lunes, 31 de agosto de 2009

La tiranía de las apariencias: sobre Los Exitosos Pérez

Televisa lo hizo de nuevo (y miren que lo ha estado haciendo mucho y muy frecuentemente -1-): otra vez se pirateó el talento de los demás con su más reciente remake, Los Exitosos Pérez. La telenovela que en México protagonizan Jaime Camil y Ludwika Paleta es un descarado rip-off, de seguro muy legal porque han de haber comprado todos los derechos, de la serie argentina Los Exitosos Pells. Tanto los Pérez como los Pells narra la historia del matrimonio por conveniencia entre Martín y Sol, asediados por el ojo mediático en su lucha diaria por aparentar la armonía de la cual carecen: son la pareja de presentadores de noticias más atractiva y enamorada de la más importante televisora ficticia en un indeterminado país latinoamericano y, nomás por eso, son quienes más rating tienen. Otra trama televisiva que se aprovecha de los lugares comunes y las obsesiones de la propia televisión -2-, con todo y paparazzis incluidos.

La realidad detrás de cámaras (ay, ¡no me diga!) es otra: Martín es gay y anda con Tomás (José Ron), hijo de Franco Arana (Rogelio Guerra), el dueño de la importante televisora; Sol anda con Diego Planes (Marco Méndez), el reportero estrella de la mentada emisión informativa. Huelga decir que Martín y Sol no se soportan. Harto de tanta apariencia, el insufrible Martín planea irse con la competencia, comandada por Roberta Santos (una Verónica Castro que extrañamente me recuerda a María Félix, la internacional e inolvidable Doña. ¿Será por las joyazas, las pieles o por la edad?). Pero la meritita noche en que Martín iba a renunciar y pensaba firmar su contrato con Santos, se pelea con Franco y tras una caida más que inofensiva queda en coma (muy oportunamente, por cierto, para impedir su salida de la televisora). Franco no puede revelar al público el estado de salud de Martín porque sería desastroso, en términos de rating, claro está, y ni siquiera se atreve a decirle la verdad a su propio hijo. Entonces entra en escena Gonzalo (Jaime Camil, deleitándonos con un segundo papel), un actor en bancarrota idéntico al comatoso que es contratado por Franco para suplir a Martín -frente a las cámaras y también detrás de ellas- mientras éste se despierta. Apariencias, benditas apariencias.

Las apariencias que plagan a Los Exitosos Pérez no terminan con lo que se muestra en pantalla. Bajo el trillado pretexto de hacer una adaptación, el productor José Alberto Castro fabrica una auténtica copia al carbón, con supuesto sabor mexicano, del programa original: baste ver en youtube el primer capítulo de Los Exitosos Pells. Las mismas escenografías, los mismos diálogos, los mismos gags. No se si yo sea la única persona a quien le parece ofensivo que la televisora que machaconamente insiste y chantajea con eso de que es criminal y hasta monstruoso ser un "papá o mamá pirata" ofrezca este tipo de productos -3-. ¿Dónde quedó el mexicanísimo ingenio del que nos jactamos cada que podemos? Otra apariencia más se suma a la lista.

Después de ver el estreno dominguero de Los Exitosos Pérez, un hipotético espectador cualquiera muy bien podría darse de santos y ahorrarse la telenovela: es tan predecible que Sol y Gonzalo se van a enamorar, que Martín saldrá del coma eventualmente para poner en jaque a todos y que algo, por lo menos, de la verdad tras todo este cúmulo de apariencias será revelado en forma por demás escandalosa. Ciertamente la costumbre, el mero ocio o la necesidad de olvidarse por un momento de las terroríficas noticias reales hará que el espectador de carne y hueso se siente frente a su televisor cada noche para ver cómo se va desarrollando la trama de Los Exitosos Pérez (si es que eso pasa en la estereotípica telenovela mexicana). Y, de paso, este pobre espectador tendrá que chutarse los infames comerciales de Felipón -a propósito del informe virtual sobre su tercer año de desgobierno- que anuncian con bombo y platillo increíbles y ficticios logros en este país que hace agua por todas partes, sumando así todavía más apariencias a la interminable lista.

NOTAS
1. El número de remakes telenoveleros de Televisa es tan elevado que hasta da flojera acordarse de cuántos son exactamente. El colmo es que ya está en preparación el remake de Corazón Salvaje, un remake noventero de una telenovela de Televisa de los setenta, adaptación de una novela de Caridad Bravo Adams publicada a finales de los cincuenta sobre la cual también se filmó una película en 1968, que Televisa misma volverá a producir en formato de telenovela este año.
2. Los que saben dirían que el recurso de incluir alusiones a un medio en el medio mismo -teatro dentro del teatro, cine dentro del cine, cuento dentro del cuento- se llama puesta en abismo, lo que se ilustra con la imagen que aparece al colocar dos espejos frente a frente.
3. Productos que podrían muy bien llamarse clones, los cuales, en cierto sentido, pertenecen a la familia de lo pirata, solo que con apariencia (o pretensión) de originalidad y todo tipo de sellos de calidad. Y faltos de cualquier tipo de interés, por supuesto.

domingo, 30 de agosto de 2009

El ¿descubrimiento? de la semana: Sounds of the Universe

ADVERTENCIA: Si nada más te interesa leer una reseña de Sounds of the Universe de Depeche Mode, sáltate los primeros cuatro párrafos de este post. En ellos únicamente me pongo nostálgica en un recuento del sube-y-baja de mi historia personal con este grupo. A estas alturas del partido -tras haber escuchado a Depeche Mode durante 20 de los casi 30 años que tienen de carrera- no lo pude evitar...

Recuerdo muy bien el primer disco de Depeche Mode que escuché de cabo a rabo: el 101. Corría el año de 1989 y esas rolas energéticas y pegajosas grabadas en vivo desde el Pasadena Rose Bowl -como Never let me down again, Stripped y Shake the disease- fueron para mi amor a primera oida. Las finas y complejas letras de Martin Gore y la voz de David Gahan, atormentadamente divina, hasta hoy día me siguen moviendo y conmoviendo. El 101 se convirtió de inmediato en el soundtrack que me acompañó largo tiempo.

Como me pasó con otras bandas, a partir de mi infatuación por este disco comencé la exploración retrospectiva de Depeche Mode: me encontré esa verdadera joya de lo absolutamente estupendo que es Black Celebration y me hice ferviente fan. Los seguí emocionada cuando sacaron Violator (aunque odié -y odio- con todo el corazón ese sencillo que tanto pegó en México: Personal Jesus) y Songs of Faith and Devotion (¡cómo no acordarme de las repetidas veces en que Alex y yo cantamos Condemnation entre vodkas!). Hasta fui al infame Palacio de los Deportes en 1994 con motivo del "Devotional Tour". Ah, pero ¡qué bien se veía David Gahan en escena (a pesar de que era un consumado adicto a la heroína)! ¡Qué gran espectáculo visual! ¡Qué sonido tan sólido y seductor!

