, discute escabrosamente a expensas de sus invitados puros temas taquilleros (zoofilia, pedofilia, prostitución, drogadicción, incesto, racismo, infidelidad, divorcio, enanismo, homosexualidad, travestismo y un largo etcétera) y trata de salir del set en una sola pieza cada vez que los asistentes al show se lían a golpes (lo cual sucede muy a menudo). Precisamente, el antiguo jefe de seguridad de este exitoso y morboso programa ya tiene su propia emisión televisiva, The Steve Wilkos Show:



Este pelón altanero, malencarado y gritón, como dice cada ocasión que puede, fue oficial de polícía en Chicago durante doce años y marine al servicio de su patria. Le encanta confrontar malhechores y malvivientes y su única misión en la vida es proteger a los débiles. También es un orgulloso padre y marido [2], por lo que defiende ferozmente los valores familiares. Desde 2007, The Steve Wilkos Show recibe invitados a su foro para ayudarlos a superar problemas de toda índole: hijos e hijas que reclaman la atención de sus desobligados progenitores; mujeres golpeadas que tratan de escapar de sus parejas violentas; personas que buscan limpiar su nombre tras haber sido acusados (falsamente o no) de abusar sexualmente de niños y/o niñas o de haber matado bebés como consecuencias de sus adicciones fuera de control. Puros temas taquilleros que despiertan la curiosidad de la audiencia y que explotan la cuestión universal de la verdad: saber quién miente, quién engaña, quién es verdaderamente responsable por esto o lo otro, leitmotif que en programas como Maury ha asegurado durante años altos ratings y ganancias.

La característica distintiva de The Steve Wilkos Show frente a otros talk shows cuyos conductores resultan más comprensivos o tolerantes es que Wilkos se especializa en el linchamiento público y en cadena nacional de quienes, según su ojo clínico para el mal, son culpables de los crímenes que se les imputan.
El arma de Wilkos para develar la verdad y darle su merecido a los malosos y malosas: un detector de mentiras. Su estrategia nada tiene que ver con la de otro talk show reconocido, Dr. Phil, en el cual el doctor del título ofrece consejo "profesional" y buenaonda a los atribulados que aceptan ventilar su vida privada en televisión. Frente a un público histérico en el estudio, Wilkos intimida verbalmente a los bellacos que fallan la prueba del detector de mentiras: los acorrala con preguntas, sarcasmos y reproches, los forza a admitir "la verdad" y una vez que se impone ante ellos les exige que abandonen el set. Justicia expedita hecha en nombre de los desamparados.

Una de las constantes en The Steve Wilkos Show es la exhortación que hace Wilkos a sus invitados, ya sean catalogados como víctimas o perpetradores, para que "entren en razón", el what the hell were you thinking?, el ¿en qué cabeza cabe? que insistentemente usa con drogacticos que se meten en todo tipo de dificultades, pedófilos que aceptan o no su atracción sexual por los menores, mujeres incapaces de dejar a sus maridos golpeadores y hasta con los mismos esposos abusivos. Si algo tienen en común drogadictos, pedófilos y hombres y mujeres en relaciones de codependencia es la auténtica imposibilidad de "reformarse" sin auténtica ayuda especializada: el quiero pero deveras no puedo [3] de muchos asistentes a The Steve Wilkos Show es honesto e indica una condición patológica que se mantiene más allá de la intención o las ganas de cambiar, condición debida a incontables razones. En este sentido, los sermones de Wilkos (o de cualquier otra persona) son inútiles: por más que trate de convencer a sus invitados de que deben dejar de hacer cualquier cosa mala, incorrecta o enferma que estén haciendo, de que deben madurar y ser responsables, cuando la voluntad propia no es suficiente, la razón ajena no sirve para nada. Tal vez Wilkos actúe de buena fe, tal vez de verdad quiera ayudar a la gente, pero su enfoque espectacular y autoritario parece dar un solo y contudente fruto: harto rating y hartas ganancias.


