domingo, 14 de junio de 2009

29 Foro de la Cineteca. Sobre La clase de Laurent Cantet

He aquí una pesadilla que tuve recurrentemente durante algunos años: un salón atestado de adolescentes indomables... y yo tratando, sin éxito, de darles clase de inglés. Adolescentes que, muy adolescentemente, no están interesados en nada de lo que los adultos -sobre todo sus maestros- tengan que decir. Adolescentes a los que en el sueño (y en la vida real) se les puede dar muchos adjetivos: insolentes, remilgosos, flojos, descarados, apáticos... No por nada se dice que la ignoracia y la juventud son atrevidas. La clase (Entre les murs, Francia, 2008) es precisamente esa pesadilla llevada a la pantalla. Aunque no todo en esta cinta, ni en mi propia experiencia docente con adolescentes indomables (he de confesarlo), fue pesadillezco.

Para empezar, La clase dista mucho de ser la trillada historia gringa de redención escolar, descubrimiento personal y hazañas educativas (ejemplos abundan: Mentes peligrosas de 1995 con la "maestra" Michelle Pfeiffer, La sonrisa de Mona Lisa de 2003 con la "maestra" Julia Roberts o Escritores de la libertad de 2007 con la "maestra" Hillary Swank son solo algunos). Esta cinta de Laurent Cantet adapta al cine la novela Entre les murs escrita por François Bégaudeau, un verdadero maestro de secundaria en una escuela multicultural de un conflictivo barrio parisino. Entre las cuatro paredes del salón de clase, François (el mismo Bégaudeau) batalla cada día por ser coherente, persuasivo y justo al tratar de enseñar francés a su grupo de adolescentes de diversos backgrounds étnicos. François no quiere cambiarles la vida ni revelarles el sentido de la existencia: no es el maestro inspirador y cursi de las películas gringas.

La clase
reconstruye de manera muy efectiva y divertida la compleja relación entre François y sus alumnos que, como puede atestiguar cualquier maestro de secundaria, se caracteriza por un constante estira y afloja, un tránsito entre la agresión y el entendimiento mutuos. El punto culminante de esta relación se presenta cuando Souleymane (Franck Keïta), un chamaco problemático de ascendencia malí, tras una discusión futbolera, sale del salón de clase de manera intempestiva y accidentalmente golpea en la cara con su mochila a Khoumba (Rachel Reguliere), haciéndole sangrar copiosamente. Para dirimir el asunto, François accede a convocar un Consejo Disciplinario, no muy convencido de su efectividad, el cual muy seguramente resultará en la expulsión de Souleymane. El dilema moral de François se intensifica cuando Khoumba le dice que, de ser expulsado, el padre de Souleymane lo mandará a Mali. Y ya no les cuento más para no arruinar el final.

A medio camino entre el documental y la ficción,
La clase articula su discurso explorando temas relativos a la disciplina escolar: las llamadas de atención y amenazas, las faltas y castigos y, sobre todo, su legitimidad y efectividad para construir un ambiente de aprendizaje más o menos óptimo: ¿hasta qué punto tiene que convertirse una escuela en prisión, tanto para los maestros como para los alumnos, si quiere evitar transformarse en tierra de nadie? La clase no da respuestas definitivas a este cuestionamiento y ahí yace su principal acierto: no propone una moraleja final en la cual los maestros buena onda pero rudos llegan al corazón y al cerebro de los adolescentes rebeldes, los encaminan hacia el bien y así ya no tienen por qué castigarlos. Aunque esta película no me pareció magistral como se le ha llamado -recibió la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 2008- vale la pena verla sobre todo si, como yo, alguna vez fuiste maestro de secundaria: de seguro te traerá trilces recuerdos.


1 comentario:

Moy dijo...

Se ve muy interesante, la buscaré.