Luego padecí los años que estuvieron inactivos y los rumores de separación. Cuando se estrenó Ultra en 1997 fui la más feliz: a ojos cerrados lo incluiría en mi Top Ten de discos favoritos de todos los tiempos. Pasé varios años enamorada de Ultra por lo que al salir Exciter, cuatro años después, ni le puse atención: el primer sencillo de ese disco, Dream on, palideció en mis oidos a comparación de Barrel of a gun, It's no use y Home. Me olvidé por completo de seguir las novedades de Depeche Mode; pensaba que para entonces ya se habían afresado demasiado, que con los años habían perdido encanto y frescura y así estuve un buen rato, en el deleite de sus glorias pasadas.

Pero en 2006, mi super brother del alma Brian Heart Sroka insistió tantísimo en que teníamos que ir por lo menos a un concierto del "Touring the Angel" que terminó por convencerme. Depeche Mode tenía 12 años de ausencia por estos lares. "Esta bien, vamos", le dije, "que sea solo por los buenos viejos tiempos...". ¡Qué equivocada estaba! Aunque Playing the Angel tiene canciones muy comerciales (lindas, eso que ni que) como Precious, también está el punch extremo de A pain that I'm used to y The sinner in me que tanto se agradece en vivo. Ese concierto en el Foro Sol fue una auténtica maravilla: miles cantamos bajo la lluvia frente a un escenario enmarcado por una tormenta eléctrica.

Con el pretexto de la próxima visita de Depeche Mode a México en octubre de este año (en mi condición de pobre becaria, agradecería sobremanera que alguien me invitara al concierto... ¡no sean así, invítenme!), bajé de internet su más reciente disco: Sounds of the Universe. Mi primera impresión es que tiene un sonido muy retro que recuerda a veces a Air, ese grupo francés y fabuloso: los sintetizadores y arreglos en canciones como Peace -el segundo sencillo del disco- y Fragile tension evocan los inicios ochenteros de Depeche Mode al estilo de A Broken Frame. Y no se todavía si eso me gusta o me disgusta, porque después de la exitosa y fructífera experimentación noventera del grupo con instrumentos más orgánicos, este sonido retro tan electrónico podría parecer una involución trasnochada.

Por fortuna, los tres temas que abren
Sounds of the Universe -In chains, Hole to feed y el primer sencillo Wrong- incluyen las estridencias eléctricas y rítmicas que especialmente me atrapan. Al igual que Playing the Angel, este disco tiene su dosis de rolas bonitas y fresas -un poco elevada, diría yo- como In sympathy, Perfect y Little soul. Las demás canciones, a pesar de ser originales, me suenan a reinterpretaciones de otros temas incluidos ya en discos anteriores de Depeche Mode: es decir, nada sobresaliente o innovador.

Las letras de Sounds of the Universe no se caracterizan por ser elaboradas; sigue presente en ellas la eterna obsesión de Martin Gore -que tanto me encanta y tanto comparto- por el pecado y la culpa, la transgresión y el resarcimiento, por la imposibilidad de la comunión y hasta del entendimiento, pero no al nivel de genialidad que alcanzan las canciones en Ultra o en Songs of Faith and Devotion. Supongo que es un gran reto mantener los altos vuelos letrísticos cuando ya has escrito antes cosas tan redondas y llegadoras como:

Love needs its martyrs
Needs its sacrifices
They live for your beauty
And pay for their vices
Love will be the death of
My lonely soul brothers
But their spirits shall live on in
The hearts of all lovers
O como:
Is simplicity best
Or simply the easiest?
The narrowest path
Is always the holiest
So walk on barefoot for me
Suffer some misery
If you want my love

Jezebel es uno de los contados temas que en verdad disfruto de Sounds of the Universe, pero también padece de esta regresión ochentera, incluso en cuanto a lo que dice: es una especie de Roxanne contemporánea, una oda a la chica de "cascos ligeros" de la que se ha enamorado nuestro letrista.

En general,
Sounds of the Universe no me parece un disco indispensable ni excelente: las pocas canciones que, según yo, son buenas, no compensan la medianía de las demás. Creo que una evaluación así de negativa es resultado directo de mi primera impresión y que, quizá, es cuestión de escuchar este disco un poco más para descubrir sus sutilezas, si es que las tiene. Mientras eso sucede, les dejo Hole to feed en vivo desde Leipzig, cortesía de ExciterSFT. ¿Soy solo yo o esta canción de veras recuerda un poco a House of the Rising Sun?

Por cierto, casi se me olvida después de un post tan largo: ¡Feliz
Día del Blog queridos colegas blogueros y lectores de todas latitudes!


jueves, 27 de agosto de 2009

Ayer

Ayer en la tarde por fin terminó el suplicio del Coloquio de Resultados de Trabajo de Campo. La tesis tiene aún para rato: un año exacto contando a partir del 31 de agosto. Después del estrés, el maratón de tres días de presentaciones sin parar (de 9 a 6), las dudas e inseguridades, las felicitaciones y hasta los plantones (¡qué enojada estoy con cierta persona!), mis compañeros antropólogos y yo nos dimos un respiro. Y terminamos en mi casa, en la primera fiesta que jamás se haya hecho aquí. Estaba ya tan desacostumbrada a los reventones que el de ayer me pareció en cierto punto algo ajeno y extraño. Casi tres años de cultivar una relación ahora muerta y de ensimismarme por largos periodos, aúnados a la inadecuación social que a veces padezco, dieron por resultado una extraña suerte de lejanía cercana con los sucesos de ayer, dignos de toda una etnografía: eso de estudiar Antropología empieza a surtir efecto en mi forma de mirar las cosas.

Los cinco intensos años vividos en Foreverlandia, ese Reyno mítico y fantástico, necesariamente me revelaron las diferencias entre las muy frecuentes celebraciones reales y la fiesta de ayer. En aquél Reyno, ahora perdido, la música era en vivo: cantábamos desde Chambacú hasta himnos místicos y nunca faltó una darbuka para acompañar las voces; ayer, si no hubiera sido por Saydi, Tino y su maravillosa USB solo se hubieran escuchado los grillos del patio. En Foreverlandia rara vez se bailaba (eso si: los niños que llevábamos dentro nos obligaron a jugar Gallina Ciega y Cebollitas en varias ocasiones); ayer los pocos bailadores bailaron muy bien y los demás nos concentramos en platicar y platicar en una sobremesa monumental y divertidísima que comenzó con el café después de la comida. Un grupo por aquí discutió sobre la política y la academia, otro por allá sobre los problemas con las mudanzas y las reubicaciones; yo hubiera podido hablar sin parar de Wallace o Bergman, pero no quise molestar a los invitados con mis propias obsesiones. Milagros -muy sociable y curiosa- hacía rondas entre ellos y más de uno la cargó para hacerle cariños ya que Pequeñito y Pingüino habían decidido esconderse en el closet. Qué lindo que una gatita ciega buscara relacionarse y compartir; que lindo que fuera tan bien acogida. En Foreverlandia corrían ríos de té negro, café y humo de cigarro (y hasta de otra plantita verde y vaciladora); ayer se hizo la muy tradicional "vaca" para ir por unas cervezas y quedó intocada una cajetilla íntegra. Y la distinción más marcada entre los ayeres del Reyno y la fiesta de ayer fue que a las 12 esta casa se había vaciado por completo (bueno, era miércoles...), mientras que en Foreverlandia las festividades terminaban (si es que terminaban) con la salida del sol.