NOTAS
1. Cuyo ejemplo paradigmático es el Late Show with David Letterman, un programa que gira alrededor de la conversación del anfitrión con sus invitados e incluye elementos del programa de variedad como números musicales y sketches cómicos.
2.
Rachelle Consiglio, esposa de Wilkos, trabajaba en la producción del programa de Springer y ahora es productora ejecutiva de The Steve Wilkos Show: todo quedó en familia.
3. Que, referido a la incapacidad de las mujeres golpedas para dejar a sus maridos abusivos, puede entenderse mediante el Síndrome de la Impotencia Aprendida. Para una muy concisa pero efectiva explicación de las causas y consecuencias de tal síndrome en inglés, conocido como learned helplessness, pícale aquí.

Esta es la tercera parte de la trilogía Crimen y castigo. Si te interesa leer dos entregas anteriores sobre televisión de realidad que busca combatir y/o explicar ciertos fenómenos del crimen en Estados Unidos, puedes picarle aquí y aquí.

viernes, 11 de diciembre de 2009

El sentido del basurero: apología de internet

El martes pasado fui al MuAC a un evento que resultó polémico e interesante. En el marco de la visita oficial a México de Michaëlle Jean, Gobernadora General de Canadá [1], su esposo -el cineasta Jean-Daniel Lafond- fue invitado de honor en el Foro La importancia del arte y la diversidad en la sociedad contemporánea. Originalmente, la discusión estaba planteada para girar en torno a las políticas culturales en las tres naciones firmantes del TLC, pero por algún extraño motivo el debate acabó tocando el tema de las nuevas tecnologías: el internet, para ser precisos. Las notas de prensa que he encontrado acerca del Foro se concentran en el mensaje de M. Lafond (un tipazo, por cierto) sobre el papel del arte como resistencia, como vector de la libre expresión y de la diversidad, y sobre la necesidad de un verdadero diálogo multicultural -centrado en la cooperación a todos niveles- entre Canadá, Estados Unidos y México. Sobre la controversia suscitada en el Foro a propósito de los contenidos en la red, sus causas y consecuencia, nada se dice. Por eso me tomo la libertad de hacerlo aquí.

Pareciera que una de las preocupaciones más punzantes para muchos de los asistentes al Foro es el hecho de que el internet resulta, a sus ojos, un gigantesco y virtual muladar: pura basura, pura mentira, pura manipulación, consumismo y estupidez. Que si la red es el gran escaparate del empobrecimiento del lenguaje; que si confunde a sus usuarios sobre lo que verdaderamente es arte y lo que de ninguna manera no lo es; que si fomenta el analfabetismo en todas las trincheras; que si se requiere Educación (con mayúsculas decimonónicas) para hacer buen y correcto uso de esta herramienta, etc., etc. Según los ponentes en el Foro, es como si una exorbitante mayoría de quienes postean en la red sus rolas, videos, poemas, fotos y demás no tuvieran absolutamente "nada qué decir": una horda de idiotas tecnologizados cuyo denominador común (salvo contadísimas exepciones entre tanta paja) es el sinsentido. Si bien sitios como Youtube, MySpace y Blogger han potencializado la diseminación de la libre expresión para millones de personas, desde una perspectiva canónica y elitista (y, si me apuran un poco, moralina), la calidad artística y/o el contenido ideológico de dicha expresión efectivamente dejan mucho que desear [2]. Ya antes aquí (y en más de una ocasión) me he referido a las incontables joyas de lo asqueroso que pululan en la red. Al menos si se atiende a un nivel semiótico de interpretación, creo que esas joyitas no son producto del sinsentido -ya lo dijo Luhmann: es imposible escapar al sentido-, sino que dicen mucho. Hace falta, como apuntó M. Lafond, escuchar (o ver o leer) con atención lo que cualquiera, lo que todos tenemos que decir [3], aunque a primera vista parezca una auténtica barbaridad.

El internet en tanto medio de comunicación masiva puede entenderse (entre muchas otras cosas) como una especie de pulso moral de nuestros tiempos. Los millones de personas que lo usan en infinidad de maneras (estoy pensando concretamente en el maremagnum de sitios donde alguien postea algo a título personal y recibe comentarios) muestran y discuten públicamente aquellos temas que les apasionan, les indignan, les preocupan, les intrigan, les interesan. Quiero creer que aún son mayoría los espacios virtuales en que esto se hace sin censura, en que este ir y venir de opiniones no tiene más requisito que el espectro de las limitaciones propias. Es posible que la generalidad de lo que se encuentra en la red no sea específicamente lo que a mi, como asidua de la misma, me parezca relevante [4]. Pero en la medida que ello habla de la diversidad de valores de esa masa amorfa y ajena que componen los otros [5], el internet resulta simultáneamente un laboratorio, fábrica y galería de la intersubjetividad contemporánea. De ahí que no lo descalifique de un plumazo y que mi humilde intención en tantas y tantas horas de ociosidad virtual sea, eventualmente, comprender esa suerte de dimensión simbólica que habita la red para desentrañar algunos de sus sentidos y significados, porque creo que vaya que los tiene.

NOTAS
1. Me parece sorprendente que la designación en 2005 de Jean como representante de Estado -una mujer negra nacida en Haití y naturalizada canadiense- no haya generado el alúd de comentarios que si generó el triunfo presidencial de Barack Obama en los US of A...
2. Porque, como espectadores medio ilustrados de este fenómeno y en un arrebato de esnobismo, ¿quién puede evitar la tentación de destrozar discursos que pueden calificarse de absurdos, que van de lo meloso a lo morboso, de lo ridículo a lo estúpido?
3. Tras escuchar a M. Lafond, se desvaneció un prejuicio que tenía sobre Canadá -aburrida tierra de los comedores de miel de maple con hartos deportes invernales-, un prejuicio producto de mi propia ignorancia y de incontables horas de ver South Park -el episodio Not without my anus, por ejemplo [3.1]-, un prejuicio por el cual me disculpo encarecidamente. El discurso de M. Lafond, a mi parecer, responde a la más auténtica convicción multicultural que seguramente millones de canadienses comparten: la aceptación del otro, el reconocimiento de su valía y la intención de tender puentes para un diálogo diverso y democrático. Gracias M. Lafond...
4. La enorme lista de temas que, siguiendo la premisa descrita en la Nota 2, considero irrelevantes puede ilustrarse mínimamente así: cualquier detalle puntual en la descarada exhibición de la vida íntima de estrellas del deporte, luminarias de espectáculo y lumbreras de la política (aunque la disolución de las fronteras entre lo público y lo privado es un tema que me encanta) y, por supuesto, cualquier cosa relativa al fútbol.
5. Y en la medida de que encuentro en extremo divertidos algunos de los desvaríos propios y ajenos me convenzo de que el humor nos hará libres.
SUBNOTA
3.1. Traté de incluir el link directo a este episodio, pero me fue imposible; si quieres verlo completo y en inglés, pícale aquí y búscalo en el "Episode Finder" para la segunda temporada.

martes, 8 de diciembre de 2009

35 1/2

Hoy hace 35 años con 6 meses llegué a este mundo. 5 ciclos de 7 años cada uno -con un pilón de 183 días- han pasado desde ese sábado 8 de junio de 1974. En teoría, o por lo menos según la incierta precisión estadística, me quedan por vivir un poquitito más de 40 años, aunque uno nunca sabe. 5 años más otros 35 años y medio por vivir, aúnados los 35 1/2 que ya he vivido para dar un total de 76 añotes. O sea que casi llego a la mitad del viaje por este valle de lágrimas de acuerdo a las cuentas alegres de la Secretaría de Salud, que estoy a un paso de la famosa y temida midlife crisis. Si de hacer cuentas se trata, tendría que restarle a esos años totales de esperanza de vida 5 minutos por cada cigarrillo que he fumado, operación imposible porque ya perdí la cuenta en los 6 años que llevo haciéndolo. Además, las cuentas -alegres o no- nunca han sido lo mío.


Había pensado festejarme esta noche: un baño muy largo y muy caliente (lástima que no tengo tina), una buena película que no haya visto aún -Amarcord de Fellini (no me lo van a creer, pero acabo de descubrir que se estrenó en Cannes ¡un 8 de mayo de 1974!) o The Limits of Control de Jarmusch- o una de mis consentidas favoritas que haya visto ya varias veces y que tenga disponible, es decir, que no se haya perdido en uno de esos préstamos sin vuelta, como Blade Runner de Scott o Ensayo de un crimen de Buñuel. Té negro con leche (como siempre) y unos cuantos cigarros. O mejor leer a Pynchon o a Wallace con fondo musical de Air (últimamente estoy muy airosa). O una sesión de meditación intensa que me hace mucha falta. Pero creo que no habrá festejo: el trabajo me llama. Me espera una noche larga de desvelo y actividad lucrativa (que, por fortuna, tiene mucho de creativa), lo cual en las condiciones críticas de este país es una muy buena forma de festejar mis 35 1/2...