Supongo que ayer todos estábamos agotados, preocupados incluso por el atisbo de ese futuro de transición e incertidumbre (¿qué va a pasar cuando se acabe la beca?), a la vuelta de la esquina. Ayer se revisitaron los lazos y las afinidades; ayer hubiera querido ahondar en esos vínculos, explorarlos un poco más: me quedé picada pues. Intrigada por desentrañar qué es eso que nos une, además de la circunstancia académica en que todos estamos metidos. En parte, el cansancio compartido limitó la interacción de ayer, en parte mi tendencia al recogimiento. Reconozco que con los años he comenzado a atesorar sobremanera mi propia compañía, que me he vuelto un poco huraña, aunque también se que uno (como ya lo he dicho antes: ¡que insistente!) ha de salir al mundo o, por lo menos de vez en cuando, traer el mundo a casa, aunque cueste hacerlo. Solo así se descubren y alimentan las cercanías.



Video -un poco pixeleado- cortesía de panetonne.

domingo, 23 de agosto de 2009

Infinite Jest. David Foster Wallace

If, by the virtue of charity or the circumstance of desperation, you ever chance to spend a little time around a Substance-recovery halfway facility like Enfield MA's state-funded Ennet House, you will acquire many exotic new facts (...) That certain persons simply will not like you no matter what you do. Then that most nonaddicted adult civilians have already absorbed and accepted this fact, often rather early on (...) That sleeping can be a form of emotional escape and can with sustained effort be abused (...) That purposeful sleep-deprivation can also be an abusable escape. That gambling can be an abusable escape, too, and work, shopping, and shoplifting, and sex, and abstention, and masturbation, and food, and exercise, and meditation/prayer (...) That loneliness is not a function of solitude (...) That if enough people in a silent room are drinking coffee it is possible to make out the sound of steam coming off the coffee. That sometimes human beings have to just sit in one place and, like, hurt (...) That there is such a thing as raw, unalloyed, agendaless kindness (...) That the effects of too many cups of coffee are in no way pleasant or intoxicating (...) That if you do something nice for somebody in secret, anonymously, without letting the person you did it for know it was you or anybody else know what it was you did or in any way or form trying to get credit for it, it's almost its own form of intoxicating buzz.
That anonymous generosity, too, can be abused (...)
That it is permissible to want (...)
That there might not be angels, but there are people who might as well be angels.


jueves, 20 de agosto de 2009

El corazón es un cazador solitario


Otra vez escribiendo de noche. Otra vez a punto de insomnio. Otra vez fumando en demasía. Las (des)ventajas de no tener que despertarse temprano a diario y presentarse puntual -a diario- en algún lugar donde lo esperan a uno. Me pregunto... algo que tal vez no debiera preguntarme porque parece no tener respuesta, al menos aquí, al menos ahora. Me estoy perdiendo entre mis propias ideas: prepárense para un extravío épico...

Trato de leer, pero los momentos de verdadera concentración escasean. En mi muy mal hábito de leer varias (muchas, demasiadas) cosas al mismo tiempo, paso de un libro a otro: de The heart is a lonely hunter de Carson McCullers a Infinite Jest de David Foster Wallace a Los detectives salvajes de Roberto Bolaño, cuando en realidad "debería" estar leyendo una compilación de textos transgresores y subversivos, Transgression de Chris Jenks, para la tesis.

Poco a poco, la primera novela de McCullers -¡cuyo título es tan, pero tan hermoso!- me ha ido atrapando: me he quedado en el momento justo en que Mick Kelly, esa little tomboy que siempre trae música en la cabeza, ventila sola la frustración de su primera y desastrosa fiesta. Infinite Jest sigue desplegando personajes a diestra y siniestra, unos más bizarros e interesantes que otros: ahora ha aparecido Madame Psychosis, locutora de un programa radial de medianoche, que inicia sus transmisiones diciendo: And Lo, for the Earth was empty of form, and void. And Darkness was all over the Face of the Deep. And We said: "Look at that fucker Dance." Y como estoy leyendo una versión pirata de Infinite Jest bajada de internet -muy en honor a Wallace- no se ni en qué página voy. Afortunadamente, todavía no he llegado al punto en que Belano y Lima viajan al futuro, al Año de la Ropa Interior Depend para Adultos Mayores, y se lían en una discusión sobre marxismo con el Dr. Benedict Mady Copeland... Y en el estante yacen Pásate de la raya de Salman Rushdie, País de mentiras de Sara Sefchovich y Cuerpo náufrago de Ana Clavel, pacientes, mientras aguardan el momento en que me digne terminarlos. También Bataille, Sade y Baudelaire esperan en el libro de Jenks a ser leidos.

(Un paréntesis que da para todo un post: acabo de darme cuenta de que en la portada de Transgression está la carita pixeleada de Myra Hindley, infame asesina serial inglesa, quien junto a su amante Ian Brady irrumpió escandalosamente en la prensa británica a mediados de los sesenta por los Moors Murders. De hecho, Suffer little children de The Smiths es una suerte de elegía a los cinco niños que Brady y Hindley mataron en esos páramos...)

Y escribo. Como si me fuera la vida en ello. Y espero. Como si tuviera toda la vida para esperar. Escribo y espero, ¿a qué, a quién? Según yo, ya había superado el exilio en interiores, pero parece que aún soy su presa: he estado en casa más tiempo del que quisiera. Incluso del que debiera (aunque esa palabreja no me guste mucho: deber). No he salido ni siquiera a los lugares donde, en teoría, tendría que salir (léase a los benditos archivos). Siempre me invento buenas excusas -que en muchas ocasiones ni excusas son- para quedarme aquí. Nunca pensé que algún día escribiría esto, mucho menos que lo haría público, pero ahí les va: me es dificil salir. Me cuesta mucho. Aún a sabiendas de lo que me pierdo por no salir: conversaciones, empatías, amores, regocijos, encuentros. Salir al mundo: eso es lo que necesito. Y, ¡ay!, qué duro es a veces. A este corazón solitario mío ya le hace falta salir a cazar (tampoco crean que me voy a ir de antro a ligar). He de cambiar la casa por la caza, aunque sea de vez en cuando, porque bien lo dice Miguel Hernández:

Pero la casa no es,
no puede ser, otra cosa

que un ataúd con ventanas,

con puertas hacia la aurora;
golondrinas fuera, y dentro

arcos que se desmoronan.