Foto cortesía de
http://manchestergigs.blogspot.com/2009/09/captain-beefheart-free-trade-hall-8th.html
Video con motivos setenteros de Air, cortesía de weeniebobeenie.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Crónica de dinero y chantaje: sobre el Teletón 2009

Desde hace 12 años ya, llueve, truene o relampagée, con o sin crisis, el Teletón en México se lleva a cabo religiosamente el primer fin de semana de diciembre. Puede decirse que el Teletón abre de manera oficial las puertas a la euforia decembrina, es decir, al fomento machacón y cínico del consumismo rampante disfrazado de generosidad, amor y paz. Es verdad que el Teletón resulta un colosal comercial en que infinidad de empresas gritan a los cuatro vientos su buena fe y su "compromiso" con México, cumplen con las obligaciones que la "responsabilidad social" exige y aprovechan el fin de año fiscal para deducir impuestos. También es verdad que millones de personas comunes y corrientes, ciudadanos de a pie y ciertamente de buen corazón, se unen a la causa con las poquitas monedas que a duras penas pueden depositar en las alcancías del Teletón regadas por las ciudades de este país. Todo con el pretexto de que lo más hermoso y loable del mundo es ayudar a quienes más lo necesitan, los famosos niños discapacitados del Teletón (o, debiera decir para ser políticamente correcta, niños y niñas con capacidades diferentes). Este año, por primera vez, los niños con cáncer también son una excusa para ser solidarios de la única forma en que los medios -léase Televisa- consideran que esto se debe hacer: con dinero, con muchísimo dinero.

Ahora mismo tengo la televisón sintonizada en el Canal de las Estrellas (y las Barras) para ver como va la donación y, de paso, elucidar las estrategias de chantaje empleadas este año, que seguramente son las mismas fórmulas trilladas de siempre. A las 3pm, el total recaudado asciende a $223,718,438. Entre aplausos y silbidos, Mariano Osorio recuerda al teleauditorio que solo hemos llegado a la mitad de la meta, da las gracias por la generosidad desbordada, exhorta a seguir donando y asevera que, como reza el lema de este año, para el Teletón no hay imposibles. El gingle 9999, 9999 es el número que a ti te espera, ayudemos al Teletón resuena insistente. La bandera tricolor ondea orgullosa en la pantalla. Finalmente, el verde, blanco y rojo de la insignia patria también son los colores navideños. Rebeca de Alba se enlanza con Eva Longoria, actriz americana de origen mexicano, para una interesante conversación persuasiva. Dada su filantropía innata, Eva dice que ha venido este año desde Hollywood con la única intención de apoyar al Teletón y que se siente tan, pero tan orgullosa de ser mexicana que prefiere hablar en inglés.

En la media hora que llevo de ver la transmisión ha habido más referencias a Telmex, Banamex, Krispy Kreme, Alpura, Mattel y al Gobierno panista de Aguascalientes -sin tomar en cuenta el alud de comerciales de Metaboltonics, Goicoechea Butter, Asepxia y Famsa- que historias de niños y niñas beneficiados con todo y familias llorosas (por la emoción, los nervios, la pena o el agradecimiento) o que canciones de Mijares y/o Lucero en indispensable playback. Menos testimonios enternecedores y más inserciones de programas y luminarias de Televisa para no perder horas aire de valiosísima publicidad: el Teletón 2009 está aderezado con "ediciones especiales" de programas de concurso como 12 corazones o 100 mexicanos dijieron cuyos participantes -desde Beatriz Paredes y Dante Delgado hasta Mara Escalante haciéndole de Doña Lucha pasando por La Parca y Yurem- dócil y alegremente donan a la causa el dinero de Televisa que supuestamente ganan. Y para el magno cierre, el Teletón este año nos deleiterá con las actuaciones (¿en vivo?) de Black Eyed Peas, Chayanne, Avril Lavigne, Aleks Syntek, Ricardo Arjona, los números musicales del talentosísimo elenco de la telenovela Atrévete a soñar...

Las consignas motivadoras bombardean sin tregua con la finalidad de conmover a la audiencia o, por lo menos, de hacernos sentir las punzadas del dolor ajeno para aflojar las apreturas de la cartera. Simple y certero chantaje emocional: pégele usted en el corazón a cualquiera a través de la auténtica desgracia de otros y verá resultados inmediatos. Mientras avanza este televisivo lavado de cerebro es lógico que la conciencia de muchísimas personas sea vulnerada: nadie quiere parecer -ante sí mismo y ante los demás- insensible o codo cuando es posible comprar la felicidad de los niños discapacitados y la propia tranquilidad con unas cuantas monedas. Que si los mexicanos somos muy unidos, que si primero y antes que todo están los niños (los adultos, haiga sido como haiga sido, históricamente nos las hemos arreglado), que si la devoción a la Virgen de Guadalupe nos va a salvar, que si todos somos héroes, que si en los tiempos difíciles sale la casta del mexicano, que si el Teletón es una oportunidad para trascender, que si la unión familiar es la mejor quimioterapia... En manos de la artillería pesada de Televisa y ambientado con un meloso pianito perenne, el canónico si se puede, el ora si vamos a salir adelante, es un efectivo mantra de hacer dinero.

El altruismo monetizado e institucionalizado que este evento fomenta por todos los medios posibles se resume en el siguiente comentario de Fernando Landeros, presidente de Fundación Teletón: el egoísmo es una discapacidad y el escepticismo es un verdadero cáncer. Las palabras de Daniela Romo también condensan el espítitu teletonesco: hay que combatir el cáncer de la indiferencia (con purititos billetes, completaría yo). Empero, la generosidad y la solidaridad no tienen porqué limitarse a esta expresión mediatizada; también pueden manifestarse de otras formas y dirigirse hacia otros objetivos: ahí tenemos, entre tantísimas luchas legítimas que requieren apoyo moral y recursos tangibles, el SMEtón por ejemplo.

A pesar de girar en torno al chantaje y al sentimentalismo, a pesar de beneficiar sistemática y sustancialmente a quienes no requieren más beneficios de los que ya tienen -las empresas de todos colores y sabores-, en un Estado impotente y, sobre todo, indiferente ante la compleja problemática de salud mexicana, el Teletón por lo menos construye y sostiene por toda la República Centros de Rehabilitación Infantil Teletón (CRITs) que mucho se necesitan y nunca están de más. Como decía mi madre, menos da una piedra. Qué lástima y qué vergüenza de tanta rentabilidad colateral.

Imagen anti-teletón, cortesía de:
http://elsovieticotuxtleco.blogspot.com/2009/11/imagenes-anti-teleton.html
donde podrán ver otros carteles del tipo.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Apoptosis

Para el Dr. Armando Isibasi,
por las navidades en su casa,
por el gran ejemplo de vida
y por ser el padre de mi mejor amiga

¿Serás, amor,
un largo adiós que no se acaba?
Razón de amor, Pedro Salinas

Creo haber resuelto un acertijo que ha causado quebraderos de cabeza y quebrantos de corazón durante milenios. “¡Estamos frente a una verdad universal!”, podrían decirme asombrados los sabios del mundo de contarles yo acerca de esta revelación. Si hubiera un premio Nóbel para los descubrimientos sobre la vida, en términos necesariamente filosóficos más que físicos o matemáticos (y, a decir verdad, en términos enteramente metafóricos), alguien podría postularme para él.

Mi eureka empezó a forjarse el día que Alex hizo el favor de enterarme sobre el incomprensible proceso de la apoptosis. Incomprensible al menos para mí, porque no soy inmunóloga ni bióloga molecular (aunque a mi padre le hubiera encantado que lo fuera). Todas las células tienen en su información genética la instrucción de autodestruirse: eso es lo que los científicos denominan apoptosis. Ciertas células que se niegan a hacerlo se reproducen sin control y pareciera que simplemente ignoran dicha instrucción. El cáncer es un ejemplo de estas células rebeldes, aferradas a la vida, que se pasan por el arco del triunfo a la apoptosis. Ya que no soy arquitecto ni abogado, este misterioso fenómeno solo pudo remitirme a una analogía posible, la del amor. Cuando descubrí que algún día perecer será pasmosamente inminente ya que incluso a cada célula de nuestro cuerpo le será ordenado morir y que, para colmo, ya lo sabe desde siempre, pensé en la muerte de otro tipo de vida: la muerte de las relaciones amorosas.