Exagero, de verdad (se me da el exagerar: no hace falta leer mis recurrentes siempres y nuncas para saberlo): últimamente he visto a muchos queridos amigos, me he reconectado con tantos otros de quienes por mucho tiempo no supe nada, he conocido a gente maravillosa. Para no terminar este post en un tono tan deprimente, mejor les dejo más palabras de Miguel Hernández que siempre serán mucho más sonoras e inspiradas que las mías:

¡Ay!, breve vida intensa
de un día de rosales secular,
pasaste por la casa
igual, igual, igual,
que un meteoro herido, perfumado
de hermosura y verdad.


miércoles, 19 de agosto de 2009

Posteo un video en las primeras horas de este miércoles...

...porque ¡no puedo dejar de escuchar a Leonard Cohen! Aunque estuvo abandonado en un estante por años, reciente y muy tardíamente he descubierto por qué esa voz de Waiting for the miracle que escuché hace añales en Natural Born Killers es tan poderosa y seductora. Si: he caido irrevocablemente bajo su embrujo...



Además, esta rola es un muy buen pretexto para agradecerle -¡otra vez!- a alguien que esparce la lengua germánica por territorios aztecas por haberme presentado formalmente al elegido...

...it's time that we began to laugh and cry and cry and laugh about it all again...


Video cortesía de xxxaliiicexxx.

lunes, 17 de agosto de 2009

Salvado por la vergüenza

P grita: ¡Yo, yo! Yo tengo una aventura buenísima que contarles...
J se cubre lo oídos y dice: Cuándo no...
P dice emocionado: ¡Es buenísima! Una noche que estaba en la playa se me ocurrió meterme al mar. Me dieron ganas de nadar, así, de repente. Además era una noche de tormenta, porque estaba pasando un huracán, y en plena tormenta me metí al mar. Unas olas enormes, todo negro, y yo ahí, nadando entre las olas...
J dice molesto: Qué ocurrencias...
P dice: No se lo van a creer, pero no me dió miedo. No me sentí amenazado, más bien sentí una paz inmensa; fue hermosísimo, como si me acogiera el mar y no hubiera peligros...
M lo interrumpe: Ahhh... seguro te habías metido algo antes...
P ignora la interrupción y sigue diciendo: ...como si estuviera seguro y no hubiera nada que temer; como si el cielo y el mar hubieran cambiado de posición y yo estuviera en medio de los dos, tranquilo, disfrutando la noche. Y entonces...
Yo digo: Y entonces... ¡que te rodean los tiburones!
M dice: ¡Que te pica un agua mala!
J dice: ¡Que se te cae el traje de baño!
P dice: No, no: me dió un calambre, es más, varios calambres: en la espalda, en las piernas, en los brazos.
Yo digo: Solo a ti se te ocurre andar de héroe nadador nocturno en pleno huracán.
P continúa: Y entonces pensé: ahora si ya me ahogué, ya me morí, aquí quedé. Sentí que me hundía, que perdía las fuerzas, pero tampoco tuve miedo porque supe que si ya estaba de Dios había que aceptarlo con resignación.
J dice: Pues no estaba de Dios porque no te ahogaste, ¿o si?
Yo pienso: Igual y todavía tiene agua en la cabeza...
P dice: Entonces pasó algo muy extraño: se apareció una tortuga, grandota, una caguama...
J dice: ¿Como las que te tomaste antes de ir a nadar?
P dice: ¡No! Una caguama de verdad, nadando junto a mi. Me miró a los ojos, la tortuga, y yo la ví y sentí cómo me veía con sus ojotes de plato y entonces...
M dice: ¡Que te muerde!
Yo digo: ¡Que te escupe, ja!
P dice: ¡No! Entonces sentí que la tortuga se estaba burlando de mi, que se reía de verme ahi hundiéndome...
J suelta: ... ay, no mames...
P dice: ¡Neto! Sentí que la tortuga se burlaba de mi y se reía de mi predicamento y me dió coraje. Me encabroné muchísimo de que una tortuga se burlara así de mi.
J, M y yo soltamos sonoras carcajadas.
J dice, muerto de risa: ... ay, ¡no mames! ¿Cómo se va a burlar de ti una tortuga? ¡Así tendrás la conciencia!
P parece confundido.
J continúa: A mi se me hace que más bien te dió vergüenza...
M agrega: ... de que la tortuga te viera encuerado...
Mas carcajadas.

P grita: ¡No! ¡Que no estaba desnudo! Era coraje...
J lo interrumpe: Era vergüenza, puritita vergüenza...
P sigue diciendo: ... coraje de no poder nadar como ella... Con un esfuerzo enorme empecé a nadar, aunque me dolieran los brazos y las piernas y sintiera que materialmente no podía. Y me tomó un buen rato salir del mar, porque las olas golpeaban por todos lados...
M dice: Claro: saliste huyendo de la tortuga burlona...
J concluye: O sea que la vergüenza te salvo de ahogarte, ¿no?
P voltea a verme y dice: ¡Pero qué lindos deditos de los pies tienes! ¿De qué número calzas?
Yo pienso: Pinche güey, ya te ganaste una entrada en mi blog...


sábado, 15 de agosto de 2009

Para el psicoanalista

Soñé vampiros. Fue un sueño largo y complicado (por lo menos así me lo pareció). Además sucedió justo antes de que me despertara. Por eso alcanzo a recordarlo de manera vívida. En las últimas escenas es de noche y Alex y yo llegamos a un edificio donde supuestamente yo había vivido antes: fachada ocre de ladrillos, balcones mínimos, enredaderas, pasillos estrechos y oscuros. Tengo la impresión de que ya he soñado con este edificio que no conozco -que tal vez ni siquiera exista- en varias ocasiones. (Un paréntesis: siempre sueño departamentos en los que, según la lógica onírica, he vivido. Siempre son lugares imaginarios -creo-, antiguos y gastados, incluso sombríos. A veces el sueño es regresar después de mucho tiempo para hacerles una visita, a veces es buscar nueva casa donde algún día ya la había tenido...)

Estamos frente a una puerta roja bajo el número 4 y antes de tocar abre una anciana. Cabello completamente blanco, vestido discreto y negro. Nos invita a entrar; sabe que queremos ver qué ha sido de ese espacio, mi antigua casa. Todo está muy ordenado, la luz es tenue y de tintes rojos; la anciana tiene una cama en la sala, un edredón rojo con blanco la cubre. En las dos paredes al fondo -de piso a techo- libreros repletos de libros, sus lomos rojos, cafes y blancos. La anciana nos muestra la única ventana en la pieza: rectangular y vertical, por donde se alcanza a ver el recortado horizonte de la ciudad, toda pequeños focos que se reflejan en un río.

De repente, las luces de la sala se apagan por completo. Oscuridad total. Siento que la anciana se me acerca y me doy cuenta de que es otra: más joven, más bella. Los ojos ocre brillantes y sanguíneos, los colmillos destellan prominentes. Sin necesidad de decir palabra, sé que me está ofreciendo la inmortalidad: trata de seducirme con la mirada para compartir su regalo conmigo. Junto a la cama aparece un hombre: alto, cabello negro lustroso, atractivo, demasiado atractivo como para confiar en él (otro mínimo paréntesis: hasta en el mismo sueño me sorprendí al sentirme atraída por un vampiro... ya he manifestado aquí mi desagrado por los chupasangres; parece que mi inconsciente opina lo contrario).

Mi reacción es inmediata: mi alma, pienso en mi alma. Temo por ella. No atino a considerar los beneficios de la belleza perenne, de la ausencia de enfermedad y muerte, del detenido envejecimiento. Únicamente resuena en mi cabeza: mi alma, ¡mi alma! Me aferro al Ayat Al Qursi -1- que llevo colgado al cuello y comienzo a recitarlo: ...la Vida, la Permanencia... el sueño no se apodera de Él. Suyo es lo que está en los cielos y en la tierra...

Tomo a Alex de la mano y corremos, fuera del departamento 4, lejos del edificio de fachada ocre, hacia un jardín verde oscuro que se extiende interminablemente. Siento a nuestros perseguidores cerca, veloces, alados, a la altura de nuestros cuellos. Seguimos corriendo. Vuelvo la cabeza y son dos sombras detrás nuestro. Me detengo de golpe para confrontarlos...

Y entonces desperté. Huelga decir que ni los vampiros ni Alex estaban ahí (ja,ja). Prendí la computadora de inmediato y comencé a escribir el recuento de este sueño. Pero las seducciones de la comunicación virtual se apoderaron de mi y, justo a la mitad de la escritura de este post, terminé chateando con un amigo inglés, también sufi, a quien no conozco personalmente pero a quien escribo y leo desde hace siete años. Le conté el sueño y su interpretación fue muy sencilla: keep on being sufi... Hasta que no me atreva a tumbarme en el diván del psicoanalista, solo Dios sabrá que significa todo esto.

NOTA
1. El Verso del Trono o Ayat Al Qursi -2:255 en el Qu'ran- es considerado en la tradición islámica como una oración que guarda y protege a quien la recita.

jueves, 13 de agosto de 2009

Infinite Jest. David Foster Wallace

TENNIS AND THE FERAL PRODIGY, NARRATED BY HAL INCANDENZA, AN 11.5-MINUTE DIGITAL ENTERTAINMENT CARTRIDGE DIRECTED, RECORDED, EDITED, AND — ACCORDING TO THE ENTRY FORM — WRITTEN BY MARIO INCANDENZA (...)
Here is how to put on a big red tent of a shirt that has ETA across the chest in gray.
Please ease carefully into your supporter and adjust the elastic straps so the straps do not bite into your butt and make bulged ridges in your butt that everyone can see once you've sweated through your shorts (...) Have Himself hunch down to put a long pale arm around your shoulders and tell you that his own father had told him that talent is sort of a dark gift, that talent is its own expectation: it is there from the start and either lived up to or lost.
Have a father whose own father lost what was there. Have a father who lived up to his own promise and then found thing after thing to meet and surpass the expectations of his promise in, and didn't seem just a whole hell of a lot happier or tighter wrapped than his own failed father, leaving you yourself in a kind of feral and flux-ridden state with respect to talent.
Here is how to avoid thinking about any of this by practicing and playing until everything runs on autopilot and talent's unconscious exercise becomes a way to escape yourself, a long waking dream of pure play.
The irony is that this makes you very good, and you start to become regarded as having a prodigious talent to live up to.
Here is how to handle being a feral prodigy (...)


Todo sobre la noche

O, más bien, sobre la madrugada. 4:25 AM. Los gatos duermen junto con la ciudad, que parece despertarse de cuando en cuando en el estruendo de los carros que pasan bajo mi ventana. Y yo aquí despierta aún, entre bruma, frío y música, una naturaleza muerta suspendida antes del amanecer.

Nunca había sentido con tal intensidad la esperanza melancólica que ahora respiro. Aterciopelada, contundente. ¿Serán las estrellas que se desprendieron del cielo esta noche? ¿La proximidad de Ramadán, ese mes de maravillas en que al ponerse el sol se abren las puertas del paraíso?



Música: Suede, The Next Life, cortesía de cbasti1978.

lunes, 10 de agosto de 2009

Quimeras de los quehaceres

Después de casi dos años de haber sido una admirable Ama de Casa (según yo), a partir de que aquél se fue me declaré en huelga: lo referente a las labores del hogar me valió soberanas madres. Me encerré en mi cuarto un mes (los duelos del alma...) y descuidé todo lo descuidable; en esta casa no se cocinó, ni se barrió y mucho menos se planchó (en el sentido más alburero de la palabra) por 30 días con sus noches. Poco a poco fui saliendo de mi exilio en interiores y ahora, tras dos meses de lavar algo de ropa, aspirar de vez en cuando y seguir sin planchar (saben a qué me refiero, ¿no?), con dos gatitos más en la familia el tiempo del descuido ha terminado, a riesgo de que el caos maloliente se apodere en forma definitiva de esta casa (Milagros es experta en dejar apestosas huellitas de todo por todos lados, por lo que hay que tomar medidas constantemente). Cuando se vive con el "marido" se puede, en teoría, negociar o de plano pelearse por ver quién hace qué. Pero al compartir el techo con tres gatitos eso es obviamente imposible.

Antes ya me había extraviado aquí con respecto al efecto que los quehaceres domésticos tienen en mi cerebro, y hoy que hacendosa trapeaba el pasillo volvió a suceder; me di cuenta de que me estaba preguntado cosas como: ¿seré una especie de Cenicienta de cuento contemporáneo -léase telenovela- o habré regresado a mi estado anterior de Ama de Casa, solo que sin marido y al borde de un ataque de nervios? ¿Seré una frankensteiniana mezcla entre ambas? ¿O ninguna de las dos? A ver...

La Cenicienta típica se caracteriza por andar chamagosa de tanto limpiar, escondida por los rincones del castillo y, como su prima la Muñeca Fea, lloriquea la pérfida suerte de tener unas hermanastras tan egoístas. Suspira y barre, barre y suspira: ¿cuándo, pero cuándo llegará el Príncipe Azul y me sacará de esta vida de humillaciones? Esta Cenicienta resulta entonces una princesa wannabe, encubierta bajo pilas de trastes, ropa sucia y cochambre y con lavarle bien la cara destella realeza por los poros (ya saben que opino de las princesas, pero como hoy me dió por linkear, aquí está lo que pienso sobre el particular). Como no me creo el cuento del príncipe salvador (simplemente quiero un hombre de carne y hueso y, de preferencia, que no llegue a mi puerta a caballo); como mis hermanastras verdaderas son razonablemente buena onda y además por mis venas no corre sangre azul, sino más bien rojilla, por más que me lave la carita, la alcurnia no se me da.