Mi gran descubrimiento es muy simple a pesar de que, como sucede con los descubrimientos en todas las disciplinas científicas, tiene sus complicaciones. Al igual que las células, la mayoría de las relaciones amorosas posee, en algún punto recóndito de su ser inmaterial, la disposición de aniquilarse a sí misma al instante de haber cumplido su ciclo o misión (lo que sea que esto signifique). La ruptura y el término de una relación, advertida por las cintas blancas que se vuelven cadenas -como diría José José- (que luego se rompen y acaban siendo pedacitos de metal desperdigados por el suelo), son la respuesta de apoptosis de una pareja, un ser vivo como cualquier otro. Por lo tanto, la propia relación, eventualmente, ordena a los amantes separarse. Es naturaleza y contra eso pareciera que no hay nada qué hacer. Este doloroso proceso se articula en lo que yo denomino la teoría de la apoptosis amorosa, cuya problemática pretendo exponer a continuación.

El primer eje explicativo en la teoría de la apoptosis amorosa tiene que ver con lo que se conoce como destiempo. Un destiempo implica un desfase no solamente temporal (como ya lo indica el nombre) sino también espacial. Para una relación, los tiempos y espacios no requieren ser medibles o físicos, aunque esto si vale para el parque donde se conocieron los amantes, su fecha de aniversario, la casa donde vivieron juntos o la primera noche que hicieron el amor. Los destiempos pueden ocurrir en topografías y temporalidades imaginadas o deseadas, como, por citar un solo y simple ejemplo, esas vacaciones paradisíacas de Semana Santa que nunca ocurrieron pero que la pareja anhelaba intensamente.

El destiempo inicial se produce cuando quienes fueron amantes descubren de improviso que ya no coinciden en los mismos tiempos ni en los mismos lugares, fabulosos o reales. Llegada esta fatídica hora, tras unas cuantas décadas o solo un par de meses de coexistencia espacio-temporal, la pareja percibe que no puede seguir junta y, por lo tanto, reconoce la imposibilidad de su propia vida. Debido a la incompatibilidad de caracteres, a la locura de una o ambas partes, o simplemente al hartazgo y la decepción, la relación (que, como seguramente lo intuye ya el lector, no es lo mismo que la suma de sus partes) se da cuenta de que la separación es inminente.

Puede que esta certeza llegue antes a uno de los miembros de la pareja que al otro, lo que explica el abandono. ¿Cuantas veces hemos escuchado la célebre frase: “No eres tu, soy yo”? Cuando uno de los amantes pone atención al llamado de la apoptosis amorosa y el otro, por razones diversas, permanece sordo a esta orden sucede el más fundamental de todos los destiempos. Fenómenos como la obsesión prolongada de un miembro de la pareja con el otro se explican también por esta falta de simultaneidad en la escucha del mandato de la apoptosis amorosa al finiquito. Es innecesario decir que cuando el acoso termina significa que esa parte obstinada finalmente entiende lo que la otra, hace tiempo, había acatado sin chistar. Por supuesto que también puede darse que ambas partes escuchen al mismo tiempo el llamado de apoptosis: es aquí cuando suceden las separaciones por mutuo acuerdo. Los amantes, en su último instante de sincronía, escuchan los estertores de muerte de la relación y, generalmente, debido a una comprensión profunda, parten en buenos términos.