En mi prejuiciada tipología, el Ama de Casa de salud mental frágil, es decir, desesperada (sin hijos, por fortuna de los propios hijos) tiene mucho de Cenicienta pero sin mugre ni esfuerzo: a veces limpia, plancha y también suspira (cada que toca). Segurito le paga a alguien -de quien se queja amargamente con sus amigas porque no hace "bien" las cosas- para que tres o cuatro veces por semana le eche una manita con las labores de su plácido hogar. Eso si: nunca la veras completamente desarreglada; podrá llevar unos tubos en la cabeza bajo una muy fina mascada de seda, pero en 30 o más minutos estará lista para que la saquen a pasear. Porque el Ama de Casa en cuestión tiene un marido o similar de cuyas quincenas es dueña y señora; por eso, en retribución supongo, lo espera llegar a casa todas las noches con la cena lista y la esperanza de que ora si la invite a cenar. Mi ausencia de marido o similar (hace tiempo que no espero llegar a nadie por las noches) me descalifica para esta categoría, lo mismo que el hecho de no tener señora-que-ayuda-con-el-quehacer-unos-días-a-la-semana. Además, gracias a mi corta y nada exhuberante cabellera, nunca me pongo tubos.

Ahora el híbrido. De Cenicienta -o más bien de princesa, por más que me choque- tengo las manos: media hora de barrer y me salen ampollas; 15 minutos de lavar la ropa, aún en lavadora, y las palmas me quedan rojas y descarapeladas. De Ama de Casa antes tenía todo (creo yo); hoy me queda lo de desesperada, esto por mis propios defectos de carácter aunados a las recurrentes dolencias de Milagros (pero, ¿cuándo se va a curar mi muchachita?). Ah, y a veces me da por ver las comedias mexicanas -telerromances en Argentina o culebrones en Chile y España- en un arrebato de escapismo digno de las más convencionales Reynas del Hogar (¡zaz! caigo en cuenta que por andar escribiendo me perdí el capítulo de hoy...). Con estas evidencias solo resta suponer una cosa: soy más bien una común y corriente mujer que recientemente vive sola de nuevo y que hace lo que puede para que el hogar de sus gatitos no se caiga a pedazos; una mujer corriente y común a quien, debido a una imaginación más bien desbocada y a una propensión escandalosa por soñar despierta, se le ocurren cosas raras mientras hace la limpieza.


Imágenes cortesía de: http://lillypotterknits.blogspot.com y www.clipartguide.com

sábado, 8 de agosto de 2009

Pensamientos desordenados

...veinte días después vino mi hija a visitarme y me dijo papá, ¿cuál sería el curso de acción más acertado? "¿Acertado? ¿Existe tal cosa?", se cuestiona insistente una voz insegura, agazapada en mi interior. "¿No sientes que... esto no debería decírtelo pero creo que es mejor que lo sepas. Llueve fuerte afuera y aquí dentro también.

Diazepam, diacepin, valium, metildiazepinona:
cuando se instalan la decepción y la desazón (no quiero escribir desconsuelo, un término tan desvalido) se vuelve difícil encontrar motivos para... una especie de listado de embrujos, agorero y posmoderno, con sus dosis de pretendido feminismo y varios toques de ingenua superación personal: El Manual de la Perfecta Hechicera contraindicado en la insuficiencia respiratoria y la hiperquinesia infantil.

Tendría que hilvanar con cuidado el tejido de mis dudas: qué preguntarle, también cómo hacerlo, cuándo y dónde. Convulsión: síntoma transitorio; contracción y distensión repetidas de uno o varios músculos... Y yo le dije: cuenta, cuenta, soy todo oídos. Y ella dijo: Álvaro Damián se pegó un balazo en la cabeza. Lo entiendo perfectamente bien, pero mi problema no es tanto preguntar, sino atreverme a...

Alex, tienes razón: hay que aplicar lo que dice el muy mentado libro, para eso me lo regalaste, ¿no? aunque deep down inside me parezca inútil...
decirle que me gusta mucho: Milagros, una palabra esperanzada y melódica... brusca y violenta; alteraciones, trastornos, déjà vu o jamais vu; pensar así es tan estratégico y perverso que resulta digno de una auténtica cabrona?" Fenobarbital o fenobarbitona: propiedades sedantes e hipnóticas: la única verdad -y pongo la mano en el fuego por ella- es que lo ignoro todo; solo indagando de frente y sin pretextos se hallan respuestas. Y yo dije: pero podía haberse venido al manicomio conmigo. Y mi hija se rió y dijo que las cosas no eran tan fáciles.

Centellas y gotas de lluvia, humedad. Milagros le hace honor a su nombre. Y yo dije: ¿y cómo ha podido Alvarito hacer semejante barbaridad? Ha sido pues un sábado nublado y lánguido: fármaco derivado de la 1.4-benzodiazepina; propiedades ansiolíticas, miorrelajantes, anticonvulsivantes. ¿Cuánto era la dosis? He fumado en demasía y me quedé sin café: porque uno simplemente no puede adivinar la réplica precisa frente a tal declaración, lo cual es tan fascinante como pavoroso...
...y entonces supe sin asomo de duda que todo iría de mal en peor.

Información sobre drogas y malestares: Wikipedia.
Los detectives salvajes, Roberto Bolaño.


jueves, 6 de agosto de 2009

Infinite Jest. David Foster Wallace

Moment Magazine has learned that the tragic fate of the second North American citizen to receive a Jarvik IX Exterior Artificial Heart has, sadly, been kept from the North American people. The woman, a 46-year-old Boston accountant with irreversible restenosis of the heart, responded so well to the replacement of her defective heart with a Jarvik IX Exterior Artificial Heart that within weeks she was able to resume the active lifestyle she had so enjoyed before stricken, pursuing her active schedule with the extraordinary prosthesis portably installed in a stylish Etienne Aigner purse (...) The 46-year-old recipient of the Jarvik IX Exterior Artificial Heart was actively window shopping in Cambridge, Massachusetts' fashionable Harvard Square when a transvestíte purse snatcher, a drug addict with a criminal record all too well known to public officials, bizarrely outfitted in a strapless cocktail dress, spike heels, tattered feather boa, and auburn wig, brutally tore the life sustaining purse from the woman's unwitting grasp.

The active, alert woman gave chase to the purse snatching 'woman' for as long as she could, plaintively shouting to passers by the words 'Stop her! She stole my heart!' on the fashionable sidewalk crowded with shoppers, reportedly shouting repeatedly, 'She stole my heart, stop her!' In response to her plaintive calls, tragically, misunderstanding shoppers and passers by merely shook their heads at one another, smiling knowingly at what they ignorantly presumed to be yet another alternative lifestyle's relationship gone sour (...) That the prosthetic crime victim gave spirited chase for over four blocks before collapsing onto her empty chest is testimony to the impressive capacity of the Jarvik IX replacement procedure, was the anonymous comment of a public medical official reached for comment by Moment (...) And the facts of the case's outcome? The 46-year-old deceased woman's formerly active, alert brain was removed and dissected six weeks later by a Brigham and Women's City of Boston Hospital medical student reportedly so moved by her terse toe tag's account of the victim's heartless fate that he confessed to Moment a temporary inability to physically wield the power saw of his assigned task.


De raíces y corazones


Vuelve a la raíz de las raíces que es tu propia alma
Rumi

Después de mucho tiempo de ausencia, anoche regresé a mi casa. Anoche sentí el estrecho abrazo de mi gente, largamente pospuesto. Mi abandono se debió a muchas causas, unas más absurdas que otras y ninguna justificante de la lejanía. A veces pareciera que es indispensable concretar la vida cotidiana; pareciera que sus imperativos desarraigan e imponen distancias. La separación pesa y acongoja, pero gracias a ella se puede experimentar el gozo del retorno, el sosiego que solo da el tan aplazado alimento del corazón.

Y aunque el corazón no requiera lugares físicos -porque es, en sí mismo, el único lugar en que la vida mora- esta casa mía es donde mi corazón más seguro y más libre se siente. Donde está aprendiendo a develarse y a romper la botella del pudor y la vergüenza; donde se ha enraizado con tantos otros corazones tan queridos. En esta casa me ha sido dado conocer a quienes ahora son mi familia más íntima; a esta casa han llegado amigos de años que se han afianzado como confidentes y cómplices. Esta casa es refugio y aliento; es deleite puro y silencio; es punto de partida y llegada, principio y fin. Las puertas de esta casa siempre están abiertas: así puedo volver, una y otra vez, donde quiera que haya estado, tan larga como haya sido la ausencia. Dice Rumi:

Ven, ven, quien quiera que seas:
Trotamundos, fiel, amante del amor:
¿qué importa?
Nuestro camino no es de desesperanza.
Ven, aún si has roto tus promesas
cientos de veces:
vuelve, ven de nuevo, ven.




En la foto, el perfil de Jalima.
Video cortesía de soulimane.


domingo, 2 de agosto de 2009

La rebelión del humo

A cigarette is the perfect type of a perfect pleasure.
It is exquisite and it leaves you unsatisfied.
What more can one want?

Oscar Wilde


El cigarrillo temblaba entre sus dedos. Parecía dispuesto a consumirse, aún contra la voluntad de quien lo sostenía entre el índice y el medio. Pero faltaban unas cuantas estaciones. El cigarrillo lo sabía: dentro del metro no se puede fumar, como dentro de todos esos espacios libres de humo que, día a día, se incrementaban exponencialmente. Tantas restricciones se le empezaban a hacer cuesta arriba. Tener que esperar dentro del salón de clase (dentro de la mochila, dentro de la cajetilla) hasta el fin de una larga y soporífera disertación sobre Dostoievski; esperar por 45 minutos en el pesero antes de dejar salir al humo atrapado; esperar por horas en casa de la novia del sujeto que lo sometía ahora entre sus dedos, porque ahí tampoco se podía fumar. Esperar, esperar, esperar. Curiosamente, la espera lo estaba consumiendo.

A sólo una estación antes de bajar, a unas cuantas decenas de pasos hasta llegar a cielo abierto y nublado, el cigarrillo sintió que no podía más. ¡Qué diablos! ¿Que podría pasar? Que lo tiraran por la ventanilla del vagón y a medio fumar ante la tos de los pasajeros y sus posibles quejas, ante sus miradas de desaprobación y gestos de repugnancia; que se llevaran a un ministerio público al joven entre cuyos dedos estaba atrapado por una falta administrativa, casi una falta a la moral (cosa que al cigarrillo le parecía un dulce exabrupto después de tantas horas de sumisión); o que, entre gritos y jaloneos, terminara ahogado en un charco de lluvia justo frente a la entrada de la estación. Tras la lenta espera, hasta eso parecía razonable. ¡Qué diablos! Así empezó la rebelión de humo. Porque no era el cigarrillo quien deseaba alzarse en sutiles bocanadas hasta desaparecer. Era el humo que, como su alma o esencia, se retorcía dentro del cigarrillo.

La mano de esos dedos que lo sostenían titubeó un poco, pero no lo suficiente para detener el movimiento que llevó al cigarrillo a la boca. El sujeto que portaba esa mano parecía absorto, casi hipnotizado. Su mano se movía por un fuerza ajena que, dado el pasmo que sus ojos revelaban, era imposible controlar. La otra mano, cómplice del ilícito, no ofreció resistencia. Recargó en la puerta del vagón el paraguas que le había sido confiado desde hacía meses, sacó el encendedor del bolsillo de la chamarra y, después de accionar con una simple fricción una diminuta llama, fingió no haber tenido nada que ver con la rebelión. Los labios hicieron su parte, menos preocupados que cualquiera de las dos manos. Se presionaron contra el filtro del cigarrillo y, en cuestión de segundos, el humo ya estaba libre, revoloteando, haciendo círculos en el confinado aire del vagón, disfrutando su breve libertad.

Este incidente, que muchos tomaron como un acto de rebeldía de un muy joven estudiante de Letras, hubiera pasado inadvertido de no ser porque, día a día, se suscitaba una y otra vez. El humo ya no solo se rebelaba dentro de los vagones de metro, sino que esta insurrección parecía apoderarse de cuanto espacio prohibido estuviera a merced del volátil rebelde. Elevadores, pasillos, escuelas y universidades, despachos de abogados y contadores, supermercados, invernaderos, salas de operación: todas invadidas por el humo. Los perpetradores de estos crímenes argüían que no eran responsables de los mismos: el humo, el maldito humo, los había obligado. Había destruido su conciencia, su voluntad, hasta la mucha (o poca) civilidad que tenían. “El humo es culpable”, declaraban bajo la lluvia los infractores cuando salían de los juzgados y, entre cámaras, micrófonos y paraguas que se arremolinaban frente a ellos, insistían en su inocencia. Hasta los hombres y mujeres de esos medios e incluso los funcionarios públicos encargados de normarle el flujo cayeron presa de la rebelión del humo. Los habitantes de esa ciudad tomada por la lluvia poco a poco dejaron de preguntar quien era el cerebro intelectual tras estas flagrantes faltas de respeto al espacio vital de los no fumadores. Y cuando los mismos no fumadores fueron seducidos por el humo, el maldito humo, entonces ya no hubo nada más que cuestionarse.

Al principio la justicia pensó que los culpables de esta atrocidad eran muchos: las compañías tabacaleras, los irresponsables padres de familia, las instituciones de salud y educación, la negligencia y falta de consciencia de los propios fumadores, los mayoristas, minoristas y hasta falsificadores de cigarros, la publicidad que lucraba con el supuesto glamour del insurrecto blanquecino y hasta el mal tiempo que tenía sumida a la ciudad en meses de poco sol y mucha lluvia. Nunca pensaron en lo más evidente: el humo era el culpable. No quería estar preso, no deseaba que le rigieran el cauce, de por si inestable debido al viento. El humo tenía voluntad propia, vida propia, y estaba tomando su venganza por años de restricciones e inútiles intentos por domarlo. Quienes fumaban –toda la población de esta ciudad asolada ahora por el humo y desde hacía meses por la lluvia- eran solamente vehículo de su ira y su urgencia por salir de la cárcel de papel y filtro en que estaba confinado.