Para evidenciar el potencial explicativo de la teoría de la apoptosis amorosa el caso de las telenovelas resulta paradigmático, aunque en un sentido más bien paradójico. Los llamados culebrones o comedias (¿será por su humor involuntario?) son totalmente inverosímiles por tratar de escapar a esta verdad empíricamente comprobado (y también por sus tantísimos gazapos actorales y narrativos, claro está). Desde la teoría de la apoptosis amorosa resulta obvio que es innecesario disponer de villanos que se interpongan entre los amantes. En la vida real, más no en la realidad de la ficción, no hay cabida para hombres y mujeres malvados –los famosísimos actores antagónicos- que día a día planean intrigas y otras fechorías en contra de la pareja protagónica. Los villanos buscan minar poco a poco la cercanía de los amantes y hacer que desconfíen, teman, desesperen y, finalmente, se separen, aunque sea por unos cuantos capítulos porque, ¿qué sería de las telenovelas sin la boda final, cursi y ñoña, y el castigo bien merecido que los villanos obtienen por tantas horas-aire de infringir sufrimiento?

Pero, el lector se preguntará a estas alturas del texto, ¿qué no las contadas parejas que duran toda la vida dan al traste con esta teoría de la apoptosis amorosa? Bueno, en estas situaciones excepcionales dicha teoría mantiene su poder heurístico, lo que da cuenta del segundo eje explicativo de la apoptosis amorosa: la continuidad. Por continuidad me refiero al prolongamiento de una relación, necio en algunos casos, no obstante la advertencia de separación urgente. Para estos amantes, prisioneros de lo que creen es su amor, la ruptura no se produce, a pesar de que juntos no se encuentren muy bien que digamos. Las relaciones continuadas a viento y marea, independientemente de su desarmonía, de los pleitos (a golpes incluso), las escenas de celos, las mentiras, los engaños y otras patologías encuentran su explicación en el acto de subversión frente a esta ley de vida de la apoptosis amorosa (que más bien es un decreto de muerte). En las llamadas relaciones de codependencia la pareja se niega a terminar y, como el cáncer, sigue creciendo aunque sin concordia ni propósito. Los días se vuelven años y los años décadas: la pareja, indiferente a su propia muerte, se empeña en mantener una apariencia de vida, haciendo caso omiso de las evidencias en el sentido contrario.

Para concluir con la presentación de este argumento, y en honor a la objetividad, debo mencionar el único punto discordante que, como los enigmas de Thomas S. Kuhn, salta a la vista en la construcción de esta teoría. Ciertamente no todo es término, caos o dolor para las relaciones amorosas. Porque, independientemente de éstas, el Amor existe. Se dan casos en que la continuidad de la relación –su desafío a la muerte, inminente solo en apariencia- es, de hecho, una bendición más allá de toda comprensión e inclusive más allá de todo tiempo y espacio. Si consideramos que una pareja dura, literalmente, hasta que la muerte los separa, hay esperanza aún (por extraño que pueda sonarle esto al lector). Por una excepción a la regla -excepción que más bien resulta un regalo divino-, ciertas parejas no tienen en su ADN la información de aniquilarse y continúan juntas en vida y aún después de su muerte. Me explico: cuando uno de los amantes muere (así, con obituario y funerales para probarlo) sucede la apoptosis natural y masiva de todas las células, aunque no la apoptosis amorosa. Es totalmente indispensable hacer aquí una especie de acotación trascendental, a riesgo de que algunos lectores dejen al instante el texto con una mueca de incredulidad y hasta enfado para abocarse a otras actividades (como lavar la ropa o ir al cine). Desde lo que me ha sido permitido descubrir, el Amor, esa obsesión de los poetas, esa vida de los místicos, absoluto y puro, sin dobleces ni fracturas, no conoce la apoptosis. Puedo asegurar que, cuando el otro miembro de la pareja alcanza a su amante en ese lugar que comúnmente se denomina paraíso, la relación amorosa continua.

Tras revisar el texto, pareciera que este último párrafo desarma todo su argumento. Empiezo a dudar sobre la efectividad de la teoría de la apoptosis amorosa. Porque, ¿de qué está hecho el tejido que urde cualquier relación sino de Amor mismo? A pesar de los problemas en toda pareja e incluso de los destiempos y de la falta de sincronía hay un vínculo que la trasciende y ese vínculo es el Amor, uno e indestructible. El Amor en su esencia más simple. A pesar de los supuestos desengaños y fracasos no puede negarse el Amor que, una y otra vez, con distintas caras, nombres y cuerpos, nos es dado sentir. ¿Cómo puede entonces haber apoptosis amorosa si el Amor vive y permanece más allá de las parejas mismas o de sus propias muertes?