La justicia misma, tras la ansiedad que le produjo verse reducida a un simple medio de producción de humo, comprendió que, efectivamente y contra toda lógica, éste era el culpable. “Pero, ¿cómo ejercer acción penal contra un infractor tan escurridizo?”, se preguntaban los legisladores más duros; “¿cómo normarlo o siquiera pactar con él una tregua?”, pensaban los más blandos. Los legisladores gesticulaban y manoteaban, evitando tirar sus cenizas al piso y cuidándose de no quemar a un contrincante político; así, acompañados permanentemente por su enemigo, debatían sobre cómo poner fin a la rebelión. Entre bocanadas cocinaban planes de acción para terminar de una vez por todas con la amenaza o, simplemente, para hacerla más llevadera. “Si tenemos que convivir con el humo, que por lo menos sea en términos democráticos…”, pensaban los legisladores de derecha mientras veían la lluvia golpetear sobre los cristales en las ventanas de sus despachos, ahumados de tanto fumar.

Los ceniceros, al tope de su capacidad, eran vaciados cada media hora por edecanes cigarro en mano, presas, como toda la ciudad, de la plaga blanca. Durante las largas sesiones de discusión varias ideas, poco viables y aún menos inteligentes, fueron desplegadas: habría que hacer obligatorio el uso de ventiladores portátiles, de esos chiquitos que podían comprarse en cualquier puesto fayuquero; o tal vez forzar la apertura de muchas más ventanas en todas las edificaciones de la ciudad: así el humo tendría un cauce libre para ascender por los cielos y fundirse con las negras nubes de lluvia, además de que podrían obtenerse jugosos impuestos de los pasivos y humeantes contribuyentes. O simplemente crear “humómetros” y así tasar una cantidad individual por día, bueno, por hora, de la cual ningún ciudadano pudiera excederse.

Los días nublados daban paso a las noches de lluvia y, entre las chimeneas en que se habían convertido las fosas nasales de cada uno de los habitantes de la ciudad, aún no se podía dar batalla a la rebelión del humo. Ningún ciudadano estaba exento de ser su cómplice, de estar involucrado en la emisión masiva de gases contaminantes. La justicia, como de costumbre, seguía sin dar respuesta expedita frente a lo que se estaba convirtiendo en un verdadero estado de emergencia. Por Dios: ¡hasta los niños fumaban! ¿Qué nadie podría sacar a la cuidad de este atolladero?

Y así ocurrió que, después de un noche habitualmente lluviosa como desde hacía meses, el sol no salió al día siguiente. Entre el humo del cigarro y las densas nubes que anunciaban la tormenta matutina, el sol no pudo vislumbrarse más en el horizonte. Desde las ventanas de sus casas y oficinas, desde el quicio de las puertas en las tiendas y talleres, desde los patios de las escuelas, los habitantes de la ciudad escrutaron el cielo negro esa mañana y siguieron con la mirada el destino final de las torres de humo que se alzaban cada vez que alguien exhalaba alguna palabra. Ni rastros del sol, solo un cielo gris plomo, mucha humedad y amenazas de lluvia. Esa mañana, los transeúntes, apurados por llegar a su destino, se prepararon para el chaparrón inminente. Bajo las primeras gotas, abrieron sus paraguas y apretaron el paso. Pero, cuál fue su sorpresa cuando al tratar de encender el siguiente cigarrillo algo se los impidió. Los encendedores fallaron, los cerillos también y los mismos cigarrillos, una vez prendidos y tras unas cuantas bocanadas, languidecían y súbitamente se apagaban. Comenzó a llover. Parecía que ahora otro peligro rondaba la ciudad: la intensa lluvia que desde esa mañana no paró. Uno a uno, todos los cigarrillos de esta cuidad nublada, sitiada por tormentas breves y chaparrones pertinaces, tuvieron que enfrentarse a su único enemigo implacable: el agua.

La gente de la ciudad, ciertamente bajo el influjo del humo, se preocupó más por mantener sus cigarrillos encendidos que por el paulatino deterioro del clima. Tras unas semanas de atrincherarse infructuosamente contra los crecientes niveles del agua, decidieron entregarse a lo inevitable. Prefirieron dejar de construir diques o desazolvar drenajes para poder luchar por lo que realmente importaba: seguir fumando a toda costa. Nadie pensó en los riesgos de la inundación, solo en las represalias del humo: no importó que el agua se colara por las puertas si el humo podía seguir saliendo por las ventanas. No importó la escasez de alimentos en los mercados si aún podía emplearse el poco dinero circulante para comprar cigarros y cerillos suficientemente secos. No importaron el caos y la inseguridad de la ciudad anegada si sus habitantes podían recurrir a la efímera felicidad de unas cuantas suaves bocanadas de humo después de un café, aunque estuviera frío, aunque cada día se racionara más y conseguirlo se tornara cada vez más difícil.

Cuando el último cigarrillo de cada fumador expiró entre sus dedos, cuando la última bocanada de humo se alzó entre gotas de lluvia hasta llegar alto, muy alto, los habitantes de la ciudad perdieron toda esperanza: parecía que, ahora si, los cigarrillos habían sucumbido por completo ante los embates del agua. ¿Qué sería de ellos, cercados en una ciudad cuyas calles y avenidas eran intransitables, sin el consuelo del humo? ¿Sin comida ni medicinas? ¿Sin unos cuantos metros cuadrados de tierra firme y seca? ¿Sin las felices espirales que revoloteaban por el aire y parecían enredarse en las ropas de quienes fumaban para asentarse después en las copas de los árboles?

Un día, cuando nadie lo esperaba, cuando el mero recuerdo del sol era tan vago que no podía albergarse en la memoria, cuando a los supervivientes no les importaba ya el desastre, ni los cuerpos de los ahogados que flotaban en las calles, ni la hambruna o la pandemia, ni el sitio forzado tras meses de lluvia, cuando ya nadie reparaba en las diferencias ideológicas que habían impedido tomar medidas contra la catástrofe, cuando ya nadie recordaba que se había perdido todo a causa del humo y la lluvia, el sol volvió a salir.




Video cortesía de EzeDynamo.

Infinite Jest. David Foster Wallace

Marathe had settled back on his bottom in the chair. 'Your U.S.A. word for fanatic, "fanatic," do they teach you it comes from the Latin for "temple"? It is meaning, literally, "worshipper at the temple."
'Oh Jesus now here we go again...' Steeply said.
'As, if you will give the permission, does this love you speak of, M. Tine's grand love. It means only the attachment. Tine is attached, fanatically. Our attachments are our temple, what we worship, no? What we give ourselves to, what we invest with faith.’
Steeply made motions of weary familiarity. 'Herrrrrre we go.’
Marathe ignored this. 'Are we not all of us fanatics? I say only what you of the U.S.A. only pretend you do not know. Attachments are of great seriousness. Choose your attachments carefully. Choose your temple of fanaticism with great care. What you wish to sing of as tragic love is an attachment not carefully chosen. Die for one person? This is a craziness. Persons change, leave, die, become ill. They leave, lie, go mad, have sickness, betray you, die. Your nation outlives you. A cause outlives you.’
'How are your wife and kids doing, up there, by the way?’