Me parece que hay que revisar más concienzudamente los fundamentos de esta teoría (esto lo digo en un momento de sinceridad que raya en la auto impugnación). No creo que esté lista para presentarse en público. Hay una gran salvedad en su articulación argumentativa que la hace inoperante (ahí van mis pretensiones del Nóbel, del reconocimiento de los sabios del mundo…). Es mejor que nadie sepa de la apoptosis amorosa: empiezo a creer que la destrucción del Amor es una gran mentira. Porque, frente a la evidencia avasalladora del Amor, no hay nada que teorizar.

martes, 1 de diciembre de 2009

Infinite Jest/La broma infinita. David Foster Wallace

The P.G.O.A.T. was a film fanatic, though her tastes were pretty corporate: she told O. she preferred movies where 'a whole bunch of shit blows up.' Orin in a low-key way introduced her to art film, conceptual and highbrow academic avant- and après-garde film, and taught her how to use some of InterLace's more esoteric menus. He blasted up the hill to Enfield and brought down The Mad Stork's own Pre-Nuptial Agreement of Heaven and Hell, which had a major impact on her. Right after Thanksgiving Himself let the P.G.O.A.T. understudy with Leith on the set of The American Century as Seen Through a Brick in return for getting to film her thumb against a plucked string [...] (Joelle housekeeps like a fiend. The place is always sterile. The resemblance to the Moms's housekeeping he finds a bit creepy. Except Joelle doesn't mind a mess or give anybody the creeps worrying about hiding that she minds it so nobody's feelings will be hurt. With Joelle the mess just disappears sometime during the night and you wake up and the place is sterile. It's like elves.)

***

La C.M.B.D.T.L.T. [1] era una fanática del cine, a pesar de que sus gustos eran bien corporativos: le dijo a O. que prefería las películas donde 'un chingo de madres explotan'. De manera discreta, Orin la introdujo al cine de arte conceptual y al refinado y académico cine avant y après garde y le enseñó a usar algunos de los menús más esotéricos del InterLace. Orin galopó colina arriba hasta Enfield y trajo consigo el Contrato prenupcial del Cielo y el Infierno de la mismísima Cigüeña Loca [2] que tuvo un hondo impacto en ella. Después de Acción de Gracias, Él Mismo [3] permitió, a cambio de haberle dejado filmar su pulgar apoyado en un hilo desplumado, que la C.M.B.D.T.L.T. fuera suplente junto con Leith en el plató de El Siglo Americano visto a través de un ladrillo [...] (Joelle limpia la casa como un demonio. El lugar siempre está esterilizado. Orin encuentra que el parecido con la forma de limpiar de la Mamá [4] es un poco estremecedor. Salvo que a Joelle no le importa el desorden y, para no herir ningún sentimiento, no le provoca escalofríos a la gente al preocuparse por ocultar que a ella si le importa en realidad. Con Joelle, el desorden simplemente desaparece en algún punto de la noche y uno se despierta y la casa está esterilizada. Es como si hubiera duendes.)

Sigo leyendo Infinite Jest. Lentamente, muy lentamente. Esta vez los pequeños extractos que escogí para traducir como homenaje permanente a Wallace (por lo menos mientras siga leyendo, traduciendo y posteando) necesitan ciertas precisiones. He aquí las:
NOTAS DE LA TRADUCTORA
1. Joelle van Dyne, miembro activo del Sindicato de los Horrorosa e Improbablemente Deformes, aparece velada gran parte de la novela. Novia de Orin Incandenza en algún momento de la trama, La Chica Más Bella de Todos los Tiempos también es conocida como Madame Psychosis en su programa radial de medianoche.
2. Apodo que Orin le dió a su padre, James Orin Incandenza, experto en óptica y cineasta, también conocido entre su familia como Él Mismo. La Cigüeña Loca se suicida introduciendo la cabeza en un microondas mucho antes de que inicie la novela, por lo que aparece en ésta mediante flashbacks.
3. Véase Nota 2.
4. Avril Incandenza, madre de Orin, culpable de haber deformado la cara de Joelle tras haberle arrojado ácido durante una cena de Acción de Gracias...